Eduardo Ramos, un fundador de la Nueva Trova en el centro de la vanguardia musical cubana
Por Michel Hernández
Eduardo Ramos falleció en la madrugada del viernes 16 de marzo a los 71 años, cuando se cumplieron recientemente cinco décadas del Primer Encuentro Internacional de la Canción Protesta de la Casa de las Américas, donde este relevante compositor, arreglista, contrabajista y guitarrista actuó junto al influyente grupo Sonorama 6, que integró junto a músicos del calibre de Martín Rojas, Enrique Plá, Changuito, Carlos del Puerto y Carlos Averoff.
Después de aquel momento fundacional, Ramos, quien también estuvo en el primer concierto «oficial» de la Nueva Trova, el 18 de febrero de 1968 en la sala Che Guevara, de Casa de las Américas, formó parte del Grupo de Experimentación Sonora (GES) del Icaic, junto a los trovadores Sara González, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, y Noel Nicola, entre otros músicos. Desde su entrada en este adelantado colectivo, liderado por Leo Brouwer, demostró ser un músico con un
brillante ingenio para los arreglos y la composición musical.
Firmó clásicos de la música cubana con los que dio testimonio de la época que atravesaba Cuba en los primeros años de la Revolución. Temas como Canción de los CDR y Su nombre es pueblo alcanzaron notoriedad en la voz de Sara González e identificaron a un movimiento que, si bien varios de sus músicos no fueron comprendidos del todo en sus inicios, la historia lo recoge como una de las formaciones que más contribuyó a expandir los límites de la música cubana y a su
universalización durante la década de los 70.
Seguidor del rock and roll, del filin, de Los Beatles, del jazz y de los aportes de las vanguardias musicales del momento, esas que cambiaban diariamente los horizontes de la música contemporánea, este fundador del movimiento de la Nueva Trova, nacido en La Habana el 20 de octubre de 1946, fue uno de los músicos que vio en el trabajo que se realizaba en el GES un descubrimiento de posibilidades infinitas para su carrera y su crecimiento creativo como instrumentista y compositor.
Ramos asumió su trabajo en el GES como una filosofía de vida y lo desarrolló con una dedición al estudio y la investigación que siempre lo distinguió y fue reconocida por sus compañeros de generación. Fue uno de los que estuvo muy atento a ese torbellino de prácticas e ideas originales que nacían diariamente en las sesiones de ensayo y en los
estudios de grabación gracias especialmente al genio de Leo Brouwer.
No en vano firmó, como dijimos, varios de los temas que perduraron como reflejo de una gran parte del espíritu de la época, y la trascendencia en la música y en la vida, se sabe, está reservada solo a unos pocos que casi siempre rompen el orden establecido y ayudan a establecer nuevos patrones que, en este caso, hablan sobre la valía de un nuevo hecho artístico con mucho que decir aunque no se realce en toda su dimensión durante su nacimiento.
Ramos relevaba a Leo como director tras sus salidas por exigencias internacionales y personales que debía atender con prontitud. Además el líder del GES ya sabía en ese momento (o quizá no) que había contribuido a levantar uno de los edificios más sólidos de las estructuras de la música cubana que permanece hasta hoy. De hecho, todos los músicos y artistas que participaron en este proyecto, posiblemente no hayan aquilatado que estaban siendo parte en esa época de algo que cambiaría radicalmente la percepción sobre la cultura sonora cubana durante los 70 y que le permitiría sumarla a la vanguardia musical del siglo XX.
Eduardo Ramos desempeñaría varios roles después de la separación del GES. Fue director y arreglista del grupo de Pablo Milanés, participó en festivales de trova, creó arreglos para discos de varios de sus colegas de generación y otros músicos con los que compartió similitudes estéticas. Además regresó a Casa de Las Américas en varias ocasiones para presentar sus trabajos más recientes, desarrolló una labor de referencia como productor discográfico y siempre fue un gestor de los mejores proyectos de la música cubana.
Silvio Rodríguez, al conocer sobre el fallecimiento de Eduardo Ramos, escribió en su blog Segunda Cita: «Eduardo ya escribía canciones con unas armonías muy particulares y llegó a desarrollar uno de esos estilos tan peculiares que son únicos. Sus temas me fascinaban, tenían unas atmósferas oscuras, con giros armónicos y melódicos inhabituales, y estoy seguro de que, en aquellos años en que yo me formaba, me sirvió de mucho la honestidad de un autor como él, para completar mi conciencia exigente respecto al arte de la canción».
(Fuente: granma.cu)