“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ARTICULO
  • Fidel Castro en la clausura del VII Festival del Nuevo Cine Latinoamericano


    Fidel Castro, Julio García Espinosa y Gabriel García Márquez en la clausura del VII Festival del Nuevo Cine Latinoamericano
    Palabras de Fidel en la clausura del VII Festival del Nuevo Cine Latinoamericano

    Estimados delegados e invitados al VII Festival del Nuevo Cine Latinoamericano:

    Para mí constituye un honor, un especial honor podríamos decir, participar en esta clausura, aunque no se trata, en ningún sentido, de un acto voluntario; es resultado de las presiones del compañero García-Espinosa y de otros muchos amigos del Comité de Cineastas Latinoamericanos (APLAUSOS).

    […]

    Estos festivales de La Habana habían comenzado desde 1979 y, de manera inconsciente prácticamente, yo iba cada año alegrándome con la idea de que se acercaba el Festival. Al principio veía dos, tres, cuatro películas; después ocho o diez, y después casi todas las películas que adquiría nuestro país en cada Festival del Nuevo Cine, y me percataba de la creciente calidad de las mismas. Así fui entrando en contacto con los organizadores, con el Comité de Cineastas Latinoamericanos, hasta que el pasado año asistí por primera vez a la clausura, en el teatro Chaplin, de la calle 23, un teatro mucho más pequeño que este, un teatro con lunetas bastante inclinadas, tal vez muchos de ustedes lo conozcan; nos sentamos allá por la última fila; era difícil estar de pie, por la ley de la gravedad. Y allí presencié la clausura del Festival.

    Más tarde, esa misma noche, los miembros del Comité de Cineastas me invitaron a conversar con ellos, y estuvimos largas horas, durante casi toda la madrugada, cambiando impresiones sobre el Festival, los avances, los progresos, el creciente éxito de todas las producciones fílmicas. En aquella ocasión, recuerdo que yo tuve que hacerme una autocrítica, les dije: «Me da pena la forma en que se hace la clausura de un evento que despierta tanto interés en nuestro pueblo y que tiene ya tanta calidad.»

    […]

    Entre esas ideas estaba la de convertir el Festival del Nuevo Cine en un festival de todo el pueblo. Antes, realmente, se dispersaban un poco las salas, había algunas fuera de la capital, en Oriente. Era imposible, a tanta distancia, poder coordinar todas las actividades. Decidimos concentrar más, ampliar el número de cines, hacer participar a todo el pueblo en el Festival; un número mucho mayor de salas, todas las que fuesen necesarias, puesto que era creciente la cantidad de películas de largo y cortometraje que concurrían; mejorar un poco la base material del Festival, no éramos ricos, pero no era correcto que alguien viera su filme proyectado en un equipo con dificultades; se hicieron algunas inversiones, no muchas, pero las necesarias, las mínimas indispensables. Se acordó que diéramos la premiación en un acto solemne en este teatro, que es el mayor del país; se acordó prolongar la duración del Festival, porque era imposible en una semana ver 250 ó 300 filmes, no había jurado que pudiera ejercer, realmente, un juicio sereno y suficientemente bien fundado; se decidió, por ello, duplicar el tiempo del Festival. Fue necesario conciliar la fecha con otros eventos y otros festivales, no resultó fácil.
    Recuerdo que en aquella ocasión ya el Comité hablaba de elevar el número de premios, otorgarlos también a la música, guión, escenografía, etcétera; los cinco o seis nuevos premios que se han otorgado ya este año, para hacer más completo e integral el evento.

    También intercambiamos ideas sobre los problemas del cine latinoamericano, el apabullante dominio de las transnacionales en el área del cine; el control no sólo de la producción, sino, sobre todo, el control de la distribución de las películas.

    Las dificultades financieras que tenía un cineasta latinoamericano para su trabajo artístico. Eso se puede apreciar en las películas, muchas veces en las propias películas premiadas, con la constancia de una larga lista de factores, organismos y empresas que han ayudado a su producción; la lista puede tener 15, 20 nombres de instituciones o empresas de su país que, de una forma u otra colaboraron. Los escasísimos recursos con que se elaboraban esas películas y cómo se podían lograr excelentes filmes con cantidades irrisorias de dinero, y el problema que significaba promover sus obras; cómo las transnacionales lo dominaban todo, lo controlaban todo y determinaban qué podían nuestros pueblos presenciar. El compañero Sánchez explicaba hoy cómo, hablándose tanto de libertad, los pueblos latinoamericanos no podían ver los filmes latinoamericanos.

