“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

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  • Jackie, el nuevo filme de Pablo Larraín, los últimos días de la reina de Camelot
    Por Rubén Padrón Astorga

    El nuevo filme de Pablo Larraín, y segunda biografía que realizó en 2016, relata los cuatro días que siguieron a la muerte de John F. Kennedy, vistos desde la perspectiva de su viuda, Jacqueline Kennedy. Biografía pequeña, de apenas unos días narrados por ella misma, Jackie es una película que no pretende decir nada nuevo (entre lo mucho que se sabe y lo que quizás nunca se sabrá del asesinato del expresidente estadounidense, no hay gran cosa que aportar), pero que se justifica por la forma en que Larraín se acerca al relato, o más bien a su personaje, acercamiento que va siendo habitual en la carrera de este director chileno, quien ya dio el salto a Hollywood sin sacrificar sus obsesiones estéticas, sus inquietudes sociales o sus cuestionamientos sobre la condición humana.

    Tampoco  pretende biografiar a Jacqueline Kennedy, es decir, reconstruir su vida de principio a fin (objetivo de las biografías), juntar costumbres, gustos y sucesos vitales como piezas de rompecabezas y fabricar un perfil psicológico que la archive definitivamente en la memoria de la gente. Jackie busca otras cosas. Quizás por eso la película tenga como título el diminutivo de un nombre de pila y no un rimbombante nombre completo, con apellido de presidente incluido. Quizás por eso el filme empiece y acabe en la peor época de su vida, de la que probablemente nunca se recuperó.

    Con una única excepción, todos los filmes de Larraín reconstruyen pequeños fragmentos históricos vistos indirectamente a través de las experiencias íntimas de sus personajes: el inicio del régimen de Pinochet (Post Mortem), la dictadura militar (Tony Manero), la llegada de la democracia (No), los crímenes cometidos por sacerdotes (El club), la persecución policiaca sufrida por Neruda en su filme homónimo.

    Como en esas películas, el acercamiento en Jackie no es tanto a la personalidad o al carácter del personaje como a su estado de ánimo en el momento escogido por el relato. Efímero, intermitente, medio impersonal e impreciso, el estado de ánimo de alguien no lo define, como sí lo hace su personalidad. Sin embargo, condiciona su comportamiento, orienta sus acciones y cambia a veces el rumbo de su vida. Naturalmente, uno le da menos importancia al estado de ánimo que a la personalidad de la gente (lo efímero no es tan importante). Pero para Larraín es al revés, de ahí lo poco que duran sus historias en tiempo real, que en su mayoría se verifican en unos días, es decir, en los días que dura, o por lo menos en que más intenso se manifiesta, determinado estado de ánimo.

    Aquí Larraín escoge la estrategia más antigua y eficaz para conocer a una persona, la conversación. El relato se desarrolla durante la charla que Jackie sostuvo con el único periodista al que le concedió una entrevista en los días posteriores al asesinato. La Jackie de la entrevista no es ya la mujer sobria, elegante, equilibrada y un poco etérea que vivió en la Casa Blanca durante casi tres años. Hace unos días que esa mujer no existe, aunque el cambio no se exteriorice, salvo por la palidez de su rostro y por una mirada demasiado fija que parece como si observara para adentro.

    Las reacciones de una sociedad consternada son muy distintas de las de una persona. La sociedad necesita avanzar, olvidar, sepultar el mal recuerdo, tener un nuevo presidente y mejorar su seguridad interna. Jackie, en cambio, no se ha quitado todavía su vestido ensangrentado. Necesita recordar las decisiones que tomó y que la condujeron a este dolor que siente ahora. Quiere saber por qué ha perdido al hombre que ama y por qué se casó con alguien que luego sería presidente. Necesita revivir el momento del balazo y encontrar las causas del asesinato, aunque no sepa dónde buscarlas. Le urge comprender qué pasará con su país, que mientras gobernó su marido fue conocido como el reino de Camelot, en alusión a la era gloriosa del legendario rey Arturo, por las posturas de Kennedy a favor del diálogo y la estabilidad social, la igualdad de derechos civiles y sobre todo de la lucha contra la discriminación, lo que llevó a Martin Luther King Jr. a respaldar sus ideas políticas. Jackie sabe que tiene que volver con sus hijos huérfanos y responder a los pésames de unos políticos que quieren cambiarle de ropa y de estado de ánimo, cuando lo que necesita es quedarse un tiempo detenida en el pasado para darle forma a su presente caótico.

    Larraín le da a Jackie ese tiempo de retroceso o de inercia vital que necesita. Para ello, construye una imagen fría y descolorida, de encuadres rígidos y expectantes a modo de envoltura discreta, como para evitar que una visualidad demasiado elocuente compita con el testimonio. Además, el filme subvierte el desarrollo lineal de la historia, y los sucesos se van narrando no por su orden cronológico, sino según su peso vital y a medida que evoluciona el estado anímico de la protagonista.


    (Fuente: Cartelera de Cine y Video ICAIC)


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