“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

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  • Mensaje a mis compañeros documentalistas
    Por Ana María García

    No quiero empezar sin reconocer la presencia en esta sala de don Rafael Cancel Miranda, un héroe, no solo nacionalista, sino un héroe nacional, de altísimo valor, por haber sido capaz de actuar por el derecho de Puerto Rico a luchar por su independencia, como cualquier otro país del mundo. El costo de su integridad y entereza fue el encierro durante 29 años en prisión, muchos en confinamiento solitario, aunque como dice don Rafa, siempre fue un hombre libre. Para él pido un reconocimiento más que merecido y un aplauso.

    ¿Cómo se puede agradecer este acto de amor de mis compañeros, mis pares, de la Asociación de Documentalistas de Puerto Rico? ¿Qué palabras pueden realmente comunicar lo conmovida que me siento por este reconocimiento?

    Tal vez puedo agradecer este increíble honor reafirmando que tengo plena
    conciencia del reto que ha asumido este grupo de compañeros de viaje, el reto de que logremos grandes objetivos trabajando colectivamente por el rescate del género documental y su misión social en el marco más amplio de la cultura y la sociedad puertorriqueña.

    Este homenaje ha sido para mí un motivo de reflexión sobre la misión de los
    documentalistas, sobre todo en este momento en que nuestro país enfrenta la
    crisis definitiva del derecho a regir nuestro propio destino como la gran nación que somos, aunque muchos lo pongan en duda.

    Propongo que la primera Misión, con M mayúscula,  que nos toca a los
    documentalistas es la de ser constructores de nuestra memoria colectiva y también guardianes de ella para que nuestra memoria como pueblo no caiga en el olvido.

    Preservar esa memoria colectiva suena difícil, pero es posible si rescatamos la historia subterránea del pueblo esa que no aparece en la “historia oficial” que aprendimos sobre Puerto Rico. Siempre me chocó que sólo estudiáramos nuestra historia en un mísero semestre, cinco cortos meses, en los doce años de formación elemental, intermedia y superior. Muchas veces no pasábamos del periodo de la conquista española, ¿y el resto? Aquellos que tuvimos el privilegio de llegar a la universidad estudiamos tal vez un semestre adicional de historia de Puerto Rico. Pero, con algunas excepciones no pasábamos del estudio oficialista de los próceres y de loas a los procesos políticos intervencionistas que hemos sufrido, yo diría que una historia de dudosa reputación.

    Como resultado de esta deliberada omisión, esta trágica ignorancia, llegamos a la adultez sin conocer las luchas del pueblo puertorriqueño, todo tipo de luchas, ignorando quiénes son nuestros héroes, los más insignes y los héroes anónimos. Y así seguimos por la vida sin saber lo grande que somos y lo grande que podemos ser como nación y como pueblo. Es por esto que nuestra tarea como documentalistas aquí sea más urgente e indispensable que en otros países.

    Por eso propongo que esa primera Misión de los documentalistas puertorriqueños sea la de ser arqueólogos que excavamos y rescatamos el caudal profundo que son los grandes logros de nuestro pueblo, que ha sabido cultivar la cultura nacional, luchar por sus derechos, por su integridad, su dignidad y también por la libertad para regir su propio destino. Confío que esa acción de excavar en el Puerto Rico subterráneo cumpla con la tarea de liberar las voces reprimidas de los excluidos, por género, por clase, por el derecho de amar a quien amamos, en suma, por los derechos humanos de todos y para todos.
     
    Así que el documentalista es, en gran medida, un defensor de los derechos más fundamentales en Puerto Rico y en cualquier lugar del mundo. Podemos ser internacionalistas sin desatender lo nuestro. Eso es lo bello, y lo complejo de nuestra tarea y para ello contamos con un género cinematográfico noble, con una tradición histórica mundial de compromiso social.

