Llamarse Hitler puede ser apacible

Por Johan Moya Ramis

¿Que sería de nuestras vidas si nuestros padres nos hubiesen puesto por nombre Hitler? Esa es una de las interesantes preguntas que nos sugiere el documental Dos Hitleres de la cineasta uruguaya Ana Tipa. Sin grandes pretensiones conceptuales o estilísticas, con una narración bien sencilla, el documental se propone explorar la vida de dos personas a las que les pusieron por nombre Hitler, algo poco común desde de la segunda guerra mundial hasta la fecha. Desde el inicio del filme la música nos anuncia que no hay nada trágico en lo que vamos a ver, ya que el título puede colocar a muchos espectadores ante la sorpresa o el estupor. La historia se mueve más bien en un aire de comicidad marcado por la música y las escenas -en su mayoría testimoniales- que invitan a una indagación psicológica. Otras, de carácter más cinematográfico, propias del documental, fueron creadas para dejar que el espectador juzgue por sí mismo cómo funciona la vida cotidiana de estos dos individuos. Uno es oficial retirado de la policía, sensible, dado al amor y la poesía y el otro, es un pequeño comerciante, adicto al trabajo, que gobierna con mano dura a su familia. Cada uno de ellos vive bajo el peso de llevar el nombre de uno de los genocidas más grandes de la humanidad. Por momentos, en estas últimas escenas mencionadas se pueden apreciar pequeños descuidos en el ajuste de la cámara y movimientos de la misma que afectan algunos de los planos. Por otra parte, la prolongación de los travellings en determinadas zonas del documental hace que la trama se dilate innecesariamente y carezca de interés, lo cual denotan la necesidad de un mejor trabajo en la edición. Sin embargo, la autora consigue de forma elíptica, una indagación honesta, excluida de todo dramatismo, aderezada por su aire de comicidad, sobre las causas y los efectos de llamarse Hitler y cómo ha repercutido eso en la vida de estos hombres, ya fuese en su profesión o su vida familiar y sentimental. La historia se va desempeñando en el presente ante el espectador a un ritmo variable, entre la música y el sonido de los ambientes, marcada por el diario vivir de los personajes que durante el documental narran aspectos de su vida, inmersos en sus rutinas. El pasado solo se percibe a través de lo que nos cuentan de ellos. Algunos objetos enfocados en primer plano sirven de alusión o referencia a lo que el entrevistado va narrando de sí mismo. Sobre esta base se va armando el relato de manera tal que el guión no se disgrega y se mantiene el hilo de la narración. Como trabajo, podemos decir que la opera prima de Ana Tipa cumple muy bien con la definición de documental que diera Grierson en cierta ocasión, al expresar que se podía definir como “un tratamiento creativo de la realidad”.