    Recuerdo que en aquella madrugada se habló también, por parte de los cineastas, entre ellos, los mexicanos, los argentinos; pues uno de estos había estado exiliado, había vivido en México un tiempo, en los años tenebrosos de la dictadura militar. Contaba que estaba asombrado, que los artistas argentinos no se conocían en México, no se conocían prácticamente desde la época de Libertad Lamarque, Gardel y otros; el pueblo mexicano ya no conocía artistas latinoamericanos desde aquella época de los años 30, cuando la cinematografía argentina producía 40 ó 50 filmes por año. Pero otro tanto les pasaba a los mexicanos en Argentina, no había un argentino que conociera un actor o una actriz mexicana; habían pasado también aquellos tiempos en que México jugó un papel en la cinematografía, llegando a producir hasta 100 películas al año. Estábamos viviendo una decadencia total, y no nos dábamos cuenta hasta qué punto estábamos siendo sometidos, hasta qué punto estábamos siendo colonizados culturalmente, hasta qué punto estábamos siendo penetrados ideológicamente, hasta qué punto estábamos siendo desnaturalizados, mistificados, transformados en quién sabe qué.

    Hay cosas en la vida que enseñan más que todos los libros, y que nos hacen ver algunas ideas con más claridad que nunca. Este, desde luego, no es un acto político, ni mucho menos; pero hay algunos conceptos que resulta indispensable tocar. Cuando hablamos de dominio imperial, aquí en el cine lo estamos viendo, lo están viendo nuestros pueblos todos los días. Me imagino cuánto sufren nuestros escritores, nuestros cineastas, nuestros intelectuales, nuestros pensadores cuando ven lo que ocurre en nuestros países, ese sistema enajenante se aplica todos los días, a toda hora del día, a través de pantallas.

    ¿Y dónde se produce la mayor parte de lo que nosotros vemos, lo que nosotros presenciamos, lo que nosotros disfrutamos o tratamos de disfrutar? No se produce precisamente en nuestros países, no se produce en América Latina. No solo los aviones que debemos adquirir para viajar sobre los océanos o a largas distancias, no solo las computadoras, no solo infinidad de equipos, de mercancías y productos industriales que son muchas veces artículos lujosos de esas sociedades de consumo, sino, ¡nuestro cine, nuestra televisión, nuestra cultura, o nuestra falsa cultura, la estamos importando! Y así resulta muy doloroso, cuando algunos sociólogos han hecho investigaciones de lo que saben los jóvenes, o lo que saben los niños de América Latina, y se encuentran con el hecho horripilante de que un 70% o un 80% de los niños saben quién es Superman, o cualquier otro personaje de las tiras esas que nos envían en masa, ¡y no saben quiénes fueron los héroes que hicieron posible la independencia de sus patrias! (APLAUSOS) Esas son las consecuencias, ¿y cómo podemos hablar de libertad, cómo podemos hablar en esas condiciones de liberación, cómo podemos hablar de independencia económica, social, política, técnica, cultural?

    ¿Si los medios masivos están en manos de los que nos dominan, de los que nos oprimen, de los que nos explotan, qué podemos esperar, si ellos trazan la forma de pensar y hasta, incluso, la forma de vivir de nuestros pueblos?

    Tal ha llegado a ser el dominio de las transnacionales, que recuerdo que aquella madrugada algunos cineastas latinoamericanos expresaban que la situación del dominio de las transnacionales norteamericanas era tal, que en la propia Inglaterra se hacían al año unas 50 películas y, de ellas, 46, 47 ó 48 eran realizadas por transnacionales norteamericanas. El cine de Europa estaba sufriendo competencias y problemas parecidos; así nosotros nos percatábamos aquí de que hace 15, 20 años todavía surgían muy buenas películas en Europa y, sin embargo, veíamos la decadencia, cada vez menos buenas películas en el área de Europa Occidental.

    Al lado de eso, un fenómeno que era totalmente lo opuesto: los cineastas latinoamericanos, a pesar de ese bloqueo de su producción, de esa escasez de recursos y reflejando realidades —sobre todo reflejando realidades—, cumpliendo así aquel principio esgrimido por Fernando Birri de que había que documentar críticamente la realidad; y quizás porque en esas especiales condiciones de opresión el hombre se crece y hace milagros, empezábamos a ver películas latinoamericanas cada vez mejores. Me ocurrió que en un momento dado ya yo no quería ver otras películas; no sé si seré sectario o me he vuelto sectario, pero ocurría que tenía una preferencia completa por el cine latinoamericano: documentales y filmes de ficción.

    […]

    Para mí esta lucha, este movimiento del nuevo cine, constituye una gran batalla, de una enorme trascendencia no solo para nuestra identidad, sino para nuestra liberación, para nuestra independencia, para nuestra supervivencia. Porque si no sobrevivimos culturalmente, tampoco sobreviviremos económica ni políticamente.

