“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

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  • Leiqui Uriana, la primera wayúu que se empeña en narrar su cultura bajo una mirada cinematográfica

    La cinta rueda, ella observa. Por el lente de la cámara pasa toda una cultura y es la suya: la wayúu. No puede ser de otra manera. Esta es la historia de quien es llamada la primera mujer cineasta indígena de Venezuela. Este es el cine según Leiqui.

    El primer contacto que tuvo con una cámara fue hace 12 años, ella tenía 22. Era una joven del barrio Indiomara de Maracaibo, criada en la cultura guajira, un pueblo nómada que se mueve en la península de la Guajira entre Venezuela y Colombia. “Fueron a mi sector unas personas a grabar un programa de televisión. Yo estudiaba enfermería y me ofrecí a acompañarlos después de una asamblea. Me sorprendió el proceso de grabación, de edición y de depuración, cómo se construye una historia narrativamente”, afirmó Leiqui Uriana desde Colombia, donde vive y trabaja actualmente.

    El vínculo comenzó con esa visita. Ella fue la traductora para el equipo, que resultó estar liderado por Xavier Larroque, un cineasta y antropólogo que dirigía el programa Venezuela adentro. Él y los otros realizadores trabajaban para el canal venezolano ViveTV.

    Leiqui se dio cuenta de que a través de una imagen se pueden transformar vidas y la suya cambió para siempre. No quería ser una mujer que viene al mundo solo a casarse y a tener hijos. Quería luchar por su cultura, por sus raíces, quería darlas a conocer. Explicarlas a un mundo que vive con ella, pero que no la entiende.

    Nacida en Maracaibo, capital del estado Zulia, en 1983 y con doble nacionalidad (venezolana y colombiana), Leiki pertenece al pueblo indígena Wayúu y su clan es Sijono. “Estudiaba Enfermería porque en los hospitales se pasan muchas necesidades, muchos wayúu no hablan español”.

    La invitaron al canal. Le mostraron cómo se editaba y cómo era el proceso de hacer un programa.

    La wayúu les compartió una cinta sobre un velorio en La Guajira, dicha ceremonia la había grabado junto a un primo. “Me dijeron que el material estaba buenísimo y ahí nació un programa que se llamó Noticiero indígena –se emitía dos veces al mes–”.

    La joven de tez morena, contextura gruesa y ojos achinados abandonó los estudios de enfermería y decidió entrar a la Escuela de Comunicación. Desde entonces, comenzó un proceso creativo que no ha parado. Hoy es graduada de Escuela de San Antonio de los Baños, en Cuba, y vuelca toda su creatividad en la difusión de la cultura de su etnia wayúu desde su mirada, desde su imaginario.

    Para los wayúu, la Guajira es una sola, pero el mundo se ha empeñado en colocar una línea divisoria que separa la venezolana de la colombiana.

    A partir de 2004 y hasta 2007 trabajó para el canal de televisión venezolano Vive Tv, en la dirección y producción del programa Noticiero Indígena.

    “Muchas personas me ayudaron, me prepararon, me entusiasmaron”, señala.

    Quizá en un principio no era el propósito de Leiqui hacer cine, pero sí quería colaborar con transformar el mundo para mejor, era un deseo de proyectar los problemas de su pueblo y, sin duda, la experiencia en Cuba fue un gran acierto.

    Entre 2005 y 2007 participa en varios largos documentales en las áreas de producción, asistencia de dirección, traducciones y sonido en las películas El cartero Wayuu de Alejandra Fonseca (2006), El niño Shúa (2007) de Patricia Ortega, en la producción de 7 capítulos de la serie Juegos tradicionales Wayuu de Elizabeth Pirela (2008), y en el cortometraje Majayut de Elizabeth Pirela y Luis Socarrás, en los largometrajes El terminal de pasajeros de Maracaibo (2006), Shawantama’ana, Lugar de espera de Yanilú Ojeda y participó en la serie documental En tránsito (2009) de Mabel Paredes. También realizó la dirección de tres capítulos de la serie documental Ser un ser humano, en Colombia, proyecto promovido por la EICTV en 2011.

    “La de Cuba era una escuela muy diversa y, en consecuencia, el reflejo de un mundo muy diverso. Había franceses, italianos, australianos, guatemaltecos, brasileños, colombianos, ecuatorianos, nicaragüenses y de muchas otras partes. Lo que más me gustó es que podía aprender a transmitir un sentimiento. Y eso es lo que persigo. En Maracaibo, por ejemplo, conviven wayú y alijunas, pero nadie sabe de nuestra cultura. Solo dicen por ejemplo que si a un guajiro lo matan en la calle le van a cobrar la sangre, pero no entienden exactamente cuál es la creencia. No saben el porqué del dote guajiro. Todo lo que hacen es crear una barrera imaginaria entre las dos culturas. El cine es una gran herramienta para romper esas barreras”, reflexiona.

