“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

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  • Gabriela Maire: "Producir en Bolivia nos permite hacerlo en cualquier lugar"

    Hacer cine en Bolivia y aportar a la construcción de la memoria de su pueblo es la experiencia que más ha nutrido la carrera de la productora paceña Gabriela Maire. Luego de ser parte de Zona Sur e Yvy Maraey, tierra sin mal —ambas de Juan Carlos Valdivia— decidió buscar más retos en México y ahora está en Bolivia para firmar la coproducción de la cinta Perros —producida por Álvaro Manzano (Bolivia) y dirigida por Vinko Tomicic (Chile)— entre Bolivia y Zafiro Cinema, compañía que maneja con el productor mexicano Edher Campos.

    — ¿Cómo fue la transición de trabajar como productora aquí y luego en México?

    —  Zona Sur fue una película muy importante. Bien o mal, ha representado a Bolivia en más de 170 festivales. Cuando la gente escucha el título sabe que se trata de un producto que ha tenido una resonancia importante. Sin embargo, como sucede con cualquier extranjero, tuve que trabajar tres veces más que un local y me ha tocado empezar desde abajo. Primero fui asistente de producción y a los siete meses tuve la suerte de fungir como productora ejecutiva de una película.

    Producir en Bolivia nos permite hacerlo en cualquier lugar del mundo porque aquí no tenemos dinero, así que encontramos las maneras de hacerlo funcionar.  Eso me encantó de Zona Sur, creamos todo para poder filmar esta película que era tan compleja técnicamente y no teníamos las herramientas. Este tipo de elementos nos llevamos allá como un plus. Allá hay dinero para producir, pero si sabes hacerlo sin él, todo es de otra manera.

    — ¿Cuál es la propuesta de Zafiro Cinema?

    —  Zafiro Cinema es una empresa dedicada específicamente a la coproducción y esta es nuestra primera en Latinoamérica. Queremos que tengan una mejor producción y posproducción; ayudarlas a que den un salto. Escuché que se han presentado muchas películas aquí el año pasado, pero la última que recuerdo es Viejo Calavera, de Kiro Russo. No vi otra en los festivales últimamente y esa es la ventana que queremos abrir.

    — ¿Cómo ve la producción cinematográfica en Bolivia?

    — Es muy difícil porque aún no se tiene acceso a fondos estatales. Una película pequeña te cuesta más o menos 300.000 dólares. Y en el caso de Perros, Bolivia está aportando 18.000, porque la cinta fue elegida para recibir financiamiento del Focuart (Fondo Concursable Municipal de Promoción al Desarrollo, Salvaguarda y Difusión de las Culturas y las Artes). En México una película de bajo presupuesto cuesta 1 millón de dólares. La diferencia es muy grande. A pesar de eso, se hacen grandes producciones y estamos muy felices por la promulgación de la Ley de Cine y que se cuente con dinero del Estado. El cine es la memoria de un pueblo, una herencia cultural que trasciende el tiempo, que va más allá de nosotros y deberíamos ser capaces de invertir en él. Por eso eligimos Perros, que narra la historia de un niño lustrabotas que ve entre sus clientes al que cree él que es su padre. Entonces trata de generar una relación con él. El mundo de los lustrabotas, el recorrido que hacen bajando de El Alto a las 05.00 y el tener la cara cubierta, son elementos  que nos permiten contar una historia universal desde un punto de vista único.

    — Fuera del financiamiento, ¿cuál es el principal obstáculo para que el cine boliviano se proyecte internacionalmente?

    — El pico del embudo, siempre, es la distribución. Incluso en México, donde se producen 180 películas al año, pero solo se distribuyen 70. En Bolivia es peor aún, los espacios de distribución no están ayudando a que el cine se vea. Soñamos con hacer la película, tanto que olvidamos la posproducción y, después, la distribución. Hay que partir de la pregunta, ¿hacia dónde se quiere apuntar? Cuando la cinta se dirige más hacia una propuesta autoral, la taquilla no es prioridad y el nicho de ese tipo de cine son los festivales, que generan mucho prestigio, pero no garantizan un retorno económico.

    — Y eso hay que tenerlo claro, sobre todo ahora que se han hecho públicas las deudas de varios cineastas...   

    — Ninguna persona inicia un proyecto pensando en engañar a su equipo. Soñamos con dejar un legado al país. Y cuando uno consigue el financiamiento —que en Bolivia es casi siempre privado o de otros países— todo depende de que los inversionistas cumplan y pasa que no sucede. Además están los imprevistos, que pueden obligarte a salir del presupuesto inicial. Para cubrir eso, están las ventas y si entre nosotros mismos nos saboteamos, ayudamos a que esas deudas sigan creciendo.

    — ¿Qué sucede con la calidad de las nuevas propuestas?

    — Tienen un lenguaje propio, que es lo que hemos visto con Viejo Calavera, y eso va más allá de tener recursos técnicos o no. El digital nos ha permitido filmar más y más barato. Además, en Bolivia hay muy buenos técnicos de cine. Pero es muy importante que los directores creen su firma, que puedan hablar bajo un concepto, que desarrollen una propuesta estética y narrativa. Todo esto las convierte en algo único.

    Perfil

    Gabriela Maire nació en La Paz, 1981 (aunque es tarijeña de corazón). En Bolivia produjo las películas Zona Sur e Yvy Maraey (Juan Carlos Valdivia). En México fue parte de más de ocho películas, entre ellas Amor de mis Amores (Manolo Caro), junto a Andrés Tagliavini y recientemente, Las niñas bien, de la directora Alejandra Márquez.


    (Fuente: la-razon.com)


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