publicación No. 7

  ISSN 2218-0915
Memorias de la esclavitud en el Caribe y en el Congo: Rue Cases-Nègres de Euzhan Palcy y Lumumba de Raoul Peck
Lieve Spaas
Con la excepción de Cuba, el cine hecho por caribeños es principalmente un fenómeno que data de 1980. Las pocas películas que emergieron en ese periodo lo hicieron sin una infraestructura de producción o distribución.

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Sin importar qué evento contemporáneo domine las narrativas caribeñas, la memoria de la diáspora afrocaribeña sigue emergiendo como aquel que sustenta la identidad de las diferentes naciones. El cine del Caribe no sólo evoca la memoria de la esclavitud, también denuncia cómo la esclavitud luego de su abolición ha persistido insidiosamente. Dos célebres películas caribeñas que son particularmente relevantes en este aspecto son Rue Cases-Nègres (1983) de Euzhan Palcy, basada en la novela y de Joseph Zobel Callejón Choza Negra (1953) y Lumumba (2000) de Raoul Peck, inspirada en el asesinato de Patrice Lumumba, el único Primer Ministro elegido democráticamente en El Congo. La película está emplazada al lado opuesto de la diáspora negra: Rue Cases-Nègres muestra como la liberación de los esclavos en Martinica hizo poco por cambiar las condiciones de vida de la gente, mientras Lumumba revela cómo en el Estado Libre del Congo la colonia, establecida bajo la farsa de abolir la trata de esclavos árabes, estableció condiciones de trabajo que ascendían a la esclavitud. Ambas películas ganaron considerable fama internacional, continúan siendo exhibidas con frecuencia y se han convertido en puntos de referencia para el cine de la diáspora afrocaribeña.

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Rue Cases-Nègres describe la vida diaria de la gente en esa calle, un microcosmos de la sociedad colonial caribeña con sus jóvenes y viejos, sus hijos, sus colonizadores blancos y sus muchos tipos de negros caribeños. La narración es una poderosa alegoría de la historia martiniqueña, representada por el viaje de José a la adultez. José vive con su abuela, Amantine, en la Rue Cases-Nègres, y es vecino de un viejo, Monsieur Médouze. Ambos Amantine y Médouze trabajan en la plantación de caña de azúcar por un salario ínfimo, que apenas les permite sobrevivir, y en el caso de Amantine para cuidar de su nieto

A través de las historias del pasado que le cuenta Médouze, la identidad de José se sustentará en un imaginario, aunque real, lugar de origen: África. […] La historia se refiere a una patria perdida y a una identidad que nunca podrá ser recuperada. […] Médouze no es muy preciso con respecto al país; él habla simplemente de “África”. Las primeras capas de la identidad – familia, villa y país- han desaparecido; los descendientes de esclavos se han convertido todos en “africanos”

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Ninguna otra película captura tan poderosamente el pasado perdido y la ruptura histórica de los caribeños o restaura lo que ha sido llamado “plenitud imaginaria”. Para el espectador de Martinica Rue Cases-Nègres representa un acontecimiento importante: “Llevando esta novela, que es al mismo tiempo una novela sobre las raíces y sobre la educación, a la pantalla su realizador aborda lo que puede ser la parte más intimidante de la conciencia antillana.”. La película fue aclamada como el comienzo de un nuevo cine caribeño de la diáspora. Pero esto no ocurriría. La promesa que la película generó ha permanecido incumplida. El mismo Palcy fue a Hollywood a hacer películas.

Con Rue Cases-Nègres Palcy ubicó a Martinica en el mapa del cine mundial. Raoul Peck haría lo mismo por el cine haitiano con su Lumumba (2000). Mientras Palcy captura la vida diaria de los esclavos sacados de África y traídos al caribe, Peck ubica su película al otro lado de la diáspora y en lugar de evocar la inespecífica “África” de Médouze, posiciona su película en una nación específica de África, la ahora República Democrática del Congo, una antigua colonia con una particularmente trágica historia.

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Si la película de Palcy hace énfasis en el hecho de que las vidas de los esclavos liberados no son mejores que durante la esclavitud oficialmente reconocida, la película de Peck revela que el “África”, idealizada por Médouze, es aquí una nación donde la esclavitud permanece en todo menos en nombre. […] El Congo obtuvo la independencia el 30 de junio de 1960 pero poco después Patrice Lumumba fue brutalmente asesinado luego de solo cuatro meses en su oficina como Primer Ministro. Lumumba llegó a simbolizar un ideal y un rayo de esperanza para África y su gente dispersa, que la trata de esclavos había cruelmente transportado.

Para los haitianos la figura de Lumumba no puede sino recordarles a su gran padre libertador: Toussaint L’Ouverture. Lumumba no había cometido ningún crimen: este fue un asesinato político. El hecho se mantuvo rodeado de misterio y las preguntas importantes como quiénes fueron los verdaderos asesinos de Lumumba y quiénes ordenaron su ejecución, permanecen sin respuesta. […] Lumumba no solo fue salvajemente asesinado, su cuerpo sin vida fue hecho pedazos y desaparecido. No se dejó rastro. Los asesinos habían esperado que desaciendose del cuerpo borrarían también la memoria de Lumumba; pero eso no ocurrió. Lumumba encarnaba una visión muy importante del Congo; él no solo era una persona, sino un ideal que personificaba la independencia, la libertad y la igualdad. Lejos de ser olvidado, Lumumba se convirtió en una figura mítica y en un verdadero héroe.

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Las dos películas ilustran diferentes formas de la diáspora, la ruptura y discontinuidad para la gente alejada por la trata de esclavos a América y la de aquellos que se vuelven “otros ” en su propia nación, sometidos a la más extrema explotación que asciende a la esclavitud, pero que no lleva ese nombre.

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