…los campesinos, son la mejor masa nacional,
y la más sana y jugosa,
porque recibe de cerca y de lleno los efluvios
y la amable correspondencia de la tierra,
en cuyo trato viven.
José Martí («Maestros ambulantes»)
Sucedió
durante el segundo año de trabajo en la Televisión Serrana en un
momento de incomprensiones, obstáculos e imposiciones arbitrarias que
nos hacían la vida casi imposible. Yo estaba casi decidido a dejarlo
todo y regresar a mi Habana, cuando, sentado en el mirador de la
televisión, desde donde se puede disfrutar en toda su majestuosidad de
la Sierra Maestra y le entregaba mi angustia, comenzó a sentirse un
viento fuerte que aullaba, corría y se expandía por todas partes. De
repente, el verde intenso de la naturaleza empezó a mostrar unos puntos
blancos. Pregunté y me dijeron, «es el árbol de la Yagruma de hoja verde
y envés blanco que cuando hay ventolera ella se vira hacia lo blanco».
Entonces supe, aunque algunos no lo entiendan, que la Naturaleza me
había escuchado y me respondía diciéndome: hay hombres que cuando la
vida se pone dura, se quedan en blanco y todo lo abandonan.
Aquella
imagen de la sierra, aparentemente organizada, al sufrir los embates
del viento y alterar su belleza, transmitió símbolos o códigos que
hicieron posible drenar mis emociones y hallar, a través de la
reflexión, una solución. Medité y me dije, «debo seguir adelante»: La
Naturaleza posee diversos modos de comunicarse con los seres humanos.
El
objetivo de este ensayo es contar la experiencia de la «TV Serrana» y
sus premisas para el trabajo Audiovisual Comunitario y Participativo;
visibilizar, el impacto cultural logrado en esa comunidad y la sociedad
cubana con su obra documental; hacer perceptible un cúmulo de
iniciativas socio-culturales desarrolladas en esas poblaciones y dejar
constancia de la transformación que espiritualmente tuvimos los
realizadores a partir de nuestro contacto con esa realidad.
No
pretendo escribir una autobiografía, pero siendo el que la soñó, la
llevó a hacerse realidad y formó a varias generaciones de
documentalistas en esta especialidad, hace que mis vivencias sean parte
de la historia. Entrevistas a realizadores y campesinos, unido a
conceptos generales, también serán utilizados en este ensayo. No aspiro a
dictar ninguna norma pues cada cual debe elaborar sus proyectos a
partir de sus realidades y su cultura. Espero, eso sí, poder mostrar
nuestro ánimo y deseo de llevar adelante, el objetivo primordial, para
mí, del audiovisual y del arte en general que es ponerse en función del
ser humano y su realidad para ser mejores, partiendo de las esencias.
Martí lo señalo en su artículo «Maestros Ambulantes», texto fundacional
de la TVS y que recomiendo a quienes se dediquen al trabajo comunitario:
«Andamos sobre las olas, y rebotamos y rodamos con ellas; por lo que no
vemos, ni aturdidos del golpe nos detenemos a examinar, las fuerzas que
las mueven».
El trabajo audiovisual comunitario y participativo
en zonas de difícil acceso no tenía referencia en el país. Por ello,
solo sabía lo que no quería, el resto lo debía obtener a través de la
práctica, la intuición y saber escuchar a los verdaderos actores de esa
naciente comunidad audiovisual: los campesinos y campesinas de la Sierra
Maestra.
San Pablo de Yao fue el lugar que llenó todas las
expectativas. Es una comunidad situada en el municipio montañoso de Buey
Arriba, conocida por mí a partir de un documental realizado por el
ICAIC alrededor de la figura del Che Guevara, donde había trabajado como
sonidista. Es un espacio lleno de magia y ello lo trataré de explicar
más adelante, si es que lo mágico tiene explicación. En realidad no fue
seleccionado desde el principio, para ello había recorrido Guisa,
Bartolomé Masó y Buey Arriba, los municipios montañosos de la provincia
Granma situada en el Oriente del país, a más de 800 kilómetros de La
Habana.
Me las ingeniaba para irme a la Sierra (lo hice durante
varios años consecutivos) y, como un peregrino, pasar meses viviendo en
casa de campesinos, oyéndolos hablar, conociendo sus vivencias, sus
creencias, saboreando sus historias y su amor a los animales, con
quienes conversan y a la naturaleza en general; me parecieron seres
humanos dotados de una gran sensibilidad. Realicé en esa etapa 4
documentales sobre aspectos de la vida serrana, pero los tenía que
editar en la capital pues no había ninguna posibilidad en la provincia.