    Ése es uno de los factores que multiplicó mi interés por este tema y por este movimiento, en el cual veo que se desarrolla una gran lucha por nuestra supervivencia y por nuestra liberación. Porque no podemos creer que en estas condiciones económicas, sociales y culturales, en estas condiciones políticas, seamos libres. Y yo veía al Comité de Cineastas Latinoamericanos enfrentado a esa lucha, que, a mi juicio, requiere y merece la cooperación y el apoyo de todas las fuerzas democráticas y progresistas del mundo. Es una batalla muy difícil la que ellos se han propuesto y la que están llevando adelante. Los festivales constituyen un instrumento de esta batalla: el Festival de Rio, de Cartagena, de La Habana, todos constituyen un gran instrumento, una oportunidad para los cineastas de conocerse, intercambiar experiencias, unir fuerzas, desarrollar la cooperación en las más variadas formas.

    Creo que hay que aprovechar esta apertura democrática en América Latina, apertura que se desarrolla en condiciones precarias, en medio de una colosal crisis económica, porque al avance del Nuevo Cine está contribuyendo, precisamente, esa apertura que ha tenido lugar en Argentina, en Brasil, en Uruguay.

    […]

    Coincidiendo con el Festival —como se expresa en la Declaración leída por Birri— tuvieron lugar otros eventos importantes: el Congreso del Festival Internacional de cine-clubes, el Seminario sobre la situación actual del cine en África, Asia, América Latina y Europa Occidental. Creo que ha ocurrido algo también muy importante, verdaderamente importante, y recuerdo que ésa fue otra de las cosas de la que los cineastas hablaron: cumplimentar la necesidad de acercarse a los cineastas de África y de otros países del Tercer Mundo, conscientes de que estaban viviendo una situación igual, o peor, que la de América Latina.

    Recuerdo que en aquella ocasión se habló de tratar de que América Latina conociera la situación social, cultural y la realidad africana. De eso hace solo un año, y ya hoy, en esta ocasión, en 1985, se ha podido efectuar un encuentro entre cineastas africanos y cineastas latinoamericanos, pudiendo apreciarse que hablan el mismo idioma cinematográfico, que tienen el mismo problema; se han reunido, han intercambiado opiniones, han acordado una declaración conjunta en que se habla de colaboración, de apoyo mutuo, y se habla ya de que el próximo año vendrá al Festival una muestra del cine africano (APLAUSOS).

    Se ha creado la Federación Latinoamericana de Festivales de Cine. Luego, el movimiento crece, se fortalece en la esfera de América Latina e internacionalmente. Se reunieron aquí también los representantes de los sindicatos y de las uniones de actores de cine latinoamericanos, las revistas latinoamericanas; ha tenido lugar una serie de importantes eventos con motivo del Festival. Creo que es un premio a los esfuerzos concebidos hace un año, y al trabajo realizado.

    Pero hay una cuestión de suma importancia: cómo se va a romper ese bloqueo, cómo se va a romper ese monopolio, cómo se movilizan recursos para ayudar a este movimiento; aunque sean recursos modestos en sus inicios, pueden crecer. Debemos apelar a la colaboración internacional; debemos hacer que la opinión pública internacional tome conciencia de esta lucha que desarrollan los pueblos latinoamericanos a través de sus escritores, sus intelectuales, sus cineastas, que es una lucha de liberación, realmente, una verdadera lucha de liberación. Y recabar el apoyo internacional a este movimiento, reclamar el apoyo de los organismos internacionales, reclamar el apoyo de instituciones, reclamar el apoyo de estados, de gobiernos, de todos los que quieran colaborar con esta hermosa obra.

    Eso fue lo que inspiró la creación de la Fundación, que se inicia con un fondo inicial de 100 000 dólares. No es una cantidad grande, pero es algo para comenzar; será necesario hacer conciencia y trabajar, e idear las distintas formas mediante las cuales esos fondos puedan irse engrosando, porque alguna base material, algunas armas también económicas se necesitan.

