“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA


  • Todo cine es político, aunque no se proponga serlo (Parte I)
    Por Marcelo Cafiso

    Estamos en el Encuentro Internacional de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad en Caracas, Venezuela, y tenemos la grata sorpresa de la visita de Tristán Bauer, conocido director de cine y documental argentino. Nos gustaría mucho conocer de tu historia, del cine, de la filmación, de cómo empezaste en el arte del cine.

    Empecé cuando a los once o doce años fui a una biblioteca popular y vi una película en blanco y negro del neorrealismo italiano, Milagro en Milán. El cine para mí hasta ese momento era el lugar en que iba con mis amigos a pasar el tiempo, a divertirnos. Y recuerdo que esa película me produjo una profunda conmoción; porque descubrí que algo parecido a eso era lo que yo quería hacer. Descubrí que el cine era mucho más que un mero entretenimiento y que era algo que nos podía mostrar la vida. Y creo que, de alguna manera, quedé marcado por esa película y por el neorrealismo italiano. Fue un descubrimiento, descorrer un velo. Y así, cuando terminé el colegio comencé a estudiar cine. Y así como fue un descubrimiento el cine a través del neorrealismo, fue también un descubrimiento el cine latinoamericano: descubrir que nuestros países producían y habían producido un cine, y un cine que nos daba una identidad muy particular, muy fuerte.

    ¿Cuáles fueron las películas o los documentales que te impactaron o que te marcaron del cine latinoamericano, así como esa primera película te impactó?

    Me acuerdo que en el año 73 (yo tenía entonces catorce años) llegó a la Argentina una muestra (creo que era la primera) de cine cubano; y complementada con lo que se llamaba el cine del Tercer Mundo, la Cinemateca del Tercer Mundo. Ahí pude ver las películas de Sanjinés, pude ver Memorias del subdesarrollo, La hora de los hornos, de Solanas; todas películas que hablaban de nuestra realidad y que lo hacían de una manera muy particular, de una manera muy distinta a aquel cine de Hollywood que era el que recibía yo en las salas habitualmente.

    Una época muy marcada por los conflictos, por una realidad latinoamericana muy golpeada. ¿Cómo denominarías ese tipo de cine: el de Memorias del subdesarrollo, el de Sanjinés, el de Pino Solanas?

    Creo que justamente como «cine latinoamericano». Ahora hay discusión sobre qué es cine latinoamericano y qué no. Creo que en ese momento de nuestra historia como continente se dio ese fenómeno, que en distintos países, en simultaneidad y muchas veces sin mediar un conocimiento mutuo, aparece esta cinematografía: el nuevo cine brasilero, etcétera. Es un momento muy particular. Pertenezco a una generación, soy tal vez el último eslabón de esa generación que pudo vivir en presente lo que fueron todos los movimientos: de Salvador Allende en Chile, la venida de Cámpora a la Argentina, y como punto de inflexión dramático y trágico el golpe de 1976.

    La dictadura militar en la Argentina. ¿Cuál fue tu primera realización, documental o película?

    Yo estudié en la Escuela Nacional de Cinematografía en esos años trágicos de la dictadura, donde mi formación estaba marcada por una gran censura. Había películas prohibidas como El acorazado Potemkin, un clásico del cine universal. Pero al mismo tiempo debo reconocer que tuvimos una muy buena formación técnica, una buena escuela desde el punto de vista técnico. Y allí la palabra «documental» estaba prácticamente prohibida porque estaba prohibido hablar de la realidad. A mí me interesó siempre mucho abordarla, y mis dos primeros trabajos fueron documentales: uno sobre un tejedor de ponchos en la provincia de Salta y otro sobre la destrucción de nuestra ciudad cuando se hicieron las primeras autopistas, y ver esto a partir de la destrucción de nuestra cultura. Ese documental se llamaba Fuelle.

    De manera que si mi formación estuvo orientada a un cine de ficción, mi comienzo tuvo que ver con el cine documental. Tuve la suerte por esos años de trabajar como camarógrafo con cineastas de América Latina como Estela Bravo, como Miguel Littín, como Jorge Denti. Una escuela que me dio una riqueza muy fuerte en esto de ver el mundo a partir de un cuadradito que es la cámara, y tratar de transformar esa realidad que se te presenta delante en un hecho cinematográfico, en un hecho dramático.

