“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

NOTICIA


  • Niña Mamá: un documental por el derecho a decidir
    Por Julieta Santos

    El último documental de Andrea Testa nos acerca a la realidad de la maternidad en la adolescencia desde la intimidad de hospitales públicos del conurbano bonaerense. En una entrevista exclusiva, dialogamos con su directora y una de las productoras de Niña Mamá. Este documental por el derecho a decidir es también, sin duda, una necesaria provocación a la perspectiva de clase en nuestros feminismos.

    -Niña Mamá nos conecta con la salud pública desde una apuesta absolutamente realista, cruda y conmovedora. ¿Con qué urgencias, a tu criterio, nos pone de frente la película
    ?
    Andrea Testa:  La película tiene como marco un tema que es de emergencia social, que toma relevancia pública, y transita por una realidad cotidiana que está adherida profundamente en estas historias de vida a las cuales podemos acercarnos.  Y ese choque de miradas, por una cuestión de clase, hace que por ahí sea distinto cómo se ve esa urgencia desde quien esté viendo la película. Creo que muchas de las chicas, para no generalizar, no lo ubican como una urgencia. Sí en el análisis de la película, después de ver los testimonios uno tras otro, se puede ver algo estructural. Eso construye esta idea de urgencia. En lo personal algo que me genera indignación es cuando aparece este miedo a la muerte, un miedo que las atraviesa y las inmoviliza. Y si no lo enfrentan no es imaginario, es muy concreto. Es miedo a que les pase algo si deciden interrumpir un embarazo. La emergencia si podemos nombrarla como urgencias, de la salud pública, del estado en que están los presupuestos de los hospitales, de los recursos, de la situación en la que están los equipos de trabajo, de la precarización, podemos hablar de urgencias sociales en relación a que hay un montón de derechos que están siendo vulnerados. Hay un montón de violencias que sufren los cuerpos que se ven en la película, en el ámbito privado y doméstico, pero también institucionales. Ahí hay un movimiento de la película, un encuentro de todo esto, que es contundente, que se ve como lo estructural del problema y que muchas veces se vive como algo cotidiano y no se puede vivir de otra manera porque son los condicionamientos de sectores.

    -¿Cómo fue el proceso de trabajo con cada una de las protagonistas del documental (profesionales, niñas, adolescentes y mujeres)?
    Andrea Testa: Pasa algo con la realidad de los hospitales y es que son lugares de tránsito. Eso fue una gran pregunta: ¿cómo filmar esta película? Yo no podía conocer previamente a las mujeres, a las adolescentes, no podía generar un vínculo como por ahí una piensa que debería encarar este documental. Por eso lo que hicimos integralmente en el grupo fue pensar qué herramientas teníamos disponibles para este cuidado y marco de confianza. En principio si aparecía un no, no íbamos a repreguntar ni insistir. Y cuando era un sí, era cuidando que eso se mantenga en el tiempo. Por eso mi rol también fue, además de la dirección, estar comprometida desde una percepción activa y en estado de alarma siempre durante el rodaje. Poder todo el tiempo observando qué le estaba pasando a esa otra persona, a las adolescentes, a las profesionales. Mi rol además de las cuestiones estéticas de la peli tuvo que ver con un ejercicio de percepción y de escucha sobre ellas. Y marcar límites: decir “corte”. Puesta en un aquí y ahora a disposición de lo que estaba sucediendo delante de la cámara. Eso fue muy importante para dar una contención, luego fue contar siempre qué era esta película. A las chicas les contamos de qué se trataba la película, cuánto iba a durar, lo que ya se había filmado. Con las profesionales fue un poco más fácil generar ese vínculo previo. Entramos a los hospitales agarradas de su mano desde lo que es su trabajo cotidiano. Que se sientan parte de la película fue muy importante.

    -¿Qué formación tienen las especialistas que llevan adelante el acompañamiento de las niñas, adolescentes y mujeres embarazadas y madres, a lo largo de la película? ¿Cómo accedieron al espacio público donde se realizó el documental?
    Andrea Testa: El acompañamiento que hacen es desde su especialidad y desde su formación en la práctica médica de la salud. Hay trabajadoras del servicio social, médicas, pediatras. El documental se hizo en el hospital público, en dos distintos, acompañando el evento médico; transitamos día y noche el hospital. Estuvimos en las guardias, en las salas de maternidad, en consultorios, y después de hacer una experiencia de estar ahí, de observar, fuimos eligiendo los lugares donde se podía ir desarrollando la temática que queríamos abordar. Por eso elegimos filmar con una pediatra de adolescentes, las intervenciones del servicio social en la sala de maternidad, en la guardia obstétrica, en un consultorio de ginecología que atiende a adolescentes. Hicimos ese recorte del hospital donde pudimos conocer a niñas, adolescentes, mujeres jóvenes, que se acercan a partir de algún evento obstétrico. Y luego esto permite ver un poco la complejidad, humanizando esas intervenciones no tanto desde la idea de salud física, sino desde la idea de salud integral. Llegar a la intimidad que se logró con la película fue a partir de generar lazos fuertes de confianza y construcción colectiva donde nos apoyamos en las trabajadoras y profesionales que quisieron participar en la película y junto a ellas pensamos con el equipo todo el marco de cuidado para poder filmar allí, y también el lazo armado con las protagonistas de la película y todas aquellas que participaron y finalmente no quedaron en el armado final. Otra de las cosas importantes es que hubo siempre un lazo de confianza y de compromiso sensible, político, en relación a cómo estábamos viendo la película, cómo se iba armando, qué estábamos encontrando y que principalmente tenía como objetivo no interferir de más, no irrumpir en algo que era necesario entre las personas que llegan al hospital con alguna necesidad. Ahí se va generando una distancia concreta, espacial, de dejar que eso suceda, se filma dónde y cómo se puede, sin disponer de los objetos del espacio en función de la cámara sino a la inversa. Lo mismo con el registro del mundo sonoro, fue desde lo que nos permitía el espacio. No se usaron cámaras ocultas ni micrófonos que graben solos. Todo lo que estábamos haciendo era siempre expreso, dicho, y diferentes decisiones que fuimos tomando desde un dispositivo cinematográfico permitieron confianza en lo que estaba sucediendo.

