“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA


  • Stop Motion en Cuba: El arte de darle vida a una esponja
    Por María del Carmen Ramón, Ladyrene Pérz

    Quienes han visto películas como La novia cadáver, Frankenweenie, King Kong o la cubana Veinte años, no imaginan lo compleja que puede ser una técnica como el stop motion, un procedimiento utilizado desde el lejano 1900; pero que sigue siendo un referente para no pocos cineastas por la visualidad que devuelve en pantalla.

    Paciencia, imaginación e inventiva son —en palabras del maquetista, escenógrafo y animador de stop motion en el ICAIC, Paul Chaviano— las principales cualidades de quienes se inclinan por esta técnica, que se apoya en la animación foto a foto de objetos corpóreos hechos con plastilina, papel, arena, fotografías, espuma de goma, madera, o cualquier material que se le ocurra a un realizador, para dar la sensación de que se mueven en la escena por sí solos.

    Imaginen por un momento crear dos piezas de plastilina e intentar simular frente a la cámara que están enamoradas. No es nada fácil simular gestos, ni humanizar movimientos. Un pestañear, un ventilador que gira, una lágrima que cae, un gesto cualquiera… tiene detrás la mano del realizador, y a veces lograr que un movimiento sea creíble puede tardar todo un día o más.

    Según Chaviano, el stop motion no va a competir nunca con la animación tradicional, o digital. “Aquella es más costeable, pues en lo que yo hago una producción de stop motion y me demoró tres años, salen tres dibujos animados”, ejemplifica.

    En Cuba esta técnica comenzó a usarse desde los años 1960. Popobo, de 1986, es una de las más lograda. Pero durante el Período Especial la producción fue detenida, a causa de la escasez de materiales.

    Para entender la complejidad de este mundo nos acercamos al lugar de trabajo de Chaviano, en los Estudios de Animación del ICAIC. Una señal de stop nos detiene en la puerta, pero luego uno entiende que es solo obra de la inventiva de Chaviano. Debajo se lee motion, y entonces el stop se convierte en una invitación a conocer lo que hay dentro.

    Sobre su mesa, o en los alrededores, uno puede encontrar cualquier indicio de que ni él es un hombre común y corriente, ni su espacio de trabajo lo es. Quizás para Chaviano esto no sea nada relevante, pero para simples mortales como estas dos periodistas que quieren entrevistarlo todo es impresionante: un avioncito de papel de los que cuando niños lanzábamos en la escuela cuelga desde el techo y se hace mover por el único sitio donde corre el aire; un fotograma de la película Habanastation nos revela que Paul fue el responsable de crear los papalotes con que jugaban los niños y colchones de esponja recortados con trazos de bolígrafo reciben al visitante.

    El estudio de lejos simula un gran taller de herramientas con ventiladores, brochas, palitos de tendedera, tornillos, martillos, una lupa, bombillos ahorradores… pero lo curioso es que son fabricados a partir de colchones de esponja.

    Las herramientas son los personajes de una serie de cortos de un minuto de duración en stop motion que prepara Chaviano desde 2013 y que han comenzado a salir por televisión en Cuba. Historias del Taller es el nombre de esta propuesta, que se inspira en los conocidos Filminutos y que cuenta con 27 productos listos, con guiones de reconocidos cineastas como Juan Padrón o Enrique Colina.

    Esta es la más reciente apuesta del ICAIC por el stop motion, precedida por la experiencia de Veinte años, equipo del que fue parte Paul Chaviano, como artista que ayudó a llevar a la realidad muchas de las ideas de Bárbaro Joel, su guionista y director.

    Pero Paul, o Pol -como le gusta que le llamen- asegura que llegó al stop motion desde que era niño, cuando jugaba a los soldaditos. “Stop motion no es más que bajar la cabeza a la altura de un juego de soldaditos y moverlos a la altura de tus ojos. Imagínate que tu mirada es la cámara”.

    Por esa curiosidad que lo caracteriza, fue taxidermista en su juventud, por lo interesante que le resultaba disecar animales y luego darles una forma. “Este es el mundo mío. Entré al cine por las maquetas, los volúmenes. La única escuela que pasé oficial fue la de diseño del Ministerio de Cultura. Es una técnica que lleva muchas habilidades, fui técnico de refrigeración, aprendí a soldar y conozco de electricidad, tornería y carpintería”.

    Cuenta que en los ochenta, cuando comenzó a trabajar haciendo cine educacional, no podía evitar utilizar el stop motion. “Siempre me he inclinado más por el uso de las figuras volumétricas que por las dibujadas”.

    El Taller de Paul Chaviano
    Las Historias del Taller llegaron a la cabeza de Paul luego de terminar la producción de Veinte años, donde debió asumir el trabajo de atrezo, escenografía y maquetas y llevar a la realidad muchas de las ideas del director: como el televisor miniatura, el fogón que encendía o un refrigerador hecho a partir de una lavadora oxidada.

    “En este caso, yo no iba a trabajar con plastilina, ni con muñecos, porque no tengo la escuela para animar personas. No es lo mismo animar objetos que humanizar, eso lleva más tiempo y yo no me atreví. Yo lo que hago es trabajar con herramientas a partir de espuma de goma”, explica Paul.

    Con el concepto de un taller donde las herramientas cobran vida surge la idea. “Se la presenté a Juan Padrón y ese mismo día me hizo tres historias”.