    Sabemos que hay anécdotas muy lindas de tu historia, de esta historia que estás haciendo con los documentales. Por ejemplo, en Chile. Contanos algo de Chile, que seguramente tiene mucho de sabroso con Estela Bravo.

    En Chile tengo dos historias muy lindas. Una es con Estela Bravo cuando fue el Papa, de una intensa dramaticidad toda aquella visita, porque se daba todavía bajo el gobierno de Pinochet, y cuando se empieza a producir ese quiebre que lleva a Chile hacia el proceso democrático. Y asimismo recibimos a Miguel Littín cuando vuelve de estar clandestino en Chile y de hacer su película Acta general de Chile. De manera que sin duda fueron ambas unas experiencias muy fuertes.

    Que te marcaron para los próximos documentales y para toda tu vida.

    Definitivamente.

    ¿Cómo siguió después el trabajo de filmar, ese esfuerzo tuyo y de todos los cineastas en medio de situaciones en los países latinoamericanos con los problemas económicos que tenemos? ¿Cuál es la dificultad para filmar y las trabas que uno va encontrando en el camino en el mundo de la filmación?

    Hacer cine es difícil en cualquier parte del mundo, porque es una actividad bellísima —creo que es una de las actividades humanas más hermosas que existen—, pero sin duda llena de trabas, de miedos, de dificultades financieras y artísticas para producir una obra. Y si bien me fue muy bien con los documentales que íbamos haciendo, me acuerdo de la tremenda angustia que me generaba filmar en aquellos años. Esto de trabajar con la realidad, el saber que el cine era un hecho artístico y que esa realidad se tenía que transformar en un drama.

    Y así decidí hacer una rotación: cambiar y hacer una película de ficción. Mi primera película de ficción fue Después de la tormenta, una película que abordaba un tema durísimo, que en aquel momento era incipiente en Argentina, como es el tema de la desocupación, que hoy nos marca como país y nos destruye socialmente. Fue también un gran desafío, un gran esfuerzo de producción, pero te confieso que me resultó más fácil desde el punto de vista de la construcción de la obra. Si bien en mi obra es mucho mayor la cantidad de documentales que de ficción, es en la ficción donde encuentro más reposo, más tranquilidad, aquello de poder determinar uno en qué momento nace el personaje y en qué momento se muere, cuándo hay un abrazo, cómo va vestido ese personaje; marcar con precisión, elegir los fondos, las músicas, dónde se desarrollan los acontecimientos, los actores con los cuales trabajar. Es decir, poder manipular el lenguaje casi como un mago me resulta mucho más fácil (y cuando digo «fácil» no quiero decir atractivo: más fácil que en el género documental, que significa una reinvención, pero con un respeto a esa realidad que tenés ahí delante).

    Ese respeto a la realidad que tenés ahí delante hizo que esa primera obra de ficción que vos hicieras fuera también una denuncia de la realidad argentina y quizá en los comienzos del duro embate del neoliberalismo en Argentina.

    Sí, sin duda, tanto en ficción como en documental la realidad está ahí presente y de una manera muy fuerte. Tal vez por esta génesis, por ser hijo del neorrealismo italiano. Pero, sin duda, todos mis trabajos tienen que ver con esa realidad. Después vino Cortázar, el documental sobre la tumba de Evita, un trabajo sobre Borges, y ahora esta película que acabamos de terminar sobre la guerra de las Malvinas. De manera que mi historia, la historia de mi país, está siempre ahí, latente y presente.

    ¿Qué diferencia ves entre lo que has hecho, entre lo que conocés del cine y el documental latinoamericano y el cine o el documental norteamericano?

    Bueno, entre el cine latinoamericano y el norteamericano de ficción la diferencia es abismal. Es la diferencia que existe entre una potencia imperial y países pobres que somos productores de cultura pero con unas diferencias tremendas. Vos fijate en una cosa: una sola superproducción de Hollywood significa la producción de tres o cinco años, en términos económicos, de todo el subcontinente latinoamericano. Es decir, con los 150 o 200 millones de dólares que los norteamericanos invierten en una película, nosotros financiamos tres o cinco años de toda la producción continental. Esta diferencia económica, esta diferencia abismal también después en lo que significa la distribución (el cine norteamericano ocupa en algunos casos el 85 % y en otros el 90 % de las pantallas del planeta) nos pone en un plano de desigualdad total. Sin embargo, debemos decir (y en eso creo que el cine de Latinoamérica es un prodigio: porque exista, porque sobreviva y porque tenga esas maravillas que salen año a año) que la calidad de nuestras películas es de un gran nivel.