    Leiqui enfrentó el choque que significa para una mujer indígena mezclarse con otros estudiantes que provenían de diferentes lugares del mundo, conoció y se sumergió en el cine documental que es su pasión.

    Su visión trascendió mucho más allá de explicarle a los marabinos quiénes son los wayúu. Ahora la idea de Leiqui de propagar su cultura abarca al mundo entero, convencida de que su etnia solo puede ser contada desde el imaginario de alguien que vive inmerso en su propia cultura.

    Recuerda que una de las cintas que vio sobre su cultura denigraba la figura de la mujer. “Veía esa película y lloraba. Ese es el imaginario del director… En ese momento, entendí que una película es una flecha directa al corazón. Necesitaba hacer películas porque mi pueblo no podía seguir representado de esa manera”.

    Se considera una artista que tiene como bastón la cámara, la que asume como su fusil, su herramienta de lucha, pues el cine es un arte también, desde cualquier punto que se vea, es una arte individualista. Ella hace un documental con una idea, pero cada uno de los espectadores puede recibir un mensaje completamente distinto y este es el mundo donde Leiqui se abre paso.

    Magnolila del Mar y Patilla y Limón son ejemplos de lo que busca Leiqui con su trabajo. Reflejan la cotidianidad del pueblo wayúu, sus modos de vivencia y sus medios de sustento.

    Es fundadora y líder de la Escuela de Comunicaciones del Pueblo Wayúu, un proyecto dirigido a jóvenes y también creó la Fundación Audiovisual Wayaakua en Maracaibo, además de organizar y promover el Festival de Cine Indígena de Venezuela. Porque además de ver en el género cinematográfico una ventana para asomar al resto del mundo a su cultura, también lo considera una herramienta para formar a otros jóvenes en un arte que funciona como vehículo para preservar y desmitificar las costumbres de un pueblo.

    “Es un proceso binacional. Formamos a paisanos en el mundo del cine tanto de Colombia como de Venezuea. Se trata de una red, de un colectivo y yo formo parte de él. Tenemos el apoyo de organizaciones wayúu, Ministerio de Cultura de Colombia y próximamente también de la UNESCO. Somos 12 organizaciones activas que forman parte de la red”, explicó.

    Muchos le dicen la primera cineasta indígena, pero ella que ha estudiado cine sabe que no es así, otros paisanos suyos también han tocado ese terreno, pero sí es pionera en el proyecto de expandir su cultura y sin duda es la primera mujer indígena en estudiar cine en la universidad.

    Leiqui plasma la idea de un pueblo, el suyo, el wayúu, una de las etnias que más crecen de acuerdo a la UNESCO. No tienen un líder único o cacique. Son nómadas porque en la Guajira hay poca agua y se mueven con el ganado en busca del preciado líquido.

    Luego del encuentro del realizador australiano Rossell Porter con una campesina Keniana en 1983 donde le dijo: “Usted es un ser humano: por lo tanto, lo que tenemos en común es inmenso y lo que nos hace diferente es muy interesante”, se realizó una serie documental en que se abordan los temas amor, cultura, sustento, fe, miedo y esperanza. Un retrato colectivo de la humanidad en la primera década del siglo XXI. Ser un ser humano, capítulo "Guajira", retrata al pueblo wayuu en el amor a la identidad mucho más allá de la vida y de la muerte, el miedo a la extinción ante el gran modelo de desarrollo y la esperanza de cultivar en nuestros niños la cosmovisión y el valor de nuestra cultura.

    Camina por entre sus paisanos indígenas, los observa, los interpreta y muestra su contenido a otra sociedad en una lucha por acercar dos mundos. Es una vocera de toda una cultura. Uno de sus trabajo “Usted es un ser humano”, basado en el encuentro del realizador australiano Rossell Porter con una campesina keniana en 1983 donde le dijo “Usted es un ser humano: por lo tanto, lo que tenemos en común es inmenso y lo que nos hace diferentes es muy interesante”, representa lo que Liqui quiere.

    La película no dejará de girar mientras sea necesario proyectar el amor, la cultura, la fe, el miedo y la esperanza de una población. Ella retrata al pueblo wayuu en el valor a la identidad mucho más allá de la vida y de la muerte, el miedo a la extinción ante el gran modelo de desarrollo y con la esperanza de cultivar en sus niños la cosmovisión y el valor a su cultura. Este es el cine wayúu, este es el cine según Leiqui Uriana.

    (Fuente: noticiaaldia.com)


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