Larga vida al ICAIC

Casi todo el año de 1963 yo lo pasé en el ICAIC. Alfredo, explicándome que todavía no existía un núcleo de enseñanza, trazó un programa práctico de aprendizaje que me colocó dentro del engranaje de producción del ICAIC, en tres etapas: 1º, el manejo de la cámara con Arturo Agramonte, jefe de los camarógrafos del Noticiero, dirigido por Santiago Álvarez; 2º, asistente de fotografía, con el fotógrafo Tucho Rodrigues, en la realización del corto El Retrato, de Humberto Solas; y por último, una segunda asistencia de dirección junto a Pastor Vega en el largo La Decisión, dirigido por José Massip.

Como comprender hoy un ayer de sesenta años pasados? Qué podría guardar una mente inexperta de 20 que sobreviva a los 80 años pasados? Es que - además de la práctica planeada con gran perspicacia por Alfredo, que me dio las bases, empuje y punto de vista inicial para empezar a operar con el cine-;  el ambiente intelectual del ICAIC era de permanente debate y confrontación. Creo que todos tenían más claro lo que no se debía hacer y muchas dudas sobre qué hacer y, sobretodo, sobre cómo hacerlo. Creo que, de cierta manera, toda Cuba vivía esa fiebre.

Creo que, en el ICAIC, esa cuestión de la creación en el arte cinematográfico vino a encontrar una solución operacional práctica cuando, bajo la dirección de Alfredo, son constituidos los tres grupos de producción, coordinados por Tomás Gutiérrez Alea (Titón), Julio García Espinosa y Manuel Pérez Paredes.

Hoy vivimos bajo la dominación del mercado. El lenguaje del mercado se hizo universal y capturó ya las mentes de productores, creadores, espectadores, críticos... Las nuevas generaciones son estimuladas a repetir las fórmulas puestas a girar en las pantallas del mercado. Pero creo que a los viejos cabe recordar que no siempre fue así, que la creación es fuente de vida y humanidad, y que el pensar es propio del hombre. No exagero, creo, si digo que empecé a aprender eso en el ICAIC. Y lo agradezco a Alfredo.

Geraldo Sarno


60 AÑOS DE SOLIDARIDAD 

La noticia debió demorarse en llegar a Colombia y un poco más a Bucaramanga: había salido corriendo el dictador Batista y el gobierno estaba  encabezado por el pueblo cubano y su líder Fidel Castro.

Me gustaría meterme ahora en el archivo del diario  Vanguardia Liberal para saber,  fotocopiar  y difundir como se trató esa noticia.

Bucaramanga tendría unos 200.000  habitantes y yo tenía 15 años y ya iba al cine en matinales y vespertinas los sábados y domingos. Sin saberlo ni imaginarlo tenía ya  una perspectiva adolescente e ingenua para llegar al CINE  y años después a la aventura cultural, artística y política del ICAIC.

El recorrido fue largo, interesante de escribirlo y por el momento inapropiado.

En todo el mes de marzo de cada uno de 60 años por los cuales hay nos regocijamos como si fuera nuestro primer hijo, o hija, cuando nace y  cumple su primer año de vida, festejamos esta fecha histórica llena de pasión, creatividad, arte, compañerismo, durísimo trabajo, fraternidad y solidaridad.

Gran felicidad y gran reconocimiento a todos los cubanos que estuvieron en las bases del ICAIC, lo llevaron al gran cine mundial como gran hecho cultural de Cuba y América Latina, a todos los  trabajadores, no necesariamente mencionados en las películas  famosas y no famosas y a todos los cineastas de Latinoamérica que encontraron en el cine cubano el apoyo y respaldo para conformar  el Comité de Cineastas de América Latina, la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano y la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños.

Para los que ya no están con nosotros, los que estamos y los vendrán, estos 60 años de trabajo ocuparan un puesto fundamental de  la historia del cine mundial. 

Carlos Álvarez