    Aparte de esta lucha contra las inclemencias económicas que vivimos en nuestros países, ¿qué otras posibilidades se abrieron en Argentina (sabemos de una ley de cine que ha sido beneficiosa)? Me gustaría que nos cuentes sobre eso.

    En los últimos años vos podés encontrar una importante producción de cine argentino. En este año que está transcurriendo hemos batido un record nacional de estrenos: se van a estrenar unas 63 o 64 películas. Esto no ocurría ni siquiera en la época del cine de oro de la Argentina. Y esto es fundamentalmente, por supuesto, gracias al talento y la capacidad de producción de tantos jóvenes que se han arrimado a este lenguaje; al esfuerzo de los directores, de los actores, de los técnicos, pero fundamentalmente gracias a una ley de cine, a una ley de protección de la cinematografía.

    En la Argentina se creó hace muchos años un Instituto Nacional, que tiene fondos que provienen del cine. Es decir, cada vez que un espectador va a ver una película norteamericana, francesa, cubana, boliviana o argentina, un diez por ciento de esa entrada va para este fondo que lo administra el estado, el Fondo del Instituto Nacional de Cinematografía. Así se puede subsidiar y proteger la industria del cine argentina.

    ¿Con ese porcentaje se subsidia?

    Sí, es un fondo de aproximadamente unos veinte millones de dólares anuales, y así podemos trabajar y crecer.

    ¿Se está viendo más cine argentino y más cine latinoamericano en nuestros países?

    Se está viendo más cine argentino, pero también hubo que hacer una reglamentación, poner una cuota de pantalla para protegerse de la invasión despiadada del cine de los Estados Unidos, una reglamentación del Estado argentino que le da un espacio a nuestro cine, y esto hace que se vea un poco más. De todas maneras la batalla es absolutamente desigual.

    ¿Qué opinás? ¿Hay un cine político y un cine no político?

    Creo que todo cine es político, tenga la intención originaria de serlo o no. Todo cine es político. Creo que el cine es un discurso y de allí se puede desprender, hacer, el análisis político. Alguno es más claramente político y otro lo es menos, pero sin duda todo cine es político.

    Parte II

    De tus obras, la última de la que nos contabas, que se está filmando, Iluminados por el fuego. Contanos un poco de esta última producción.

    Bueno, este ha sido un desafío muy grande, seguramente el más importante de todas las películas que hice. Es una película bélica, sobre la guerra de Malvinas que se produjo en 1982 en nuestro país, y que tiene como eje inspirador el libro que escribió un excombatiente de Malvinas, Edgardo Esteban. Es un libro donde él narra todo lo que le ocurrió cuando fue llevado como soldado conscripto a los 18 años a enfrentar al ejército británico en nuestras islas Malvinas, y donde aparece la tragedia de esa guerra, que tiene que ver con militares argentinos que llevan de una manera absolutamente improvisada y muchas veces sádica a nuestros soldados a combatir, sin ningún tipo de preparación. Esa guerra se produjo en el extremo sur del continente, en una isla, en pleno invierno, y se llevó a nuestros soldados sin ninguna preparación para enfrentar esa situación. Hubo problemas de hambre, problemas de maltrato, y enfrentar nada más y nada menos que al ejército inglés con el apoyo del ejército de los Estados Unidos y de la OTAN.

    De manera que es una historia doblemente trágica, una historia de una doble derrota para nosotros los argentinos, al estar enfrentados a nuestros propios jefes de ese ejército, que eran miembros de la dictadura más despiadada que conoció nuestro país, y por otro lado enfrentar a este ejército tan poderoso.

    La película se mete desde el presente, desde el hoy, contando una historia que muy pocos conocen, que es la cantidad de excombatientes suicidas que hay de Malvinas. Hoy día hay más soldados muertos en la posguerra por el suicidio que soldados muertos en el territorio de las islas (son ya más de trescientos excombatientes que se han suicidado). Y también narra, y fundamentalmente, todo lo que fue Malvinas 82: esa situación tan difícil, tan complicada.

    ¿Es una película que vas a presentar aquí en el Encuentro Mundial de Intelectuales?