La
realidad de zonas intrincadas del país, que forman parte de la cultura y
estaban casi olvidadas por los medios, exponía complejidades que
impactaban más allá de lo epidérmico. Había no solo problemas
productivos (en este caso vinculado a la cultura cafetalera), sino
complejidades socioculturales que de no ser abordadas se perderían
esencias de nuestra identidad como Nación.
El país había
desarrollado una serie de iniciativas para mejorar la vida en las zonas
de montaña, denominada «Plan Turquino»; pero en mi opinión necesitaba
dársele una dimensión cultural a todo ese desarrollo, pues, de lo
contrario las carreteras que se estaban construyendo servirían no solo
para subir, sino para que los campesinos bajaran y abandonaran la
sierra.
Entre los objetivos estaba propiciar la transferencia
tecnológica a los habitantes de esas comunidades para utilizar la
técnica del video, dominar un lenguaje diferente: el lenguaje
cinematográfico y ser ellos quienes contaran sus propias historias. La
idea siempre fue que los campesinos y campesinas de esas montañas fueran
los futuros creadores de la TV Serrana.
Era y es también
repensar la Televisión como posible hacedora de obras artísticas, capaz
de dar participación a los espectadores en la búsqueda de los temas.
Lanzar una mirada al país desde una comunidad en la medida que esta se
miraba a sí misma y se reafirmaba como tal. Los años de trabajo en la
Televisión Nacional me demostraron que el proceso de producción, los
tiempos de realización, y la ineptitud de su aparato burocrático, hacen
que el espíritu creativo sea obviado y, en otras ocasiones, eliminado.
Desde
un inicio lo pensé como un proyecto cultural donde el documental nos
ayudaría a mostrar esas realidades y su poética. Con el tiempo pude
constatar que nuestra experiencia está de alguna manera relacionada con
la concepción sobre la creación poética expuesta por Paul Valery: «La
importancia de una obra, para el autor, está en relación directa con
aquello que de imprevisible le aporta en el proceso de su elaboración»
(Moguel, Julio. México 2009).
Presenté el proyecto a varias
instituciones, pero no aparecía el financiamiento ni para comprar una
cámara (era lo que pedía, pues lo editaría todo en La Habana). Había
problemas económicos en el país y, además, ¿qué era aquello de TV
comunitaria?, ¿qué locura es esa? Era como una aporía, pues no se podía
realizar desde el punto de vista racional. Loco, sí, puede ser que haya
que estar loco para dejar la capital, abandonar las comodidades, el
trabajo, y separarse de la familia en aras de cumplir un sueño.
A
veces pienso, se es un poco egoísta pues lo más importante es llevar
una idea adelante y no tenemos en cuenta que puede dejar algunas
desgarraduras; pero, cuando lo que se desea hacer, es pensando en el
bien de nuestro prójimo, en que puedan tener y conocer lo que otros
poseen y conocen, creo que todo se justifica, ¿o no? También, puedo
hablar, de los impulsos que vienen desde el corazón, desde lo más
profundo de un ser humano que la razón no entenderá jamás. Son como
chispas, te iluminan y despiertan, no admiten concentración en ninguna
otra cosa y te estremece cuando parece que se hará realidad: hay quien
le llama a eso, amor.
Escogimos el documental como forma ideal
para poder contar las historias que íbamos a mostrar primeramente a esa
comunidad y después al resto del país. Este género cinematográfico nos
permite demostrar lo que pensamos sobre los temas a tratar y su base es
la realidad misma y la búsqueda de la verdad, que siempre será la verdad
del realizador que estará más cerca de lo aparentemente intrascendente y
que forma parte de sus hábitos de vida. «…el documental es un rincón de
la Naturaleza visto desde un temperamento» (Rabiger, Michael. 1998).
Después
de largo tiempo de espera, pues el primer proyecto lo había presentado
en el 1986 a la dirección del Instituto Cubano de Radio y Televisión
(ICRT); en el 1991 fue expuesto ante el PIDC de la UNESCO, quien aceptó
la propuesta, enviando algunos especialistas de esa organización a
profundizar en el terreno lo proyectado, quienes al constatar la
posibilidad de realizar esta idea autorizaron el financiamiento para la
compra de equipamiento. Por otro lado, la dirección de la provincia
aportó los recursos para la construcción de cabañas y rediseñar una
vieja edificación, haciendo posible que el sueño comenzara a ser
realidad el 15 de enero de 1993. (Fue inaugurada oficialmente ese año
por Federico Mayor Zaragoza, quien era en ese entonces Director General
de la UNESCO, durante su visita a Cuba). La Televisión Cubana aportaría
los especialistas-instructores y el presupuesto.
