“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Trago Comigo, introducción a la época de la dictadura militar en Brasil
    Por Bruno Carmelo

    El largometraje de ficción brasileño Trago Comigo, de Tata Amaral, abre con un estilo de falso documental. Telmo (Carlos Alberto Riccelli) es entrevistado por un equipo de periodistas sobre su compromiso político durante la dictadura militar. Él recuerda los hechos, mas no consigue recordar la historia de una ex novia, Lia. ¿Por qué no la recuerda? Con los ojos nublados, el personaje debe convivir, por una parte, con el dolor de recordar una época traumática y, por la otra, el dolor de no acordarse de una relación amorosa.

    La directora Tata Amaral se mueve rápidamente en el terreno del metalenguaje del cine dentro del cine. La cineasta habituada a este tipo de referente histórico prefirió realizar, esta vez, una mezcla de artes; en este caso ideó una pieza de teatro dentro del filme. Telmo es un famoso dramaturgo que, como parte de su búsqueda personal decide crear una autobiográfica teatral para exorcizar los fantasmas del pasado. Trago Comigo podría ser minuciosamente desmenuzada por un psicoanalista, con sus descripciones de traumas, actos fallidlos, proyecciones y transferencias mentales. Mas el filme tiene su dimensión más accesible al público en su vertiente pedagógica.

    Esta es, de hecho, una ficción que asume su lado educativo. Cuando Telmo le enseña a los jóvenes actores poco politizados como funcionaba la lucha armada, la estructura de la escena se asemeja a la clase de un profesor en el aula. Por ello, los alumnos resultan ignorantes de los acontecimientos; repiten los mismos errores, para que el profesor repita la lección: “¡Yo no fui terrorista, sino guerrillero!”, explica. En definitiva este recurso es parte de los mecanismos de la enseñanza: utilizar los ejemplos más claros posibles para permitir una comprensión inicial de un tema complejo.

    Pero el didactismo del proyecto tiene sus ventajas y desventajas, por un lado hace que la película resulte accesible y agradable, sin la densidad real de una clase de historia. Pero por otro lado, impide profundizar en fenómenos más complejos de orden político y social. Lo mismo ocurre con las opciones narrativas: por un lado, la reducida representación de tipos sociales (el guerrillero, el actor burgués, el actor suburbano, la actriz/amante) permite que toda la sociedad sea contemplada desde el pequeño palco de la directora. Por otro lado, la limitación psicológica de los personajes es evidente: con la excepción del protagonista, y no se logra una razonable profundidad psicológica en el resto de los personajes.

    Felizmente, Trago Comigo cuenta con la actuación precisa de Carlos Alberto Riccelli, capaz de transmitir con sus expresiones el dolor y la rabia de aquellos tiempos, cuyas imágenes no aparecen. El personaje resulta aún más difícil por la artificialidad de su concepción: a juzgar por la dirección y puesta en escena resulta difícil de creer que el personaje de Telmo sea un dramaturgo experimentado. Por su parte Felipe Rocha hace lo que puede para hacer creíble al joven destinado a servir como el ejemplo contrario. Selma Egrei tiene una participación especial simple pero eficaz.

    Tal vez este proyecto no rebase sus intenciones expositivas inmediatas pero tampoco pretende hacerlo. Su lucidez consiste en tener conciencia de esta limitación, explorando al máximo las capacidades escénicas y políticas del dispositivo. De modo lúdico, el filme cumple sus objetivos.

    Trago Comigo, Introdução à ditadura militar
    By Bruno Carmelo

    Esta ficção se abre em estilo de falso documentário. Telmo (Carlos Alberto Riccelli) é entrevistado por uma equipe sobre seu engajamento político durante a ditadura militar. Ele se recorda dos fatos, mas não consegue resgatar a história de uma ex-namorada, Lia. Por que não se lembra dela? De olhos marejados, o personagem deve conjugar a dor se lembrar de uma época traumática, e a dor de não se lembrar de um relacionamento amoroso.

    A diretora Tata Amaral avança rapidamente pela metalinguagem do filme-dentro-do-filme. A cineasta habituada a este recorte histórico prefere fazer uma mistura de artes, no caso, propor uma peça de teatro dentro do filme. Telmo é um famoso dramaturgo e, em sua busca pessoal, decide criar uma peça autobiográfica para exorcizar os fantasmas do passado. Trago Comigo poderia ser minuciosamente destrinchado por um psicanalista, com suas descrições de traumas, atos falhos, projeções, recalques, transferências. Mas a dimensão acessível ao público é sua vertente pedagógica.

    Esta é, de fato, uma ficção que assume seu lado educativo. Quando Telmo ensina aos atores, jovens pouco politizados, como funcionava a luta armada, a estrutura assemelha-se ao discurso do professor numa sala de aula. Convenientemente, os alunos são ignorantes a ponto de repetirem os mesmos erros, para o professor sublinhar a lição (“Eu não era terrorista, e sim guerrilheiro!”, explica). Afinal, este é o mecanismo da didática: usar os exemplos mais claros possíveis para permitirem a compreensão inicial de um tema mais complexo.

    O didatismo do projeto tem suas vantagens e desvantagens. Por um lado, torna a obra acessível e agradável, sem o peso solene das verdadeiras aulas de história. Por outro lado, impede o aprofundamento em questões mais profundas, de ordem social e política. O mesmo ocorre com as opções narrativas do projeto: por um lado, essa redução em tipos sociais (o guerrilheiro, o ator burguês, o ator suburbano, a atriz/amante) permite que toda a sociedade seja contemplada no pequeno palco de Tata Amaral. Por outro lado, a limitação psicológica dos personagens é evidente: com exceção do protagonista, nenhum deles consegue ganhar um aprofundamento razoável.

    Felizmente, Trago Comigo conta com uma atuação precisa de Carlos Alberto Riccelli, capaz de transmitir em expressões a dor e furor daqueles tempos que não aparecem em imagens. O personagem torna-se ainda mais difícil por sua artificialidade: visto o nível da direção de atores e da mise en scène de Telmo, é difícil crer que ele seja um dramaturgo experiente. Felipe Rocha faz o que pode para tornar palatável o jovem destinado a servir como contraexemplo – hoje em dia, ele seria provavelmente chamado de “coxinha”. Selma Egrei tem uma participação especial simples, mas eficaz.

    Talvez o projeto nunca transcenda suas intenções expositivas imediatas. Mas ele não pretende fazê-lo: sua lucidez consiste em perceber esta limitação, explorando ao máximo as capacidades cênicas e políticas do dispositivo. De modo lúdico, o filme cumpre seus objetivos.

    Resumen por: Fidel Jesús Quirós (traducido del protugués)

    (Fuente: AdoroCinema)


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