ACTUALIDAD

Entre los gritos y los susurros

Por Leandro Arteaga
El primer premio en la 4ª edición del Concurso Nacional y Federal de Estudios sobre Cine Argentino – Biblioteca ENERC/INCAA le correspondió al rosarino Fernando Varea por El cine como eco: Vaivenes de la lengua en el cine argentino; junto a Lucas Martinelli por Fronteras de exclusión y fronteras sexuales en el cine argentino 1965-2012, y una Mención del Jurado para Paulo Pécora por Súper 8 Argentino Contemporáneo. El dictamen del jurado –integrado por Alejandra Portela, Fernando Martín Peña y Paula Vázquez Prieto– destacó en el trabajo ganador “una premisa original y bien conducida: los usos de la lengua en las películas argentinas. Trabaja con abundantes ejemplos desde la década del treinta hasta el presente. El recorrido es transversal con una prosa atractiva y accesible. Hay varios hallazgos en la lectura de las películas trabajadas”.

“Te vas a reír por el tiempo que pasó, pero el disparador del trabajo fue el Congreso Internacional de la Lengua en Rosario, en 2004. Entre las mesas redondas hubo una sobre la lengua y el cine. Recuerdo haber visto en algún canal de cable algunas de las exposiciones de esa mesa, donde entre otros estaba Carlos Sorín, y me surgieron ganas de investigar. Empecé a escribir, y el trabajo pasó por varias versiones. La idea es reflexionar sobre cómo se ha usado la lengua en el cine argentino a lo largo de los años y sobre los cambios que hubo, de todo tipo, a partir de modas, costumbres, o por cuestiones ligadas al contexto político y social”, explica Fernando Varea a Rosario/12.

Docente y periodista, entre los trabajos de Varea destacan El cine argentino en la historia argentina 1958/1998 (1999), Rosarinos en pantalla (2008, junto a Alfredo Scaglia), y El cine argentino durante la dictadura militar 1976/1983 (2008). Su manera de ahondar en el cine argentino además de informada es siempre perspicaz, y en el caso de su nuevo trabajo el eje está en un lugar tal vez desatendido o no profundizado, como el uso del idioma: “En este recorrido, por supuesto hablo mucho del tango y de personajes tan queridos e importantes como Niní Marshall, cuyas frases o latiguillos pasaron a ser parte de nuestro idioma”, continúa.

-Pienso en lo fascinante de esa época, cuando el cine sonoro argentino se fue modelando y encontrando una fisonomía propia.

-Una característica del cine argentino es que siempre estuvo muy ligado a la radio y a la llegada de miles y miles de inmigrantes. Muchos de ellos no conocían el idioma, y la radio y el cine servían para difundirlo, incluso para oficializar cómo se lo hablaba en la calle y en la vida cotidiana. Figuras intelectuales como Borges no veían con buenos ojos al personaje de Catita, y algunos tangos tuvieron problemas de censura en la radio. Más allá de lo que figuraba en los diccionarios o en los discursos, el cine era un medio para propagar el idioma que realmente se hablaba, y para que el público se identificara. Pero a partir de mitad de la década del ‘50 hubo cambios de distinto tipo. Hay casos que remiten a palabras, como sucede con una película policial como Sección desaparecidos (1956) o una comedia como Isabelita (1940), con Paulina Singerman. Hoy uno dice este nombre e inevitablemente piensa en Isabel Perón, y con “desaparecidos” uno piensa en los desaparecidos de la última dictadura. Por eso, en el trabajo analizo qué pasa con algunas palabras y cómo algunos diálogos van reflejando esos cambios. En fin, todo eso hasta llegar a esta época, donde destaca lo que se denomina lenguaje inclusivo, que no aparece todavía demasiado, por lo menos hasta cuando escribí el trabajo, hace dos años.

-Entre los descubrimientos o cuestiones que te llamaron la atención, ¿cuál podrías comentar?

-Me da la impresión de que el cine de los ’80, muy gritado y estentóreo, con mensajes muy remarcados, probablemente haya sido así porque veníamos de una etapa de silencio y censura. Había una necesidad de gritar, había bronca. Hasta una película humorística como Esperando la carroza (1985) tiene esa cosa medio cruel de la crítica gritada y expresada de una manera casi agresiva. En el cine de los ’80 tiene que haber un mensaje o una reflexión muy clara, porque si había una sutileza podía ser entendida como cobardía o miedo. Eso fue cambiando con la nueva generación y con las películas que se hicieron a fines de los ’90. Hay un capítulo que titulo “De los gritos y los murmullos”, donde se pasó a darle valor al murmullo, a los diálogos que no se entienden bien porque la atención está en otras cosas, como en el clima que se genera en la escena, algo evidente en el cine de Lucrecia Martel. También porque hubo cambios en los sistemas de sonido de las salas y las películas se podían escuchar mejor.

El cine como eco será publicado dentro de unos meses, y ojalá encuentre el escenario deseado por el autor: “Cuando el libro esté editado, mi sueño es que se pueda presentar y mostrar de manera presencial, tal vez en algún festival. Son sueños que uno tiene, en estos tiempos tan difíciles”.

(Fuente: pagina12.com.ar)