Acepté ser el
director del centro, bajo la condición de seguir como
director-realizador, pues solo aspiraba a realizar documentales, hasta
que un amigo me preguntó: «¿Y si el que viene a dirigir no tiene tus
ideas, ni piensa como tú sobre la importancia del trabajo comunitario y
no busca tus mismos objetivos, qué vas a hacer?» No quería verme
involucrado en el papeleo burocrático. La burocracia va mermando la
sensibilidad del ser humano y lo reafirmé años después. Entonces creé
una estructura de solo tres personas en el aparato administrativo, no
habría jefes de redacciones por especialidades, y aplicaría el
multioficio con los trabajadores de servicio. Existirían tres
directores, dos editores, dos camarógrafos, dos productores y dos
iluminadores–choferes. Si necesitaba algún otro realizador lo contrataba
por el tiempo de servicio. Esto me garantizaba, que podía dedicar más
tiempo a su formación y profundizar en los nuevos conceptos.
Se
realizó una convocatoria en la provincia, en la que se seleccionaron no
solo a las personas con un buen nivel escolar, sino, y lo más
importante, a las que vivieran en las zonas montañosas, y fueran capaces
de entregarse a esta hermosa idea de ayudar a conocer y comprender a
los que no tienen las posibilidades de poseer un escaparate, ni ropa
para ponerse, que viven en pisos de tierra y paredes de tabla de palma,
no cuentan con inodoro, sino con letrinas confeccionadas con madera y,
por supuesto, ni siquiera conocían de las nuevas tecnologías, pero eran
poseedores de una gran humildad y guardaban valores humanos que han ido
desapareciendo; en fin, los futuros trabajadores de la TVS debían ser
personas con un alto grado de sensibilidad. Por ello, además de hacer
exámenes que nos permitieran acercarnos al nivel cultural de cada uno,
se realizaron entrevistas individuales permitiéndonos profundizar en el
ser humano. Era necesario conocer su comprensión del mundo campesino,
estar al tanto de sus inclinaciones culturales, ver como respondían ante
un poema o un párrafo de la literatura nacional y universal, en fin,
percatarnos, si tenían alguna fibra artística y estuvieran dispuestos a
comprometerse con esa realidad, después, trabajaríamos en su formación.
La vida nos recompensó con la elección que hicimos y, aunque hubo
pequeñas equivocaciones, el trabajo diario no nos dejó mucho tiempo
entre nosotros.
Siempre pensé que las mujeres debían formar
parte del equipo de realización, por lo que optaban por un espacio con
iguales posibilidades que los hombres. Solo la inteligencia, la entrega,
la sensibilidad y la audacia creativa decidirían quien quedaría
trabajando en la televisión. Con nosotros emprendieron este primer viaje
una editora, una directora y más tarde una especialista en la
fotografía.
Fueron seleccionados varios jóvenes de la montaña y
otros de Bayamo, la capital de la provincia, quienes sienten muy de
cerca, espiritualmente hablando, la vida serrana. Primero fueron
convocados a un taller que impartió el especialista mexicano en medios,
Virgilio Caballero quien tocó algunos de los elementos a tener en cuenta
para un trabajo de esa índole, después, durante tres meses comenzaron a
acercarse al mundo de la creación audiovisual en la provincia de
Holguín y otros tres ya en la sede de la TVS vinculando la teoría con la
práctica, para mí la fase más importante y difícil (ahí se encuentra la
base de nuestro Centro de Estudios para la Comunicación Comunitaria)
pues ya aquí se decidiría quienes quedarían trabajando en el proyecto.
Muchos
de aquellos jóvenes trabajaban por primera vez en sus vidas y otros
entraban en un mundo diferente al que habían conocido. Tenía la
obligación de formarlos como cineastas y trabajadores, teniendo en
cuenta la rigurosa disciplina a mantener para poder realizar un filme
con un mínimo de calidad y la libertad para la creación artística. Eso
conllevaba un esfuerzo desgastante. Solo fue posible porque estaba
convencido que se trataba de algo necesario y hermoso y mi confianza era
fuerte.
