“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

NOTICIA


  • Las dos Fridas, nueva película sobre la pintora mexicana

    PARÍS (Proceso).– «Todas las enfermeras que me traen roncan». Suena dura la voz de Frida Kahlo. La cámara da vuelta alrededor de la cama con dosel en la que esta acostada, y enfoca a Judith.

    «¿Cuál es su experiencia, Judith…?».

    No se suaviza la voz de Frida. Se endereza Judith. Está de pie ante la ventana de la recámara, a la vez tímida y resuelta, prudente y atrevida.

    «Estudié en el hospital San Juan de Dios de Costa Rica y en el Memorial Hospital de Nueva York… Conozco las técnicas soviéticas de rehabilitación…», responde.

    «Ya las muchachotas me dijeron de ti… Pero quiero saber cuánto cobras…», sigue preguntando Frida con el mismo tono de voz.

    Judith contesta sin contestar:

    «Si yo pudiera no le cobraría. Lo que más quiero es ayudarla.»

    No se conmueve Frida. Más inquisitiva aun, indaga:

    «¿Eres comunista?.»

    Judith sigue contestando sin contestar :

    «Soy una escorpión.»

    Frida calla unos segundos y replica:

    «Lo tengo que consultar con mi marido.»

    No queda el más mínimo matiz de soberbia en su voz. Sólo se percibe un gran cansancio.

    Esa primera cita de Frida Kahlo con Judith Ferreto en la Casa Azul de Coyoacán es la escena que abre Dos Fridas, de la realizadora costarricense Ishtar Yasin Gutiérrez. La película, que aún no tiene fecha de estreno, fue presentada a Proceso por su autora en proyección privada.

    *    *    *

    La luz que inunda la recámarra de la pintora es melancólica y el ambiente muy  singular. El encuentro se percibe  a la vez esencial, real e irreal. No es una recreación formal de la entrevista entre la artista  y su enfermera. Es tan sólo el recuerdo de ese momento que Judith guarda en su memoria.

    Los caminos de Frida Khalo y Judith Ferreto se cruzan por primera vez en el Hospital Inglés a mediados de 1949. Judith cuida a Carmen Lyra, una gran intelectual costarricense, comunista y feminista exiliada en Mexico, que fallece en  mayo de ese mismo año. Frida aguanta más o menos estóicamente una de sus multiples hospitalizaciones.

    Ambas mujeres se vuelven a ver poco tiempo después en la Casa Azul, en una cita de trabajo al cabo de la cual Frida contrata a Judith.

    Empieza entonces  una relación densa entre la pintora y su enfermera que se convierte en una amistad tan compleja como explosiva. Judith y Frida, respectivamente interpretadas por la muy talentosa actriz portuguesa, María de Medeiros y por la misma Ishtar Yasin, tienen casi la misma edad. La primera nace en 1907 y la segunda en 1908, pero las dos afirman haber nacido en 1910, año de la Revolución mexicana.

    «Es difícil imaginar a dos personalidades más antagónicas –insiste Ishtar–. Frida es puro deseo, pura pasión. Se come la vida de un bocado. Es desenfrenada. No tiene límites. Está ebria de libertad. En cambio Judith es pura disciplina, puro rigor. Es obsesiva con el orden, la limpieza, la higiene. Es una enfermera profesional de alto nivel, pero muy rígida. Por si eso fuera poco, es  una comunista auténtica, algo cuadrada pero con una gran ética revolucionaria. Estuvo en la Unión Soviética y tiene un sentimiento agudo de la entrega a una causa, inclusive del sacrificio por una causa.»

    Enfatiza:

    «Muy pronto se crea  entre las dos una especie de correlación de fuerzas, un juego de poder a veces bastante cruel, al tiempo que les va uniendo una gran dependencia mutua. Cuando esa dependencia se vuelve invivible, Judith se regresa a Costa Rica. Frida muere poco después.»

    Con el curso de los años, sin embargo, Judith va aprendiendo de Frida.  Deja de lado su tiesura, y al final de su vida, después de sufrir un grave accidente de coche que la deja con la columna vertebral destrozada, padeciendo los mismos dolores que Frida, se identifica totalmente con su «heroína». Vive en una casita en Costa Rica. Se viste como Frida. Se peina como Frida. Se pinta el entrecejo como Frida. Lleva puestos los anillos que le regaló Frida. Se desconecta de la realidad. Sólo existen sus recuerdos de vida con Frida. Y al igual que la pintora, muere sola con su xoloitzcuintle, nieta de Capulina, la perrita de la artista…

    *    *    *

    Es con el prisma de los recuerdos de Judith Ferreto que Ishtar Yasin cuenta la historia de Dos Fridas y compone un largo poema cinematografico en el que se mezclan tiempos, ensoñaciones, pesadillas, mitos, imaginación, realidad.

