Visionarios: la imagen al interior de América Latina
I
La
localización de las zonas al margen, en tanto centros culturales de
primer orden, puede acarrear una nueva vuelta hacia el mero formalismo
vaciado de contexto. La construcción de una imagen que explosione sus
códigos de recepción establecidos, forma parte de la utopía
vanguardista que puede aún formularse en sectores diferenciados de la
élite cultural de cualquier geografía. Sin embargo, cuando se trata no
de quienes van en la vanguardia sino en las zonas limítrofes de la
cultura, la situación es mucho más compleja. Aquí se descubre una
palabra, una imagen, que no está contrapuesta frontalmente a la
oficialidad para reconducirla a un fin último. No se trata de una
restauración de la vida por y desde el arte. La novedad de esta muestra
audiovisual está hecha quizás de su mayor pobreza. La imagen aquí no se
tensa en la posibilidad latente, no conduce ni refleja un proyecto. Su
escritura es la de un palimpsesto primitivo, donde las yuxtaposiciones
se congregan sobre una misma pared.
Visionarios trata de tomar
el pulso a una producción viva, donde las obras no se dirimen
necesariamente entre temática y estilo. La inmediatez de este
audiovisual, en términos comunicativos, hace que la voluntad de estilo,
como se ha conocido tradicionalmente envuelta en la figura del autor,
se disuelva entre las segundas o terceras consecuencias de opciones de
otro orden. Lo cual no indica que el énfasis se de en el tema en
cuestión. Aunque el ámbito de la realidad abordado cuenta, sobre todo
en Latinoamérica, aquí la opción se ha hecho por el soporte. Sin
embargo, no podemos decir que se trate de cinematografía, si bien la
imagen del audiovisual parte del mismo principio, la sensibilidad que
se desprende y el uso del dispositivo es mucho más primitivo. No hay un
nexo directo con el cine, la experiencia a que mueve la obra se
desarrolla en un estadío anterior a toda la serie de distinciones
dramáticas en que se ha diversificado la cinematografía. Se localiza en
un terreno movedizo donde principio y fin aún no se determinan.
Por
otra parte, hacer de la diversidad extrema uno de los rasgos
distintivos de esta producción, puede ser cuestionado. Ella juega en la
zona del lenguaje de la pura indistinción, cada sonido/imagen aún no se
ha articulado en un código cierto. El criterio curatorial intuye el
fenómeno por la acertada proposición de lineamientos no taxativos a la
hora de conformar la muestra. El interés por lo sociopolítico no puede
eludirse porque el medio lo impone, tampoco las búsquedas a nivel
sensorial que se producen con suma libertad en cualquier ámbito de
Latinoamérica. De hecho la muestra no se limita en acopiar estos
ensayos visuales, que nunca se construyen al margen de los sentidos
sociales, y ello funciona como un escape ante el exotismo político de
buena parte de los enunciados con que se presenta a América Latina.
La
salida del enfrentamiento de polaridades contrapuestas del tipo forma
vs. temas de inserción social, favorece la emergencia de un decir donde
las problemáticas acerca del fenómeno de la cultura, se presentan sin
la distancia crítica que la modernidad tardía ofreció como herramienta
tanto al artista como al crítico. Es por ello que optar por el soporte
audiovisual no representa de una manera directa la salida de los
códigos del consumo. En esta muestra, las obras son productos que se
mezclan con las estrategias comunicativas de dominación global, para
crear un híbrido donde se esfuma la tensión entre obra y espectador.
Cada vez menos se puede penetrar a estos productos desde la distancia
conceptual educada en los circuitos de arte . Lo primario es una cierta
disposición a la escucha, que no comprende en primera instancia porque
que no hay nada que comprender; pero tampoco se emociona porque esa es
una sensibilidad abocada al cinismo de lo kistch, simplemente se conforma con aceptar cada discurso de la imagen como se acepta la inadvertida cercanía de un cuerpo extraño.
II
La
antología histórica elaborada por Arlindo Machado sienta las bases de
toda la polémica que puede suscitarse después acerca de la muestra. Su
propósito de buscar todo aquello que se salga de los parámetros más o
menos ya convenidos en tanto códigos de la aceptación internacional, es
una de las direcciones a que trata de apuntar su selección. Al tiempo
en que se configuran los nodos cruciales de una tradición preterida,
estos quieren establecerse de antemano como diferencia. En otras
palabras, se trata de situar estas obras en un campo de acción con
proyección internacional, al que ninguna perteneció en su tiempo.
