“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

NOTICIA


  • Anaïs Taracena, historias contadas y otras por develar
    Por María Grant

    La joven realizadora y productora guatemalteca Anaïs Taracena es la directora de "El silencio del Topo", obra ganadora del Premio Coral Especial del Jurado de Largometraje Documental en el reciente 43 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

    Tras recibir la noticia, ella que no pudo viajar a la capital cubana, escribió en las redes sociales: “(…) Elías Barahona protagonista junto a otras personas, estaría muy feliz (…) La película es también la historia de muchas personas, historias que no han sido contadas, que han querido ocultar. Pero es también un homenaje a las personas que arriesgaron sus vidas para documentar y registrar lo que ocurría en sus territorios (…)”.

    Interrogada ahora rememora que, aunque en la casa solían ver alguna película, en su familia nadie es aficionado al cine; ni su padre, historiador, ni su madre, bibliotecaria, tuvieron nunca en sus manos una cámara de filmación. A su papá le gustaba hacer instantáneas familiares y quizás por eso, explica, primero se inclinó hacia la fotografía.

    Lo que siempre hubo en su hogar fueron cajas de disímiles libros, apuntes, documentos que guardaba su papá quien permanentemente andaba buscando, tal vez, pienso yo, por su afición a la historiografía. Y eso sí atrajo a la pequeña Anaïs: ir tras datos, tras historias del pasado, lo que está, digamos, en su ADN.

    No obstante haber crecido en Costa Rica -país en el cual radican una hermana y su madre, de origen francés-, hace 10 años que reside en Guatemala de donde es oriundo su padre. Muy chica, también vivió en México.

    A Anaïs Taracena la conocí en mi casa en 2015, cuando estuvo por primera y única vez en Cuba para participar en el taller Nuevas Miradas de la Escuela Internacional de Cine y TV (EICTV). Paralelamente investigó en archivos cubanos para enriquecer su ya concebida idea de realizar El silencio del Topo.

    Conocía de mis vínculos profesionales y personales de tres décadas con Barahona, quien recibió en 2014 la distinción Félix Elmuza, que concede el Consejo de Estado a propuesta de la Unión de Periodistas de Cuba.

    Por eso me visitó y conversamos mucho. Aquella noche me hizo varias preguntas que intenté responder a la inquieta muchacha, cuyo fresco rostro guardé por siempre en mi memoria. Hoy nos volvemos a encontrar, pero virtualmente. Ahora soy yo la que pregunta y ella la que me devela incógnitas de su vida y obra.

    María Grant (MG): A propósito de la película El silencio del Topo, basada en la vida del periodista Elías Barahona Barahona, ¿cree haber sorteado los riesgos de llevar al cine una historia de vida? ¿Cuáles fueron los principales obstáculos?

    Anaïs Taracena (AT): Elías sabía que la historia del Topo era realmente digna de una película, no sólo me había pedido a mí que lo filmara, incluso antes de conocerme, sé que estuvo en contacto con otros jóvenes cineastas guatemaltecos a quienes se lo sugirió.

    También él escribió memorias, tiene además el libro "El aprendiz del Topo", de ficción, concebido en tercera persona. Esto aparece en la propia filmación, pues un amigo le dice que su vida es como para escribir un guion de cine. Y sí, esta historia se merecía realmente una película. En mi caso, hice un documental que es el lenguaje con el que me gusta trabajar.

    Y tuve obstáculos… En realidad, cuando nos conocimos, filmé a Elías unas pocas veces, todavía no tenía conciencia de qué iba a hacer. Sabía que quería registrar, que lo quería captar, pero no que sería un documental. Y la idea realmente nació cuando Elías fallece.

    Al comentárselo a la gente, me decían: pero qué complicado es una película sobre una persona que ya no está, una obra situada -además- en un período del cual casi no hay imágenes de archivo en Guatemala, cuyo principal problema es el acceso, pues tal vez todavía hay algunas, pero están perdidas, esparcidas y no necesariamente se pueden consultar.

    Ese fue uno de los grandes obstáculos: no tener iconografía suficiente para contar esa historia de época, de Elías. Y al mismo tiempo querer hacerla con testimonios de otras personas que me la narrarán y que éstas decidieran salir en el documental, hablar de esos hechos, de esa etapa en Guatemala que no siempre es fácil, justamente.

    Pero esos obstáculos fueron los que me llevaron a encontrar la forma de la película, la esencia, y que ésta fuera el hablar y tocar el tema del silencio, de los silencios y, al mismo tiempo entender que la búsqueda tenía que ser parte de la película y tener más esa mirada desde el presente, contemporánea, como un diálogo generacional.