    Sí, aquí estamos trayendo un avance, un avance largo, de noventa minutos. Para mí era muy importante compartir esta película con Venezuela, porque fue sin duda Venezuela uno de los países que más apoyó al pueblo argentino durante esos tiempos tan difíciles, ese momento de Malvinas. Y me parece importante porque creo que la reivindicación de la soberanía del territorio de las Malvinas no es una causa exclusivamente nacional, sino que es una causa de toda América Latina. Es un territorio argentino, latinoamericano, que está tomado por las fuerzas británicas.

    Sabemos de la importancia de esta película. Ha ganado premios ya en sus presentaciones en el exterior.

    Sí, curiosamente es una película que ha ganado ya varios premios antes de estar terminada. Ha nacido con una buena estrella.

    Viene con el pan bajo el brazo. 

    Ha ganado un importante premio en uno de los festivales que yo más quiero, que es el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, para el guion. Ha ganado en Argentina dos premios muy importantes, que son los que permitieron la producción. Y recientemente en el Festival de San Sebastián obtuvo el premio Cine en Construcción y el Premio de la Oficina Católica de Cine, que nos posibilita terminarla con los mejores niveles de calidad.

    Antes de preguntarte sobre el Encuentro Mundial (del que me gustaría que nos cuentes un poco), quisiera preguntarte cuál sería el mensaje como para que el televidente, el oyente, quiera acercarse al cine latinoamericano, al documental… ¿Con qué vos enamorarías a través de la palabra y luego de las imágenes, cuando lo vean, a quien nos escucha?

    Creo que los latinoamericanos tenemos una deuda que tiene que ver con la valoración de nuestra propia cultura. Es un hecho lamentable que los argentinos no conozcan el cine venezolano, que los venezolanos no conozcan el cine argentino, que los chilenos no conozcan el cine cubano, que los brasileños no conozcan el cine boliviano, y que nuestro cine, sí, tal vez pueda ser mostrado en Europa, pero que entre nosotros, así como hay tratados del Mercosur y tratados económicos, no haya tratados culturales fuertes, sólidos, que nos ayuden a conocernos y a reconocernos más. Me parece que esto es algo pendiente, es algo a resolver. Cuba es el único país que de verdad difunde —y lo hace a nivel masivo, tanto en las salas de cine como en la televisión— el cine latinoamericano. Vas a Cuba y puedes hablar con cualquiera y conoce las últimas películas argentinas, brasileñas…

    A veces han visto más películas argentinas que nosotros.

    Y esto no ocurre en nuestro continente. Y me parece gravísimo en esta coyuntura en que se está haciendo un cine de gran calidad. En nuestro país, la Argentina, se ha dado un fenómeno muy fuerte también en los últimos años, que es una gran cantidad de jóvenes, pero una gran cantidad —hay más de 15 mil estudiantes de cine—, que se han puesto a producir, que se han puesto a generar imágenes, imágenes que surgen de sus propias experiencias, de su memoria, de su historia, de la historia de su país. Un cine nuevo, joven, muy vital y muy rico. Creo que este espacio los latinoamericanos tenemos que hacerlo crecer y que nuestra comunicación, nuestro diálogo, tiene que ser mucho más grande que el que existe hoy día.

    Que nuestro cine tiene valores está demostrado en los festivales internacionales. En los últimos siempre está el cine latinoamericano muy presente y muchas veces obtiene grandes premios. El papel de los estados es fundamental, y es fundamental lo que pueda hacer la televisión: estas reglamentaciones, como las cuotas de pantalla, para que cada vez nos conozcamos mejor. Esto me parece importantísimo como barrera a ese cine de Hollywood arrollador que ocupa todos los espacios y todas las pantallas, y que finalmente nos quiere transformar en consumidores de imágenes imposibilitándonos ser productores de imágenes.

    Primer Encuentro Mundial de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Sos uno de los invitados especiales, uno de los 328 participantes, y nos gustaría saber tu opinión de este evento único que se está dando en el mundo.