Aunque más de una profese preferencias estilísticas dadas por el
momento, en general se trata de la indagación de una sensibilidad. El
énfasis en lo experimental pretende situar la producción de América
Latina en un curso histórico legítimo que reconoce las búsquedas
aisladas de liberación por la forma. En este sentido, es importante que
no fueran presentadas como curiosidades de feria dentro del contexto
americano. La selección se propone hacer lecturas de América desde la
experimentación, de modo que dejemos de concebir esta expresión como
mero formalismo que tiende o bien a las vanguardias europeas o a la
producción underground estadounidense. Todas se desarrollan en el mismo
ámbito de sensaciones visuales y sonoras que no alcanzan determinación
en la lógica discursiva ordinaria, tratan de reinventar el lenguaje
visual desde imágenes donde se hallan superpuestos y contradichos los
referentes inmediatos.
Paradigmas de lo experimental, una de las dos selecciones de Machado, abre la muestra con el corto O Patio de
Glauber Rocha. Uno de los ejemplos de gala de la figuración concreta
dentro del audiovisual en cualquier ámbito que se presente. El ser
humano no como espíritu sino como materia.
Pavimento-Vegetación-Hombre–Mar, se encuentran en el mismo nivel de
implicaciones morfológicas. De ahí que la música concreta sea el
correlato ideal para la imagen. Las sensaciones aludidas por el tacto
quedan ahogadas en la materialidad del discurso.
Cosmorama de
Enrique Pineda Barnet, desarrolla una imagen en evolución, esto es, a
través de la iluminación, la textura de la imagen y el sonido, abre las
líneas de fuerza de una temporalidad espacializada. Que en pez descanse
de Nela Ochoa, ni puramente experimental ni performático, en tanto
exponente de las dinámicas del cuerpo es un modelo de la mezcla de
discursos y movimientos, donde una historia de corte surreal al estilo
buñeliano, puede quedarse por debajo de sus referentes inmediatos y aún
así ser un magnífico exponente de la experimentación en los modos de
decir dentro de Latinoamérica. Espectador de Enrique Álvarez,
estaría por la misma línea en cuanto a la mezcla de discursos. En este
caso para poner en cuestión al espacio mediático, su
realidad/irrealidad y preguntar acerca de qué zonas del afuera
configura.
Casi todos los trabajos son piezas arqueológicas de
búsquedas inacabadas o interrumpidas en medio de procesos de desarrollo
cultural, que nunca llegaron al fin previsto en términos sociales.
Pertenecen a un contexto que debe evaluarse en el mismo espacio de los
arquetipos a que tiende, lo contrario puede desembocar en
consideraciones que reivindican autonomía, cuando de hecho es
plausible, pero sin la justeza de una comparación adecuada. El esfuerzo
por situarse en la misma línea cultural ya legitimada en otros órdenes,
no puede hacerse a un lado a partir de la validación a ultranza de los
contextos nacionales. Precisamente porque lo que empieza a tratarse
desde el soporte audiovisual, es la mezcla a veces indiscriminada y
aleatoria de estratos sociales y culturales de heterogéneas
confluencias.
Ofrenda de Claudio Caldini, Amina Mar de Miguel Alvear y Adán y Eva en el paraíso de Judith Gutiérrez
de Paco Cuesta, son de los que mejor explotan las potencialidades de la
imagen en movimiento sin circunscribirse a una tendencia específica.
Desde la textura de la imagen (Amina Mar), su luminosidad cambiante (Ofrenda)
y la representación de espacios en transformación por el dibujo al
interior del cuadro (Adán y Eva en el paraíso…). Todos ellos
representan búsquedas, para una nueva ilusión del tiempo.
La particularidad de que dichas selecciones se autotitulen paradigmas, los ejemplos anteriores dentro de Paradigmas de lo experimental y otra selección de seis trabajos como Paradigmas de la Latinidad,
señala la voluntad de resarcir los olvidos y a la vez fijar una
lectura oficial de los hechos. Empeño útil, no hay nada parecido que lo
preceda; pero cuyo mejor saldo sería poder dejar la puerta abierta a
otras selecciones justificadas desde otros puntos de vista.