    MG: En cierta ocasión, refiriéndose al ya desaparecido Noticiero Latinoamericano del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), Alfredo Guevara expresó que dicho espacio se había concebido para actualizar la labor del cineasta, de dar a conocer la historia que ya no la hacen sólo los historiadores, sino quien recoja la realidad inmediata, de acercarse a la situación viva.

    En tanto usted se propuso con "El silencio del Topo" visibilizar una parte menos conocida de la historia más reciente de su país, Guatemala. ¿Cree que sea posible desarrollar nuevos proyectos similares por usted y otros cineastas guatemaltecos?

    AT: Definitivamente pienso que no solamente los historiadores asumen materia prima para deliberar sobre la historia. Diversos artistas lo hacen, no solo en el cine, pero en el cine obviamente al trabajar con imágenes, en el proceso de edición, se hace una reflexión muy profunda acerca del tiempo y finalmente hay mucha gente que dice: el cine en sí es memoria.

    Creo que en los últimos años, en América Latina hay una tendencia de mucho cine documental que aborda temas del pasado, históricos y "El silencio del Topo" forma parte de ella. Ahora, pienso que el cine te permite asumirlos de una forma artística y no desde las ciencias sociales.

    En realidad, desde que decides dónde situar una cámara, qué o no poner y cómo filmarlo, hay una mirada subjetiva. Y lo que yo quería que en "El silencio del Topo" esa subjetividad fuera asumida, que se entendiera que hay una mirada, que hay una forma de concebir las cosas.

    Resulta obvio que me tocó hacer una investigación seria y rigurosa sobre ese período específico de Guatemala, pero ahí están mi punto de vista, mi forma de interpretar la historia, mi decisión de salirme de lo políticamente correcto, como también las historias tan personales y profundas de las personas que son protagonistas del documental.

    Porque no es esa memoria oficial promovida por el Estado, sino la de los relatos individuales, la que forma la memoria colectiva.

    Tampoco quería caer en narrativas que, en los últimos 25 años en Guatemala debido a la guerra, estamos asumiendo desde la victimización. Considero que eso le devuelve mucha dignidad a la historia de cada persona y es, en cierta forma, una manera de asumirse como sujetas y sujetos políticos.

    La película gira mucho en la palabra, en la memoria oral, que además no se le da un lugar en los espacios públicos y oficiales. Es la posibilidad de asumir los matices, las dudas, las complejidades humanas e inclusive los errores, de asumir una postura sin tener miedo.

    Finalmente, es una narrativa que le da cabida a la imaginación, a las metáforas, a la poesía, a las sensaciones que componen nuestra memoria, que igualmente es corporal, sensorial y para mí era importante trabajar desde las sensaciones en El silencio del Topo.

    MG: ¿Cuáles motivos y circunstancias propiciaron que usted se convirtiera definitivamente en una cineasta?

    AT: Estudié ciencias políticas. Esa es mi formación principal, la cual no ejercí mucho. Fue a los 25 años que yo filmé por primera vez. Ya hacía fotografía análoga, y me encantaba el cine documental, pero vengo de una generación en la que no necesariamente uno decidía, bueno, voy a estudiar cine. No, no había tantas carreras ni tantas opciones. Y fue poco a poco, que me motivé.

    Me encantó hacer mi primer cortometraje que se llama "De tripas corazón", muy artesanal, empírico e instructivo. Pero no terminaba de “mandarme al agua”, por así decirlo. Y siento que cuando determiné empezar la investigación para "El silencio del Topo", paralelamente hacía cortometrajes y ahí me fui afianzando, como teniendo más seguridad en mí misma y, al mismo tiempo, me fui formando.

    Entonces, hace como ocho años decidí que me gustaba, que para mí el cine documental no es como un oficio -hasta resulta difícil vivir económicamente de esto-, es decir, constituye también una forma de relacionarme con el mundo.

    Y no es que a las cinco de la tarde cierro mi oficina y ya se acabó por esta jornada. No, es 24 sobre 24 horas, siete días sobre siete… Es estar pensando en archivos, en generar imágenes, proyectos. Siento que ya no hay vuelta atrás. Me gusta mucho y espero poder seguir haciéndolo en los años venideros.

    MG: Hábleme sobre otras mujeres realizadoras guatemaltecas.

