“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

NOTICIA


  • El ICAIC celebra el 58 aniversario de su fundación

    El 24 de marzo, el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) cumplió 58 años. La Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano desea sumarse a las felicitaciones por este nuevo aniversario reproduciendo el testimonio de los fundadores del ICAIC, y otros testigos de este momento histórico de la cinematografía cubana.

    La fecha se celebró con la entrega del Premio Nacional de Cine 2017, el estreno de varios filmes producidos por el ICAIC y la inauguración de una muestra patrimonial.

    A propósito del 58 aniversario, ya se exhibe en los cines el tercer largometraje de Lester Hamlet, Ya no es antes, Premio de la Popularidad en el 38 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, se estarán estrenando los documentales El hombre de la sonrisa amplia y la mirada triste, de Pablo Massip, y Los caminos de Centeno, de Gloria Argüelles, así como el cortometraje de ficción Atrapado, de Daniel Chile.

    Además, desde el 8 marzo  se expone una muestra inédita de cámaras, vestuarios, luces y equipamientos de rodaje de filmes emblemáticos del cine cubano, que se exhibe al unísono hasta abril en el lobby del ICAIC, en los cines Chaplin y 23 y 12, en el Centro Cultural ICAIC Fresa y Chocolate y en los Estudios de Animación ICAIC.

    Las propias palabras de los fundadores del ICAIC, Alfredo Guevara y Julio García Espinosa, y el testimonio del músico y crítico cubano Jorge Gómez, sintetizan ideas que inspiraron la fundación del Instituto y el espíritu de efervescencia creativa de quienes siendo muy jóvenes vivieron esa experiencia única:

    No existe relación de continuidad entre lo que fue la utilización de los medios técnicos cinematográficos al servicio de objetivos típicamente propagandísticos o vulgarmente comerciales, y el proceso cultural que ha dado lugar al nuevo cine cubano. La auténtica historia de la expresión cinematográfica se inicia en Cuba con el triunfo de la Revolución, pues po primera vez ésta resulta abordada como hecho cultural. Y es evidente que, dada la complejidad tecnológica y cuantía de las inversiones necesarias, sólo una revolución podía hacer posible un movimiento cinematográfico capaz de insertarse en los procesos forjadores de la nación.

    El 24 de marzo de 1959, mediante Ley del Gobierno Revolucionario, fue creado el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos.

    En la Ley se plantea:

    El Cine es un arte.

    El Cine constituye por virtud de sus características un instrumento de opinión y formación de la conciencia individual y colectiva y puede contribuir a hacer más profundo y diáfano el espíritu revolucionario y a sostener su aliento creador.

    El Cine debe constituir un llamado a la conciencia y contribuir a liquidar la ignorancia, a dilucidar problemas, a formular soluciones y plantear, dramática y contemporáneamente, los grandes conflictos del hombre y la humanidad.

    El surgimiento y desarrollo de un cine auténticamente nacional y, por lo tanto, capaz de alcanzar niveles que le situaran internacionalmente, la búsqueda de una visión cubana y latinoamericana, contemporánea y renovadora, exigió un trabajo crítico y una práctica sujeta en muchos casos a la violentación. Rechazando el supuesto pasado cinematográfico, solamente resultaba válido a la nueva cinematografía buscar su antecedente en las tradiciones culturales del país. Éstas aportaban una historia de combates y búsquedas constantes y el necesario punto de apoyo al nuevo medio de expresión, que reconoció como suyos el recuento de esa historia y la aprehensión de la ideología que hizo posible su continuidad: un permanente combate por la libertad y un impulso sostenido hacia adelante.

    En este espíritu se formaron los primeros realizadores y camarógrafos, los editores y escritores que tomaron responsabilidades e instrumentos de trabajo apenas salidos de los cine-clubes, disolviéndose de este modo en la posibilidad por la que habían luchado, y convirtiéndola en realidad.

    Si fuese necesario realizar un balance sobre estos primeros años de producción cinematográfica, deberá señalarse en primer término que el cine cubano, nacido con la Revolución, ha sido no sólo un reseñador sino también un protagonista, enriquecido con la realidad y enriquecedor de ésta, con la visión que de ella ha sido capaz de dar.

    (Tomado del texto "El cine cubano: reseñador y protagonista" del libro Tiempo de Fundación, de Alfredo Guevara)

    El ICAIC aprovechó el pensamiento de avanzada, generado por la propia Revolución, para desarrollar la individualidad de los cineastas. También para no confundir conciencia con autocensura. Todos sabemos que la realidad no es solo la actualidad que divulgan las transnacionales. Como sabemos que la crítica no es crítica reveladora si no está sustentada por un pensamiento abierto y emancipador.

    El ICAIC nos integró a nuestra cultura. Nos hizo sentir que de ella venimos, que a ella volvemos, que nos retroalimentamos con ella, que con ella crecemos. No ha sido otra la manera de abrirnos al mundo, de resistir al mimetismo, de propiciar la diversidad, de rechazar el mercado que uniforma y estanca.

