Un país entero despierta, entre reflejos y luces provenientes de las calles los días toman cotidianidad. La juventud se asoma en la cara de adolescentes de catorce o dieciséis años, uno de ellos desde su cuarto anuncia: “voy a jugar en primera división y voy a jugar un Mundial”. Así inicia el mediometraje documental Balón al aire (2018), dirigido por Gabriel Mariño, una sinfonía en honor al balompié mexicano, y sobre todo en honor a su afición; a quienes declaran su amor al futbol jugando en la frontera de Tijuana, en la costa, o en alguna cancha a pesar de no poder ver.

Gabriel Mariño, nacido en Puebla y egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica, quien debutó como director con la ficción Un mundo secreto (2012) presenta un mosaico de perspectivas y afectos, narrado a muchas voces, sobre las participaciones de México en anteriores jornadas de la Copa del Mundo y el agridulce regreso a los días normales.

¿A qué equipo le vas? ¿Por qué te gusta el futbol? ¿Por qué México no pasa del mítico quinto partido? Son preguntas propuestas por el joven realizador a su propia selección de personajes, entre los cuales el espectador encontrará a un alto chef, periodistas, músicos, diseñadores, jugadores veteranos; pero también a sus vecinos y compañeros de algún deportivo popular.

“La pelota reclama afecto, si es pateada con pasión el tiro acabará en las redes. Si es pateado con angustia o despecho, acabará junto a un vendedor de cerveza”. Mariño cita a Juan Villoro como preludio al recuento de las glorias mundialistas contadas por Rafael Márquez, Luis García, Germán Villa, Pável Pardo, Alberto García-Aspe y Jared Borgetti. La opinión de los entrevistados es parecida: detrás de la derrota hay una larga cadena de errores.

En la misma línea de Balón al aire se encuentra Ilusión nacional (2014), un documental dirigido por Olallo Rubio extensamente narrado en el mismo tono por el cual el director y guionista fue reconocido como locutor de radio. En una radiografía de los sucesos más cruciales para el futbol que van desde el Maracanazo pasando por México 1970, Ilusión nacional incorpora varios fragmentos de archivo acompañados de interludios musicales que terminan por entregar un largometraje más cercano al ensayo visual pero igualmente apasionado frente al balón.

Cuatro años de diferencia separan en su realización a estos documentales, sinónimo de la espera que viene, de las nunca justas expectativas sobre el equipo tricolor, y del sueño colectivo de pasar a cuartos de final. Ambos pueden verse en línea a través de FilminLatino, la plataforma de cine del mundo.