Recuerdo como parte de su formación una práctica que
quedó enraizada para siempre en la vida de esa comunidad audiovisual, y
fueron las tertulias nocturnas que se propiciaban durante las noches
oscuras de la sierra, donde se leían poemas, fragmentos de obras cubanas
y de la literatura universal, se escuchaba música, se cantaba
(fundamentalmente la nueva trova), se hablaba sobre las vanguardias en
el campo de la pintura y se hacía sentir un ambiente cultural que
pensábamos permearía a aquellos jóvenes con una mirada más poética de la
vida y los pudieran hacer encontrar las metáforas ideales para contar
historias. Se discutía de historia, filosofía, política y el tema de la
problemática nacional era abordado desde la perspectiva social que se
hacía presente en la comunidad.
Se crearon grupos de teatro en
el que los muchachos eran los actores de obras basadas en anécdotas del
pueblo, historias ligadas al misticismo de la zona y a los conflictos
ocurridos en algún paraje montañoso. Era, a la vez que se aprendía
dramaturgia y elementos de actuación, acercarnos más a la vida de los
serranos. En realidad esto nos ayudó mucho a ir creando un grupo de
trabajo con una mayor sensibilidad para captar la vida de la comunidad.
La
llegada de aquellos jóvenes peludos o con barba, que andaban en
sandalias (aún no tenían botas) y de las muchachas vestidas con short
(pantalón corto por encima de la rodilla), sin sostén, preguntando por
todas partes sobre la vida de los campesinos, con micrófono y una cámara
al hombro fue un impacto en la comunidad; pero poco a poco ganamos de
ellos la compresión a nuestro trabajo.
Se construyeron cabañas
para que vivieran los creadores y pudieran estar juntos mientras se
realizaban las filmaciones y ediciones de los documentales. Ello fue
dando cuerpo a esta Comunidad Audiovisual, donde viven, trabajan,
estudian, realizan cines debates, y reflexionan sobre todo lo humano y
divino, y crea una coherencia ética y una actitud estética ante la
realidad de la montaña con sus seres humanos y la naturaleza que es el
verdadero ecosistema, y donde se forman para poner el arte en función
del trabajo audiovisual comunitario y participativo.
Los meses
finales de estudios fueron decisivos, durante ese tiempo logramos se
entendiera lo que era una comunidad y lo que la diferenciaba de otras.
Insistíamos
que la comunicación debía ser dialógica y no fueran los especialistas y
las instituciones del poder, quienes decidieran que querían ver y oír
los serranos: Debía producirse un dialogo con ellos y fueran los que
sugirieran los temas a tratar. Esto era y es muy importante, pues el
tipo de comunicación que se establece verticalmente, sin tener en cuenta
las necesidades de la comunidad, al final se separa tanto de la
realidad que deja de cumplir su función comunitaria y la realidad, como
decimos los cubanos, siempre pasa la cuenta, o como aseverara el
sociólogo francés Pierre Bourdieu: «la venganza de lo real puede ser
despiadada» (Siglo veintiuno de España editores, s.a.)
Claro que
muchas veces estamos frente a un hecho cotidiano, y su cercanía al
asunto no nos permite ver la realidad o no la queremos ver, por ello
insisto en la necesidad de una investigación profunda sobre la realidad
en general y sobre el tema en particular. Fue el cineasta inglés John
Grierson quien, al acuñar el término documental, lo definió como «el
tratamiento creativo de la realidad», y para ello es necesario saber
cómo acercarnos a quienes van a ser objeto de nuestro trabajo: los seres
humanos o la Naturaleza, y a esta última con mayor inteligencia.
Compenetrarse
con el objeto o el sujeto deseado y el mundo que lo rodea; es una forma
de permearse con la realidad y sensibilizarse con la persona o personas
con las que tenemos en mente conversar. Mirar sus muebles, paredes,
tratar de ver las habitaciones, saber, en fin, como viven; pues ello
ayudará a establecer un diálogo más afable y comprensible.
Conversar
y no entrevistar, nunca imponer nuestra opinión, ni manipular, y si
vamos con una idea fija debemos saber escuchar bien, pues puede ser y de
hecho lo es, que tengamos una visión no muy profunda sobre el asunto
del que se trate. Solo la reconstrucción y agrupación de las respuestas
sobre el tema determinado nos irá dando el verdadero conocimiento sobre
el asunto que deseamos demostrar; pero para ello se debe ser muy
paciente, saber escuchar y mirar.