    Guiones cortos de un minuto son el principal incentivo para dar cuerpo a la imaginación de Paul. En cada historia a las herramientas le suceden problemas humanos, y el desafío está en— a través de la mímica y la pantomima—lograr que los personajes actúen lo que está pasando. Así, bombillos ahorradores protagonizarán un asesinato, un palito de tendedera se convertirá en ladrón y correrá para que no lo atrapen luego de robar una varita mágica a un mago, y una brocha se convertirá en cepillo de alambre con la llegada de la luna llena. Historias de amor, de diversión, experiencias cotidianas… son temáticas para estos cortos de un minuto, cuyos personajes van desde un destornillador, hasta un rabanito que se coló en la comida de las herramientas en un restaurante.

    Por solo decir que se trata de guiones de reconocidos realizadores y de la utilización de la técnica de stop motion este proyecto resultaría interesante, pero cuenta además con la voz, música y efectos de sonido de la agrupación vocal Sampling.

    El procedimiento para hacer un episodio de Historias del Taller depende del guión con que cuenta. “Cuando me llega la historia me la entregan como un cuento real de alguien que le pasó algo. Entonces eso lo tengo que traducir en la herramienta. Hago un casting sobre cuáles voy a usar y cómo se van a mover, porque todo tengo que entenderlo antes y llevarlo a la mecánica. Tardo más haciendo una pieza y pensando cómo lograr su movimiento que filmándola.

    ¿Cómo aprendió a hacer todo eso? “Inventando”, responde sin pensarlo dos veces. “A veces me quedan mal las cosas, pero es parte del aprendizaje”, dice, y nos enseña sobre la mesa un alfiler que sujeta a un tornillo forrado con esponja y con un esqueleto de alambre por dentro. “Eso nadie te lo enseña, uno lo va sacando de acuerdo con lo que quiere hacer”.

    Después de diseñadas las herramientas, llega el momento de hacer cine. Explica Paul que se firma foto a foto cada escena y se le entrega al editor compositor, quien es el encargado de darle el tiempo a cada acción. “Por ejemplo, si hay un tornillo riéndose no voy a filmarlo 10 veces, el tiempo se lo da el editor. Y luego se le pasa a los músicos”.

    Por suerte, la tecnología acompaña ahora los esfuerzos de Paul Chaviano. El programa Dragon Stop Motion- uno de los más utilizados para grabar esta técnica-, facilita enormemente el trabajo de este artista, pues le permite visualizar en una pantalla las imágenes que se van tomando consecutivamente .

    “Imagínate que Veinte años se hizo a mano. Con una cámara Sony, Bárbaro hacía fotos y al final del día las descargaba y comprobaba si faltaba algún movimiento. Con este programa puedes ver dónde te quedaste y corregir en el momento los errores. Antes si había un error no lo sabías hasta el final”.

    Paul nos acerca una de sus maquetas a la altura de los ojos y nos pregunta: “¿saben que hicieron ahora? Jugaron a los soldaditos”.

    Por esa imaginación, su hija hoy también es animadora y a su nieta pequeña le brillan los ojos cuando está en el taller de su abuelo. Mientras 27 de sus historias ya están terminadas, salen por la televisión y Paul espera a finales de año llegar a completar más de 30 para su posterior comercialización, en uno de los salones del ICAIC descansa parte de la historia de la animación en Cuba y allí aparece casi siempre la mano de Paul Chaviano: sus maquetas para Juan Padrón, barcos, carros, motos; la rastra que diseñó para la película Lisanka de Daniel Díaz Torres; ahí está también la escenografía de Veinte años e impresiona ver cuánto realismo: el fogón que enciende, el reloj que todavía tiene cuerda, los ojos del esposo rojos de tanto alcohol, la misma calabaza que aparece en la película en el viandero.

    Paul nos enseña su huella en la animación en Cuba, a veces desconocida, y uno se enorgullece entonces de conocerlo, porque después de conversar con él, es posible entender un poquito más sobre qué significa hacer cine.

    Stop Motion en Cuba: Algunos hitos

    1960: Con la fundación del Departamento de Animación Corpórea del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), la institución estuvo muy relacionada con el fomento de la técnica del stop-motion en Cuba. Entre algunos de los clásicos de aquella época resalta Popobo en 1986. En el ICAIC también era empleada la técnica, debido a lo cara que resultaba otro tipo de tecnología.
     
    1990: La realización de stop-motion en ambas instituciones fue detenida a causa de la escasez de materiales para su confección, como consecuencia del Período Especial.
     
    1993: Los Estudios de Animación del ICAIC realizan el corto experimental Resurrección de Jorge Valdés, en colaboración con Paul Chaviano.
     
    2009: Los Estudios de Animación del ICAIC terminan Veinte años, dirigido por Bárbaro Joel. Se considera la primera producción reconocida del ICAIC en stop-motion .
        
    2012: Se presenta La Luna en el jardín, corto está inspirado en la novela Jardín, de la escritora cubana Dulce María Loynaz. Yemelí Cruz y Adanoe Lima congeniaron en esta realización tres técnicas de animación: flash, stop-motion y 3D.
        
    2000: Aparecen propuestas dirigidas por realizadores independientes como la Productora Cucurucho, que emplean la técnica de stop-motion. Ejemplo: La Madre, presentada en la Muestra Joven ICAIC en 2013.
        
    2013: Comienza a producirse Historias del Taller, dirigida por Paul Chaviano.

    (Fuente: Cubadebate.cu)


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