    «La película es un ir y venir entre el  pasado  y el presente, es el fluir constante de un nuevo tiempo creado y vivido desde la memoria hasta que finalmente Judith se sumerge en el mundo de la imaginación y ya no sale más», dice Ishtar.

    La realizadora pule cada plano de su cinta,  logrando una belleza formal que  recuerda  las imágenes de Nostalgia, de Andrei Tarkovski.

    «El cine es antes que todo imagen visual y sonora –afirma–. Yo sólo introduzco diálogos cuando los siento indispensables. Tarkovski es por supuesto una referencia para mí. Tambien lo son, entre varios otros, Luis Buñuel, Federico Fellini e Igmar Bergman, en particular Fresas salvajes y de Roberto Gavaldón, pienso en Macario.

    Y en seguida agrega:

    «Lo que más me inspira en las obras de estos grandes artistas es su libertad creativa. Me ayudaron a encontrar mi propio lenguaje cinematográfico y mi propio estilo. En Dos Fridas me di la libertad de experimentar. No me apegué a un flujo narrativo continuo y prescindí de una estructura en tres actos con fórmulas teóricas pre-establecidas. Opté por renunciar a toda cronología y dejé de lado el tiempo lineal. Me apasionó entrecruzar tiempos y distintas dimensiones de la realidad, del inconsciente, de la memoria, y lo hice para generar en el espectador una experiencia a la vez emotiva y reflexiva.»

    Y subraya:

    «Esa libertad es arriesgada. Me fue difícil conseguir apoyo en muchos concursos de América Latina porque mi proyecto de Dos Fridas no calza con esa estructura aristotélica y estas ‘reglas’ que aún prevalecen en nuestro continente. Nadie sabe cómo encasillarla. La película no corresponde a género alguno. No es un drama, ni una comedia, ni un documental…»

    Ishtar Yasin  confiesa que lleva unos 35 años conviviendo con Frida Kahlo. La pintora la cautivó mucho antes de que la fridamania se abatiera sobre el mundo.

    «Tenía quince años y vivía en Costa Rica cuando mi abuela me enseñó una reproducción de El venado herido. Me trastornó. Nunca más volví a sentir una emoción parecida ante una obra de arte», confiesa antes de seguir contando:

    «Cuando dos años más tarde, en 1985, me fui a estudiar a Moscú, me llevé esa imagen que me acompañó a lo largo de toda mi estadía en la Unión Soviética. Mientras más veía esa pintura más se volvía apremiante la necesidad de escribir sobre Frida. En 1992 me lancé con una obra de teatro, Noche de Cadabra, sobre la identidad femenina, en la que uno de los ocho personajes era Frida, y en 1996 con otra obra dedicada a ella, Árbol de la esperanza. Leí todo lo que se puede leer sobre ella. Fue realmente una investigación científica sobre ella y sobre su obra. La lectura de El pincel de la angustia de Marta Zamora resultó determinante porque me reveló la existencia de Judith Ferreto.»

    En ese entonces ya empezó a pensar en un guión para el filme.

    *    *    *

    El hecho de que Judith fuera costaricense como ella le pareció «una señal del destino». También fue crucial el encuentro con Li Sáenz, sobrina-nieta de Ferreto, quien le reveló sobre su vida hasta la muerte:

    «Li, quien participó como colaboradora especial del guión, me describió a su tía con lujo de detalles –enfatiza la cineasta–. También me ayudó mucho una larga entrevista que Martha Zamora le hizo a Judith en México, poco tiempo despues de su accidente de coche. La fue a visitar al hospital y habló largamente con ella.»

    Prosigue:

    «Ese ‘encuentro’ con Judith en realidad me abrió el camino hacia Frida y me convenció de que la protagonista de la película no tenía que ser Frida, sino Yudy, como la llamaba Frida cariñosamente. No me interesaba en absoluto reconstruir la vida de ‘la pintora latinoamericana más célebre del siglo XX’. Me  pareció, por el contrario, apasionante acercarme a ella a través de la fascinación que ejerció sobre Judith y –¿por qué negarlo?–, a través de la fascinación que ejerce sobre mí. No dejan de impresionarme las huellas que dejó Frida en la  vida de Judith. Esa identificación absoluta de Judith con Frida sigue siendo para mí un misterio y me permitió abordar la paradoja de una ‘racionalidad mágica’.»