    –Dos preguntas referidas a cuestiones más estéticas y, por ello mismo, políticas. ¿Por qué la decisión de un documental en blanco y negro? Y también, ¿por qué sólo se conoce el rostro de la Niña Mamá?
    Andrea Testa: El blanco y negro fue una decisión que primero se manifestó como una intuición muy grande. Imaginaba una película despojada, sensible, suave, donde se viese algo de una relación con las cosas artesanal. Un contacto lo menos mediatizado posible, porque sentía que lo que iba a florecer en la película iban a ser situaciones muy incómodas, crueles, injustas, entonces algo de la forma cinematográfica tenía que dejar ser eso y no sobredimensionarlo. Ya la realidad era una bomba, una potencia. Algo del lenguaje cinematográfico tenía que permitir que eso sea lo menos mediatizado, intervenido, decorado posible. Una apuesta simple. Ahí la decisión del blanco y negro toma más fuerza porque si bien es una intervención sobre la imagen, sacar el color también permite una focalización mucho más directa, no hay nada que distraiga más que esos rostros, esas miradas, los gestos, los momentos, las palabras también. Creo que es una película de palabras, una película que escucha esas voces. Por eso también la idea es que ellas son las protagonistas. Cuando introdujimos la cámara teniendo esta idea muy clara de que la película no tenía que entrometerse en la cotidianeidad de ese hospital porque lo importante era la atención, si se podía o no restituir algún derecho o acompañar en la decisión a alguna de las jóvenes que aparecen en la peli, había un solo lugar posible para filmar, sostener los largos planos, porque era importante ese tiempo que iba sucediendo, un tiempo que permitía a estas chicas hablar y ser escuchadas. Tuvimos que elegir un solo lugar.

    Ellas para mí son las protagonistas de la película; entonces no podía negarles su imagen, o llenarlas de otras cosas. Son ellas ahí con sus cuerpos, sus discursos, sus opiniones, como se expresan en la película. Estoy muy agradecida de como ellas decidieron participar, se abrieron a eso. Fue mucho más orgánico que a lo que nos preparamos. En una reseña sobre la peli que me gustó mucho, dijeron del blanco y negro algo que no había pensado: en el cotillón sobre la maternidad que se vende a diario, el blanco y negro funciona como una resistencia.

    Del equipo profesional no están los rostros, pero si las voces y sus preguntas. Es lo que permite que también se habilite esa palabra, las preguntas en las intervenciones que hacen. Esos protocolos permiten o no que las voces fluyan y aparezcan. Es ese posicionamiento de que a partir de estas profesionales que tienen su punto de vista ético de su práctica, que es humanizar a la persona que tiene delante, ya que son sujetos de derecho y no objetos.

    -La atención y el tipo de intervenciones profesionales que se registran en el documental, ¿cómo pueden modelizar otras formas de acompañar, en otros establecimientos públicos, la decisión de las niñas, las adolescentes y las mujeres respecto al hecho de gestar y tener una hija?
    Andrea Perner: Nos parece que esto puede servir al interior de los colectivos que trabajamos en salud para discutir nuestras prácticas, para vernos al espejo, para ver nuestra intervención desde otra mirada. No lo vemos tanto desde “modelizar” como si hubiera una forma correcta de hacerlo, sino más como chance para abrir procesos de discusión al interior de los grupos de trabajo. Poder ver cómo nuestras prácticas profesionales están atravesadas por las condiciones en las que realizamos nuestro trabajo, por las políticas públicas con las que trabajamos y por las que no existen, por la realidad de los establecimientos y todas estas determinaciones socioeconómicas que están a la luz.

    -¿Cómo se imaginan los procesos de formación profesional, o prácticas y residencias en los hospitales públicos, con una ley de aborto aprobada?
    Andrea Perner: La Ley es necesaria, la estamos esperando. También para las y los trabajadores de la salud en lugares donde ya venimos trabajando el acceso a la interrupción legal del embarazo (ILE) cada vez con menos barreras, sigue siendo necesaria contar con la Ley. Por un lado por lo que conceptualmente significa ILE vs. IDE. Por otro lado, creo que a muchas/os compañeras/os esto les va a dar un marco de seguridad que intencionalmente las instituciones quisieron mellar respecto de lo legal y lo ilegal alrededor de la práctica sanitaria y el acceso a las interrupciones legales del embarazo, que hace que muchos compañeras/os, incluso hoy, no terminan de ver la posibilidad de trabajar con lo que ya tenemos en los protocolos vigentes. Así que creo que los procesos de formación van a tener un mayor marco para la intervención. Es necesario y estoy contenta porque va a ser algo que ganamos en las calles, poder ser parte de los equipos de profesionales de la transición hacia una ley que esté a la altura de las necesidades de la población y de las mujeres y personas con capacidad de gestar.

    *Mientras esperamos que se reanuden las funciones en cines, pueden alquilar Niña Mamá a través del siguiente link: https://vimeo.com/ondemand/ninamama

    (Fuente: marcha.org.ar)


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