Los
temas son extremadamente polémicos, por ejemplo, es inevitable si se
habla de latinidad no caer en el exotismo que el propio término
implica. Al respecto, la obra de J. Sanjinés Revolución es
ilustrativa, toma como eje dramático uno de los puntos cruciales del
continente: la pobreza. Sin embargo, ante el peligro de escenificar la
desgracia con formas lastimeras, Sanjinés se apropia del montaje
dialéctico de Eisenstein y subvierte por el formato total, estereotipos
que circundan estos ámbitos de realidad. La contrapartida a este tipo
de compromiso social en Revolución, a partir de la técnica en la obra, la desarrolla Marcha por la vida de
Gastón Ugalde, incluido también dentro de los paradigmas de la
latinidad. La precariedad del discurso y los símbolos, en función de
representar la opresión de una parte del pueblo boliviano, instituye
todo lo proscrito dentro de cualquier tradición cinematográfica
conocida. Es ilustrativo que esta pieza se incluya dentro de la
muestra histórica antológica, porque sienta las bases para comprender
toda una producción en la contemporaneidad, que se sabe “emergente” y
ha establecido puntos nodales a la hora de comprender, qué se debate y
cómo, en Latinoamérica, y desde cuánto tiempo atrás.
Del mismo modo, Reconstruyen crimen de la modelo
de Andrés di Tella y Fabián Hofman, apunta datos importantes acerca de
cómo se produce esta mezcla de discursos e imágenes desde el espacio de
la comunicación massmediática; sin subvertir radicalmente sus
estrategias de lenguaje, pero al mismo tiempo haciéndolas colisionar
con sus propios límites comunicativos. Chapucerías de Enrique
Colina, es uno de los pocos donde se demuestra el dominio del
dispositivo fílmico para trastocar sus fines. El absurdo social
convertido en una ficción documentada y la perspicacia de las imágenes,
elaboran una meta-reflexión desde el soporte. Un ejercicio digno de
fundar escuela, porque ante todo es una manera de narrar.
El
resto de las muestras presentadas hacen una selección del 2000 en
adelante. Elias Levin (Centro América, México), expone sus dos
selecciones de obras (No zapping y Otras Convergencias),
bien hiladas al ensayo curatorial que las sustenta. El hecho de
proponer como eje conceptual/dramático la desaceleración, implica una
correspondencia en el conjunto que no es de orden estilístico ni
temático. Desacelerar el proceso, resulta una estrategia de
articulación de las posiciones del cuerpo/espectador y del
cuerpo/presentado, en una relación donde la lentitud, más que una
distinción de orden narrativo, y por tanto del discurso comprensivo,
funciona como el pacto de tolerancia hacia un rostro desconocido. Su
propósito radica en crear un modo de relación contrapuesto a los modos
que favorece y construye la producción massmediática del consumo
ordinario. Con un recurso aparentemente tan simple como la
desaceleración o lentitud, se logran coordinar dinámicas que son
propiamente corporales conjugadas con el medio audiovisual; de manera
que se pierde la referencia inmediata al performance documentado, uno
de los orígenes visuales de esta particular lentitud en el campo de las
artes plásticas.
Las diferencias en cuanto a la técnica están
muy bien registradas, se utiliza desde lo más avanzado en el digital
hasta el mecanismo de la cámara oscura; no obstante, casi todas las
obras apuntan a una sensibilidad bastante homogénea. En lugar del
espectáculo técnico, la tendencia sociológica aplicada a los temas
actuales, configura la imagen en el espacio intermedio entre el mensaje
directo y la imagen seducida de los massmedia. Sucede entonces que ya
no afecta desde la seducción, todo lo contrario, puede llegar a
producir aversión en los casos extremos, donde el video ha sido lo
suficientemente arriesgado como para dejarse llevar por estos
intermedios irresueltos de la imagen.