    El ICAIC unió nuestros destinos al destino del cine latinoamericano y caribeño. El proyecto de la gran patria común se hizo múltiple e indivisible. La vanguardia artística y la vanguardia política nunca estuvieron más unidas que en estos primeros años. Cerrar el ciclo colonial que padecemos desde hace más de cinco siglos, marcó el aliento a lo mejor de nuestras cinematografías.

    El ICAIC puso barreras al fomento del populismo, del pensamiento mágico, de la seudocultura que siempre ha sido peor que la ignorancia. Abrió puertas y ventanas a toda la información fecunda, al debate indispensable, a la circulación de ideas, a la confrontación de nuestras propias contradicciones. Ante el desprecio a nosotros mismos, en el que habíamos sido educados, propugnó la autoestima sin dejar de promover la autocrítica, rescató nuestra historia, borró la falsa dicotomía entre tema histórico y contemporáneo, demostró que podía haber más contemporaneidad en un tema histórico que en uno de la actualidad.

    El ICAIC ha sido consecuente con el principio de que no hay verdadera libertad del creador si no hay libertad del espectador. Llevar el cine hasta el último rincón del país, descolonizar las pantallas, garantizar al espectador su derecho a ver el cine en todas partes, su derecho a elegir, a disponer de una mayor exigencia para medir nuestra propia producción, ha sido política cimera del ICAIC, la que lo diferenció de cualquier otra cinematografía del mundo.

    (Tomado del libro Vivir bajo la lluvia, de Dolores Calviño)

    También en los primeros meses de 1959, se había creado el ICAIC.

    Tan temprano como en 1962, ya habían aparecido más de un centenar de emisiones del Noticiero ICAIC Latinoamericano, verdaderos ejemplos del buen hacer; se había fundado la Cinemateca de Cuba con una impresionante programación, y protegiendo todos los fondos cinematográficos cubanos; habían sido publicados decenas de números de la revista Cine Cubano; habían aparecido también decenas de documentales con un lenguaje que prefiguraba toda una escuela cubana del género, de la cual podría hablarse con nombre propio, y que comenzaba a ser noticia en los grandes eventos cinematográficos, en los que abundaron, desde entonces, los premios y los reconocimientos.

    El ejemplo total: Santiago Álvarez, una especie de ser de otra galaxia, que abrió fuego graneado hacia todas las direcciones. En ese año, llegó la magia irrepetible de Por primera vez (Octavio Cortázar, 1967). Definitivamente nos convencieron de que el documental tenía vida propia, y no sería ya, nunca más, el simple “complemento” de la “película” en los cines cubanos.

    A Julio García Espinosa se deben, por lo menos, dos grandes largometrajes: Cuba baila (1960) y Aventuras de Juan Quin Quin (1968). A Manuel Octavio Gómez, La salación (1965) –un tema “atrevido” para la época– y La primera carga al machete (1969). A Humberto Solás, apenas dos títulos le valieron reconocimiento inmediato: Manuela (1967) y Lucía (1969).

    Pero, sobre todo, ahí estaba Titón. Siete filmes en esa década, entre ellos tres de los más recordados de toda la historia del cine cubano: Las doce sillas (1962), La muerte de un burócrata (1966) y el clásico de clásicos Memorias del subdesarrollo (1968).

    Como si esto fuera poco, el ICAIC había logrado un sub-producto extraordinario: la producción de carteles. Lo curioso es que aquel lenguaje rebuscado, siempre distante de la inmediatez ramplona de una buena parte de lo que aparecía como propaganda en otros sectores, era entendido por los más. El que no tuviera una buena colección de “afiches” del ICAIC colgado en sus paredes, no podía aspirar a mucho.

    Es acreditable también al ICAIC, y a la paciencia y sabiduría de Alfredo Guevara, la creación del Grupo de Experimentación Sonora, verdadero laboratorio creativo en el que todo sería posible, y que dotó al cine cubano de una personalidad sonora única y reconocible.

    Inventando cuanto había que inventar, abriendo una perspectiva inconmensurable, el ICAIC nos propuso ver el mejor cine del mundo en medio de polémicas que, en oportunidades, trascendieron el mundo cultural para adentrarse en los muchos vericuetos ideo-políticos que una revolución naciente va generando por su propia naturaleza.

    Anita Ekberg,ebria, se movía, con su sueca sensualidad, dentro de la Fontana de Trevi en el mismo cine en que Monica Vitti tenía aquella mirada siempre perdida, Cybulski era tan intenso como James Dean, un niño inválido disparaba a una paloma blanca, Jana Projorenko llenaba de ternura los últimos días de un joven soldado devenido héroe por casualidad y Tatiana Samoilova miraba pasar las grullas bajo un cielo encapotado. Chrujai, Kalatosov, Fellini, Polanski, Truffau, Tony Richardson, Saura, Antonioni aseguraban llenos completos en cualquier cine incluyendo los llamados cines de barrio. Nada mal.

    (Tomado del texto de Jorge Gómez 25 sabores de Coppelia, publicado en el sitio web del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau)



BUSQUEDA DE TEXTOS









RECIBA NUESTRO BOLETIN

APOYO DE
COLABORACION
Copyright © 2024 Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Todos los derechos reservados.
©Bootstrap, Copyright 2013 Twitter, Inc under the Apache 2.0 license.