Trabajar con la realidad es
muy complejo, pues a veces hay quienes inventan y hacen ficción de su
realidad y eso es lo que nos cuentan.
Solo la más profunda
observación, unida a un conocimiento del tema obtenido por otras vías,
en las bibliotecas, la prensa, revistas, los documentales y películas
realizados sobre el tema, etc., nos irán guiando por los laberintos de
la verdad hasta encontrar la nuestra.
Para obtener un
conocimiento lo más profundo posible es necesario agudizar todos los
sentidos para que la realidad nos entre hasta por los poros. El
conocimiento se produce en la medida que uno se adentra en las esencias
durante la investigación. El arte, es una interpretación sintética de la
realidad y ese conocimiento se produce a través de los sentidos: mirar,
oír, palpar, oler. En el arte, la síntesis se logra a través del
conocimiento de las esencias.
Al adentrarse en la observación de
una comunidad es fundamental, observar, ¿qué le es común a todos sus
habitantes y qué la hace distinta a otras? Podemos tener en cuenta el
lenguaje, las construcciones de las casas, la forma de vestir, las
comidas, la organización comunitaria, la música, las fiestas, los
oficios, los sonidos, la educación, los juegos, la relación con la
tierra, los servicios, el cuidado del agua, los cultivos, la historia,
las carencias,… en fin. la vida cotidiana.
En las comunidades
campesinas o indígenas de difícil acceso no podemos olvidar sus raíces,
dadas por su cosmovisión, espiritualidad, creencias y mitos: ahí se
hallan sus esencias como grupo. Es lo que se ha dado en llamar el
pensamiento simbólico que es lo que produce el arraigo cultural.
La
cultura del país es consecuencia de los elementos que componen las
diferentes manifestaciones que acontecen en cada una de las comunidades y
conforman esa gran comunidad llamada Nación (tanto la rural, como la
urbana), por ello se hace imprescindible, que todas ellas sean parte del
conocimiento de todos, ninguna debe ser relegada al olvido, so pena de
que esa gran cultura sufra daños o se pierda y en consecuencia se deje
de saber quiénes somos.
Por eso soñé con la TVS, porque lo que
se transmite casi siempre por los canales nacionales está enfocado a
mostrar los hechos y fenómenos de las ciudades, y es producido en la
capital, originando una homogenización cultural, pues al no hablar de
las diferencias va empobreciendo la identidad nacional.
Por ello
fue importante la primera filmación que se realizó en la TVS. Era la
primera impresión y me inspiré en una canción, de moda por aquellos días
que se llamaba «Pura Imagen». Grabamos momentos sencillos, pero
cotidianos de San Pablo. Yo quería que aprendieran a observar esa
realidad y con aquel título decir algunos conceptos a tener en cuenta,
porque el cine es imagen, sonido, ritmo y respiración. En aquellos
momentos solo podíamos editar en las máquinas Super-VHS por corte y no
contábamos con generador de caracteres, ni podíamos hacer disolvencias,
entonces con un creyón de labios escribimos el título, que era el de la
canción, en un espejo, y grabamos las voces de una joven editora y el de
un futuro director. Ello les estaba diciendo, entre otras cosas, la
necesidad de usar la imaginación para sustituir la falta de tecnología.
Fue muy emocionante cuando con varios televisores colocados en la calle
del pueblo transmitimos nuestro trabajo. Los campesinos se miraban por
primera vez, ahí estaban sus casas, sus calles polvorientas, sus vacas,
sus mulos, sus comidas y fiestas. Estaban ellos y era como una mezcla de
sorpresa y admiración, desde ese momento y sin que lo supieran se
comenzaban a tener en cuenta ellos mismos: existían. Comenzaba el
proceso de elevación de su autoestima.
-------------------------------------Daniel Diez Castrillo (Cuba, 1946). Lic. Periodismo
(Universidad de La Habana). Documentalista, director de TV, grabador de
sonido y musicalizador. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de
Cuba (UNEAC), miembro de la Unión de Periodistas (UPEC), miembro del
Consejo Latinoamericano de Cine y Video de los Pueblos Indígenas
(CLACPI). Ha obtenido por su labor distintas condecoraciones como son:
la Distinción Nacional por la Cultura, Artista Laureado, la Orden «Juan
Marinello» por el trabajo en favor de la Cultura, la Medalla de la
Alfabetización, la Distinción «Feliz Elmuza», entre otras.