    Ishtar Yasin nunca pensó filmar en la Casa Azul, que consideró «desalmada», después de tantas remodelaciones. Escogió una casa antigua en una colonia de Azcapotzalco que le permitio crear «el mundo lírico de ensoñaciones, el espacio interior que necesitaba».

    Ese lirismo que envuelve Dos Fridas  se topó sin embargo con la cruda realidad mexicana: Ishtar recuerda con sudor frío «una situación difícil» que vivió con  los actores y los técnicos de la cinta en el estado de Guerrero. Cuenta:

    «Acabamos de filmar una escena importante en una espléndida hacienda un poco apartada, cuando vimos acercarse un coche con unos individuos agresivos a bordo. También oímos disparos. María de Medeiros estaba en camino hacia el hotel. Me entró una terrible angustia. El gerente de producción salió para  hablar con esa gente. La policía se movilizó de inmediato porque estábamos bajo protección de las autoridades locales. Se nos recomendó encerrarnos en la hacienda y no movernos. La policía nos habló vagamente de enfrentamientos entre pandillas… y de un cadáver en la carretera…»

    Se rie aún nerviosa:

    «Llamé a María. Me dijo que acababa de llegar al hotel, que había divisado algo extraño en la carretera muy oscura, un animal muerto quizás… También dijo que sentía un ambiente pesado. Casi dejé de respirar. ‘No pasa nada’, le contesté, ‘pero métete en tu habitación y no salgas’. Afortunadamente fue todo. No pasó a mayores.»

    Mucho más grato resulta el recuerdo de la filmación de la última escena de Dos Fridas que se realizó en las Grutas de Cacahuamilpa:

    «A todos nos conmovió hasta el tuétano encontrarnos en el lugar mismo donde se filmó Macario con la maravillosa fotografía de Gabriel Figueroa.  María de Medeiros no daba crédito. Las grutas son de una belleza que nos dejó sin palabras. Era el decorado ideal para ese viaje al inframundo que hace Judith antes de morir.»

    Según narra, Ishtar Yasin partió de dos cuadros de Frida Kahlo: el primero, La mesa herida, una pintura desaparecida que la pintora donó a la Unión Soviética durante la época de Stalin, y el segundo, uno muy singular, Moisés o Núcleo Solar,  para construir esa escena final. En este último, inspirado por un libro de Sigmud Freud, Moisés y el monoteismo, la artista representa a Moisés recién nacido acostado en su cuna. Tiene el rostro de Diego Rivera y está rodeado por una multitud de personajes históricos, dioses, héroes, filósofos, políticos, líderes religiosos.

    En Dos Fridas son menos numerosos los personajes que acogen a Judith en el Inframundo:

    «Escogí a los que pertenecen al mundo de Frida y Judith y también a mi propio mundo. Corresponden a la necesidad profunda que sentí de plasmar la historia en la que les tocó vivir. Sin estos personajes, la película hubiera estado incompleta. En todos mis trabajos para cine y teatro me interesa partir de lo íntimo para llegar a lo más épico.»

    En esa escena bastante surrealista comparten un banquete Karl Marx –interpretado por Maurico Jiménez–, Sigmund Freud (Luis de Tavira), Carmen Lyra (Vicki Montero), Diego Rivera (José Sefami), así como León Trotstki, la Adelita, Tina Modotti, Angelina Beloff, André Breton y  Jacqueline Lamba (quien viajó con Breton a México en 1938), Yolanda Oreamuno, Antonin Artaud, Yuri Gagarin, Julio Antonio Mella y Charls Chaplin (que sirve el vino).

    «Todos ellos son la historia de Frida y Judith. Tejieron la historia de toda una generación, y la de mi generación también. Pertenecen a ese siglo XX tan absolutamente caótico, con sus tinieblas y sus grandes utopías, con la nostalgia romántica de un tiempo que se fue.

    Después de un momento de reflexión, Ishtar Yasin concluye:

    «Me pasó algo bastante extraño con Dos Fridas. Fue sólo después de haber terminado la película que me di cuenta de la importancia simbólica que inconscientemente le di a Judith. Ahora lo veo con más claridad: el destino Judith Ferreto es como la premonición del ocaso de una época.»

    (Fuente: plumaslibres.com.mx)


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