    Propongo que la segunda Misión del documentalista sea la de provocar la
    reflexión, y en algunas instancias provocar la acción. Hacer pensar y hacer
    actuar. Tampoco es que seamos superhéroes, pero podemos poner nuestro granito de arena. Hagamos del documental un instrumento de reflexión, una invitación a descubrir, a indagar, a entender con profundidad lo que pasa en nuestra sociedad.

    Propongo que la tercera Misión de los documentalistas puertorriqueños sea la de ser destructores de mitos, aquellos mitos que atentan contra nuestra integridad como pueblo. Cuando entré a cuarto grado en la Escuela Eleanor Roosevelt, mi maestra de estudios sociales comenzó la clase el primer día diciendo “Puerto Rico es un país pequeño sin recursos y no podemos valernos por nosotros mismos”. Estas palabras tuvieron un impacto brutal en mi conciencia y recuerdo a esa pobre maestra y esas falsas palabras con toda claridad hasta el día de hoy. Estuve mucho rato tratando de recordar su nombre, la señora Ramírez, alta de pelo blanco.

    Fueron precisamente los documentales sobre los puertorriqueños del programa Realidades en WNET, televisión pública de Nueva York, en colaboración con Sandino Films en la isla, los que comenzaron a cambiar mi paradigma sobre Puerto Rico como país inepto y de obligada dependencia. Los nacionalistas de José García y Culebra y Piñones de Diego de la Texera  me demostraron, por experiencia propia, que el documental tiene el poder de iluminar.

    Los documentalistas podemos contribuir a destruir los mitos que nos empequeñecen, que nos debilitan y nos denigran. Rechacemos la falacia de nuestra obligada dependencia de un país extranjero, de nuestra falta de recursos, de nuestra pobreza e indefensión. Podemos como documentalistas contribuir a reinventar el imaginario colectivo de lo que es ser puertorriqueño y de lo que es Puerto Rico, un pueblo poderoso y valiente con el talento profundo e inagotable que puedo palpar diariamente en mis jóvenes estudiantes de la Universidad de Puerto Rico.  

    ¿Quién se atreve a decir que somos pobres si tenemos a los estudiantes, a los
    trabajadores que ha construido este país con esfuerzo,  si tenemos a nuestros
    científicos, a los artistas, a los intelectuales, a nuestras familias, si hemos
    sido protagonistas de grandes luchas?

    Esa también es la tarea del documentalista. Hacer brotar el orgullo patrio, la
    estima propia, como individuos y más importante aún como la gran nación que somos.

    Esto se convierte en una tarea urgente en la encrucijada que vivimos bajo una
    Junta de Control Fiscal impuesta por el poder extranjero, también impuesto en Puerto Rico desde 1898. Hoy enfrentamos una Junta que viene a decirnos, una vez más, que los puertorriqueños no tenemos la capacidad de resolver la crisis que enfrentamos y progresar por nuestros propios medios.

    Vienen a mandar, como cuando nos invadieron en 1898. A eso hemos retrocedido, a una imposición dictatorial extranjera, típica de la época más cruda del imperialismo, con poderes que están por encima de los puertorriqueños electos por el pueblo.

    Suena difícil, dadas las circunstancias, pero la Misión de nuestro colectivo de
    documentalistas no es imposible.  Con nuestro arte los documentalistas sí podemos hacer grandes aportaciones a la sociedad. Y somos afortunados porque tenemos un caudal de recursos expresivos para cumplir con esta hermosa tarea, tenemos la imagen, la palabra, los sonidos, la música, artes que nos conmueven y nos ilustran.

    Como constructores de nuestra memoria y conciencia colectiva, como provocadores del pensamiento y la acción nos toca a los documentalistas ser creadores, analistas, rescatadores, visionarios, defensores de lo bueno y de lo bello, de lo justo y de lo humano.

    Hoy me toca exhortarlos a continuar aceptando ese reto, a mis queridos
    estudiantes y a mis compañeros todos.  Esta es nuestra Misión urgente.



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Ana María García


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