    Tenemos que procurar, sobre todo, que el Nuevo Cine se difunda. Yo estoy seguro de que esto constituye un bien para muchos países, estoy seguro de que muchos gobiernos no tienen que ser siquiera de hombres de izquierda, pueden ser de hombres de centro, incluso de algunos conservadores honestos, que en el mundo los hay, no todos los conservadores son unos trogloditas infernales; hay conservadores honestos, y yo he conocido algunos conservadores honestos, que no les entra el virus del progreso por ninguna parte, pero que tienen ciertos valores por los cuales se preocupan. Estoy seguro que cualquier político con un mínimo sentido de responsabilidad tiene que preocuparse de esa enajenación incesante, de esa incesante intoxicación y envenenamiento que están sufriendo las masas de sus países; tiene que comprender que es antieducativo, que es deformante, que es degenerante ese inmenso cúmulo de cultura enlatada que viene del imperio a través de las transnacionales; tiene que darse cuenta, como si le estuvieran introduciendo una bacteria, como si le estuvieran haciendo una guerra biológica. Esta guerra contra la mente es peor todavía que la que hicieran con virus y bacterias reales, es más humillante, es más degradante, es más insoportable, más difícil de erradicar. En ese sentido, el Nuevo Cine Latinoamericano ofrece materiales de otro tipo, de otra calidad a la comunidad internacional.

    […]

    Es un problema encontrar material de adecuada calidad para la televisión o el cine; nosotros lo sabemos, no alcanzan. Sin embargo, el Nuevo Cine Latinoamericano viene a constituir una fuente de valiosísimo material fílmico, de material que no es enajenante, material que puede enriquecer los valores culturales, morales, espirituales de nuestros pueblos. Creo que es un favor que se les hace a muchos gobiernos y a muchos estados, la oportunidad de tener un mercado donde adquirir filmes de otra naturaleza para el cine y la televisión.

    […]

    Tenemos que seguir trabajando, ahora no podemos dormirnos en los laureles del gran éxito del VII Festival; hay que empezar a trabajar por el VIII Festival, y nosotros desde ya nos comprometemos a mayores esfuerzos todavía por asegurar el éxito de estos eventos, que no es una competencia ni mucho menos, no es el espíritu competitivo lo que aquí prevalece, sino exposición de lo mejor de nuestro cine, encuentro fraternal, intercambio de ideas, de opiniones, espíritu de cooperación, de lucha común, participación común en una gran tarea histórica.

    Aquí se han ido uniendo muchos factores, escritores valiosos, con el cine, con la televisión; hay que crear esa unión en América Latina de todos los intelectuales y de todos los creadores, porque unos potencian a los otros: el cine, la televisión, potencian la promoción del pensamiento y la obra de los escritores. Porque un libro lleva muchas horas leerlo, en dependencia de su extensión; una edición grande la leen un millón de personas en un país grande; un documental o un largometraje sobre esa obra, en hora y media, en dos horas, lo pueden disfrutar más de 100 millones de personas cuando es un país de mucha población, o cientos de millones cuando se trata de un continente.

    El cine, la televisión, potencian la obra de los escritores —de eso se habló también en el Comité en aquella ocasión, tantas veces mencionada—; los escritores a su vez potencian la calidad del cine y la televisión, por eso debemos luchar por unir a los intelectuales, a los escritores, con el cine y con la televisión; son partes inseparables de un mismo fenómeno cultural. El cine y la televisión por otro lado se potencian mutuamente. Es por ello que el compañero García Espinosa me hablaba de la idea de proponerle al Comité, que el próximo año el Festival no sea solo de cine, sino Festival de cine, televisión y video (APLAUSOS).

    También ha surgido una idea —nos parece muy buena, y que puede llevarse adelante con la colaboración de ustedes; me refiero a la colaboración intelectual, al aporte de la experiencia de que ustedes disponen—: crear una escuela de cine para estudiantes latinoamericanos y del Caribe. Esa es una buena idea, no hay duda, pero me parece, incluso, que mientras los africanos no tengan una posibilidad similar, debiera extenderse la idea de que esta escuela sea también para alumnos africanos, o de cualquier otro país del Tercer Mundo (APLAUSOS).

    Nos proponemos apoyar esta iniciativa en la medida de nuestras fuerzas; la experiencia de lo transcurrido en solo un año, nos alienta y nos estimula a pensar que cualquier cosa que nos propongamos hacer, podemos lograrla. Cuando percibo la calidad humana e intelectual de los aquí reunidos, nos damos cuenta de que nada será imposible.

    Por eso, para concluir, cumpliendo entre otras cosas con mi promesa de ser breve, ¡y les juro que lo he sido!, permítanme expresarles que lo que hemos visto alrededor de este Festival es tan alentador, tan estimulante, que más que nunca se consolida nuestra convicción de que no siempre seremos colonizados culturalmente, no siempre seremos dependientes, no siempre seremos explotados, ¡y que algún día, más temprano que tarde, llegará nuestra hora de libertad!

    Muchas gracias.
    (APLAUSOS PROLONGADOS)
    Teatro Carlos Marx, 15 de diciembre de 1985.

    (Fuente: Tomado del libro Un lugar en la memoria: Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano 1985-2005)


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