La particularidad de estos
lineamientos, permite salir de los modos repetitivos en que se ha
esquematizado el discurso audiovisual en América Latina, desde la
dimensión crítica de izquierda. Un padecimiento que comparten el resto
de los ámbitos artísticos. Lo cual, visto desde esta selección, porque
en buena medida lo trastorna, se convierte en otro de los estereotipos
repetidos sin un análisis específico desde la producción. La imagen
aquí propuesta, no pertenece a izquierdas ni ha derechas, desarrolla la
posibilidad de una frontera movible, circunstancial, a todas luces
contradictoria a la hora de fabricar generalizaciones históricas de
pretendidas explicaciones exhaustivas.
Aunque sin
particularizar en el tipo de relación específica que se establece desde
el soporte, en la misma línea se inserta la selección de Marta Lucía
Vélez (De 0 a 4000 m.s.n.m. Una mirada vertical). Los dos
segmentos en que se divide su selección, quizás pecan en la proyección
curatorial, de una forzada distensión entre los localismos y la
internacionalización del discurso. Estados Alterados pretende
agrupar todo un conjunto de obras bajo el criterio de la justificación
por el contexto, esto es, que cada una alcanza la explicación de su
discurso en el lugar específico donde se concibió. Un criterio que
representa una de las maneras de lecturas de la producción
latinoamericana en estos espacios, pero que tiene el peligro de caer en
la ausencia de discriminación como una estrategia de permisividad casi
absoluta, algo que conllevaría al acostumbrado “todo vale”, que ha
estas alturas ya ha demostrado sus aristas perniciosas. De Dominio Público, el otro segmento de la selección, se establecería en la contraparte diametralmente opuesta a Estados Alterados,
al menos a juzgar por el criterio propuesto para unificar al conjunto.
El eje central del proyecto sería la trascendencia, sin restricción,
del discurso local; ya sea por la escritura visual o porque los temas
son de un interés sociológico que se sale de las particularidades del
contexto, todas las obras estarían abocadas a una suerte de lenguaje
internacional. El interés por parangonar esta producción con lo ya
legitimado, es un propósito perfectamente lícito y un intento necesario
para romper esquemas sobre los modos de hacer en Latinoamérica. El
problema está cuando la amplitud de miras se convierte en un optimismo
a ultranza, puesto que, en sentido general favorece a un tipo de
comunicación o de imagen audiovisual, conformada como espacio sin
proyecto, esto es, sin futuro, y por ello sin un movimiento interno que
induzca valor.
La elección de Jorge La Ferla Al sur del Cono Sur (Argentina,
Chile, Uruguay y Paraguay), ronda la producción audiovisual,
enfatizando en los referentes ya construidos y pertenecientes a una
tradición específica de la imagen. Las historias mínimas esbozadas se
pueden circunscribir al territorio público o privado sólo desde la
reseña más inmediata, porque en primera instancia pertenecen a un
tejido visual preelaborado. Aquí se muestra otra zona de América
Latina. La elaboración del discurso opera desde la ausencia de
referente directo y a partir de la sensación visual massmediática como
espacio de interrelación con lo real. Un modo de apropiación, donde la
imagen se superpone entre las mediaciones interminables de otras
imágenes/reflejo, que constituyen por sí mismas los contextos
manipulables de estratos diferenciados de sentido.
Se trabaja
desde una mixtura referencial, que pudiera explicarse desde el concepto
de intertextualidad posmoderno, pero que en este caso, debido a la
proyección curatorial de La Ferla, se articula como espacio de la
reivindicación ética de la experimentación frente a los códigos del
consumo. Una postura que rememora la pretensión izquierdista de muchas
transformaciones de la vanguardia histórica, donde el reordenamiento de
la realidad desde el arte, constituye el primer paso hacia una
transformación efectiva del entorno social. No sorprende que este sea
el acento que distingue la selección y a Visionarios en
general, lo curioso es que dicha concepción de la imagen audiovisual,
no se ubique en cuanto a temática y estilo, dentro de los anhelos de
transformación o de alternatividad, que caracterizó en su momento la
renovación de videastas de la primera mitad del siglo XX y principios
de la segunda. En este sentido, es que se percibe un vacío referencial,
que podría inducir a la configuración de las nuevas Máquinas e Imaginarios (segunda
selección de La Ferla) de una zona del continente Americano, donde el
desarrollo económico marca derivaciones muy específicas del conjunto
cultural social.