    AT: Hay muchas realizadoras guatemaltecas, varias haciendo cine documental y también películas de ficción, tanto cortos como largometrajes. Lo que sucede es que nos toca irnos haciendo el camino, obviamente creo que hay otras que nos lo han abierto, al igual que nosotras se lo estamos abriendo a más mujeres.

    Sucede que en Guatemala, por la escasez de fondos y lo complejo que es montar un proyecto, resulta muy difícil terminar un largometraje; no somos muchas las que lo logramos, creo que somos cinco o seis nada más. Hay más mujeres que los tienen en proceso, y algunos de éstos a veces demoran seis, siete y ocho años para materializarse. Entonces nos toca empezar por hacer cortometrajes.

    Ahora hay diversos espacios, como los de formación, incluso de formación puntuales, sólo para mujeres. También existe una muestra de cine hecho por mujeres, hay fotógrafas, editoras, productoras. Entonces ahí vamos y, obviamente, no deja de ser un gremio y un ambiente donde la mayoría son hombres e incluso las plazas técnicas son ocupadas por ellos.

    Puedo mencionar algunos nombres: Camila Urrutia, Izabel Acevedo y Ana Bustamante realizadoras de largometrajes. Están también Daniela Sagone y Cecilia Us. Pamela Guinea es productora de películas, entre otras, guatemaltecas y mexicanas.

    También quisiera referirme a Carla Molina, directora de fotografía de "El silencio del Topo", que tiene varios cortos. Además, está la Colectiva Lemow, conformado por un grupo de cineastas mayas. Y podría mencionar muchas, muchas otras mujeres muy talentosas que están haciendo cine.

    MG: ¿Cuáles directores, extranjeros y/o guatemaltecos, le inspiraron su filmografía?

    AT: Reitero que no estudié una carrera de cine en sí, entonces no tengo una formación tan amplia de historia del cine, pero sí logré entrar en contacto con los clásicos. Hay cineastas que vi y me gustaron, aunque no conozca la totalidad de su filmografía e inclusive digamos me inspiraron con El silencio del Topo.

    Rithy Panh que es un cineasta de Cambodia, me gusta muchísimo; también Albertina Carri, de Argentina, que hace un cine rebelde, osado, y experimenta nuevas formas y lenguajes.

    De Centroamérica, Marcela Zamora de El Salvador, apenas mayor que yo, para mí es una inspiración, la mujer centroamericana que más ha realizado largometrajes. Ella, muy valiente, trabaja temas de memoria, derechos humanos y abrió caminos en la región.

    De Tatiana Hueso, mexicano-salvadoreña, vi igualmente todas sus películas y lo que me cautiva en su caso es que tiene una forma de trabajar tremendamente específica, la parte de escritura, en donde los bordes con la ficción son difusos.

    Y en cuanto a los clásicos, Chris Marker y Agnès Varda son una referencia sin lugar a dudas.

    Aquí en Guatemala no necesariamente tenemos tantas opciones de recibir Master Class, talleres. Entonces lo que hago es acceder a Internet para oír pódcast sobre y de cineastas. Disfruto escucharlos a ellas y a ellos, porque me inspira, me motiva y me genera muchas preguntas.

    MG: ¿Sus próximos proyectos?

    AT: Estoy terminando un cortometraje sobre derechos humanos que se llama Tras la vida. Trata de una madre hondureña que emigró a México desde hace 11 años para indagar por su hijo desaparecido en la ruta hacia el Norte y que, en su búsqueda durante todo ese tiempo, se convierte -digamos- en la cara visible, la vocera de migrantes desaparecidos en México.

    De este tema casi no se habla, pues se abordan mucho las desapariciones en México, en especial las forzadas, pero no necesariamente sobre las personas migrantes desaparecidas en tránsito por México.

    Ya estoy empezando a escribir mi siguiente largometraje, que será un documental más ensayístico; trata sobre los volcanes, es una reflexión sobre nuestra relación con ellos, cómo nos vinculamos y cómo éstos ejercen una influencia sobre nosotros como sociedad. Hay un magnetismo energético innegable.

    Crecí en Centroamérica y en menos de mil kilómetros hay más de 100 volcanes, sólo en Guatemala existen 37, y obviamente son parte de nuestra cotidianidad. Esta película será una forma de abordar el territorio.

    Esa es la idea que trabajo ahora, por lo que será un largometraje más ensayístico, con uso y reúso de imágenes de archivo. Quiero buscar metáforas poéticas y políticas para contar. Es una forma más amplia de pensar nuestras historias y nuestra memoria, pero desde el territorio. Se llama "El palpitar de los volcanes".


    (Fuente: Prensa Latina)


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