La inclusión de Brasil dentro de este compendio
del audiovisual latinoamericano, marca pautas diferenciadas. La
selección de Roberto Cruz “Trópicos Audiovisuales”, no representa uno
de los pocos trabajos panorámicos sobre el tema, más bien se inserta
como continuación de compendios abarcadores como el realizado por
Arlindo Machado Made in Brasil – Três Décadas do Video Brasileiro (2007).
Por ello, aunque las obras presentadas por Roberto Cruz tienden a la
heterogeneidad, sin reconocer materias o tópicos específicos, hay una
lógica de admisión que se sale de la particularidad de esta muestra y
se inserta dentro de los lineamientos fundamentales de una historia de
la imagen audiovisual en Brasil.
Las manifestaciones repetidas
que configuran características generales, serían, entre otros, la
importancia de las actuaciones escénicas; cuyo referente primario esta
en los performance documentados, que se han traducido en un modo de
captar la realidad que desarrolla una dramaturgia interna a partir de
la dinámica de los cuerpos. Por otro lado, se encuentra el énfasis en
los recursos tecnológicos, algo que implica, paradójicamente, no tanto
el avance indiscriminado hacia una perspectiva de futuro tecnócrata,
sino más bien la apertura de nexos directos con las renovaciones
históricas del mismo Brasil en el lenguaje videográfico. Otro elemento
que sirve de base para comprender los presupuestos de elección, está
dado en el reconocimiento de la importancia de los trabajos en grupos
de creación o colectivos artísticos. Además del recurso ideológico de
la identidad colectiva firmando las producciones de este tipo, las
especificidades del intercambio colectivo producen revisitaciones al
lenguaje audiovisual de los códigos del consumo. Preterido al interior
de estos espacios artísticos, en tanto modo de comunicación directo,
las obras aquí expuestas trabajan más que con una sensibilidad
específica, con códigos de la información massmediática.
III
La
probabilidad real de una imagen al interior de América Latina, que de
algún modo contraponga un tipo de identidad o diferencia, es por sí
mismo un propósito que se sale de la racionalidad propia del medio de
las comunicaciones en que vivimos – aunque no pertenezca Latinoamérica
al primer mundo. El tejido audiovisual genera sus propias estrategias
discursivas, está dado en la cotidianidad de la vida contemporánea como
el terreno previo condicionante a las posibilidades de discurso actual.
Reconocerlo entonces como terreno más que como tipo de representación u
objeto acabado, es fundamental a la hora de acercarse al imaginario que
despliega. Se trata de reconocer la textura de un nuevo tipo de
realidad, la de la imagen audiovisual, que en el desarrollo de la
técnica de las comunicaciones, configura sujetos y experiencias a
través de espacios de relación inéditos.
Tanto el video arte,
el cine experimental, o el amplísimo término de arte digital, son
espacios de producción con una historia definida, en contextos
específicos de tiempo y espacio, pero cuyo escrutinio estilístico nunca
quedó perfectamente delimitado. Las obras plásticas producidas en el
nuevo contexto técnico del audiovisual se agrupan por el soporte, por
la materia, cada vez menos por diferencias de tipo representacional o
temática a las que en última instancia siempre se recurre con vistas a
un orden mínimo al interior de una muestra. El medio audiovisual es una
materia pre-elaborada, pre-sentida dentro del espacio ambiguo de la
comunicación massmediática. Guarda la clave de sus referentes al
interior de un mundo elaborado desde circunstancias técnicas que
disponen una particular relación con el entorno vital del hombre,
precisamente porque dicho entorno se configura en el espacio de las
mediaciones de la imagen tecnificada. No concurre ni lo público ni lo
privado, al menos en polaridades contrapuestas que catalogan con
demasiada facilidad los espacios traspasados. Se trata de la
exterioridad pura de espacios que no están dentro ni fuera. Donde lo
íntimo no pertenece a nadie en concreto. La imagen se mueve en el
intermedio de la indefinición, no es anónima ni directamente
referencial, más bien una mezcla de ambos que traduce indiferencia y
ausencia de caracteres. Nada de lo cual demerita su ser artístico, en
este medio se encuentra buen arte, porque es una producción que sabe
localizar la zona del peligro.