    Muy positivo, muy interesante siempre encontrarse y reflexionar sobre este momento de guerra que le toca vivir a la humanidad. Estoy muy feliz de estar aquí en Venezuela. He venido siguiendo este proceso desde la Argentina y me resulta muy emocionante estar aquí. Y rescato del discurso de apertura del presidente Chávez aquello de «pasar a la ofensiva». Muchas veces pasar a la ofensiva en defensa de la humanidad, pasar a la ofensiva en defensa de la cultura, pasar a la ofensiva —en nuestro caso— en defensa de nuestro cine; muchas veces nosotros, sumergidos en nuestra memoria, en los tremendos dramas que han vivido nuestros países todos estos años y desde la colonia, quedamos como sujetos a esa reflexión muchas veces nostálgica y que muchas veces nos detiene la acción.

    Creo, por supuesto, que tiene que existir una valoración de la memoria —yo estoy lleno de esas historias y de esa memoria—, pero creo que tenemos que ser capaces de dar un paso adelante. La Revolución Cubana, después de más de cuarenta y cinco años, demuestra que se puede. Chávez, en estos últimos tiempos y en estos dos episodios, tanto el intento de golpe de estado como el último referéndum, nos muestra que se puede. El triunfo del Frente Amplio en el Uruguay nos muestra que se puede. Y los acontecimientos del 20 de diciembre en la Argentina cuando un conjunto de diversidades —pues si bien hubo unidad, era una unidad sumada de distintos sectores de la sociedad argentina— pusieron el freno y dijeron: «¡basta!», de una manera así clara y dramática, al neoliberalismo. Y comienza ahí una nueva historia. Por supuesto que difícil, llena de pasos para adelante y pasos para atrás, pero sí un momento nuevo.

    Creo que esta responsabilidad de pasar a la ofensiva es de todos; creo que tenemos que hacerla con gran creatividad. Son problemas nuevos los que aparecen en este mundo y tenemos que dar respuestas nuevas. En el cine creo que lo estamos haciendo. Si uno ve las últimas películas de Argentina y algunas de América Latina encontrará propuestas nuevas. Y creo que en todos los campos tenemos que hacer así: ir para adelante y crear, crear. Creo que ese es el gran debate. No quedarnos en discursos intelectuales —y digo esto en un congreso de intelectuales—, sino quedarnos en propuestas que tengan que ver con la creación de productos nuevos, de ideas nuevas. Es fundamental en este mundo y desde América Latina creo que podemos hacer propuestas permanentemente.

    Para terminar. En esta ofensiva de la que vos hablás, ¿cuál es tu visión como creador y si creés que hubo una ofensiva después de lo que contás de diciembre del 2001 en la Argentina? ¿Cuál es tu visión de la Argentina hoy?

    Mi visión de la Argentina es la de un país que, como te decía antes, dijo «basta», donde se están reorganizando fuerzas, las fuerzas del bien —y las del mal también—, y tengo una visión positiva en medio de una crisis profundísima. La Argentina era un país que en la historia reciente, en los años 50, producía aviones a reacción; era un país que tenía treinta y cinco mil kilómetros de vías férreas; era un país que tenía una empresa de petróleo ejemplar, como era YPF: empresa que fue ejemplo para América Latina: para el petróleo mexicano, para el venezolano, para el brasilero, y que de pronto se quedó sin pozos de petróleo, sin vías férreas (de treinta y cinco mil kilómetros bajamos a ocho mil), y aquellos aviones que producíamos veinte años después terminamos comprándoselos a los franceses y no somos capaces de producir ni siquiera un tornillo. Y además de eso tenemos el treinta por ciento de la población sumergida en niveles de miseria impensables para un país agrícola y ganadero como es el nuestro y con una deuda externa de más de 150 mil millones de dólares.

    Esto que parece imposible de revertir, yo creo que se puede revertir. Creo que el presidente Kirschner en muchísimos aspectos está haciendo cosas muy positivas. Creo que también está encaramado ahí todo un sistema de partidocracia política, de partidos, de burocracias que frenan este proceso. Pero creo, como te decía recién, que la responsabilidad es nuestra, el espacio está ahí, y somos nosotros, los creadores, los trabajadores, los que tenemos estudiantes, los que tenemos la responsabilidad de, con propuestas y con una producción concreta, revertir esto. En ese sentido soy profundamente optimista, tengo una gran esperanza, y estar aquí y ver al presidente Chávez y ver lo que está ocurriendo me da una esperanza aún mayor.

    Lo último. Me quedé con algo que habías dicho antes. Hablabas de la necesidad de intercambiar el cine entre los distintos países latinoamericanos, que teníamos que ver más cine brasilero, cine peruano, cine cubano; esa integración que falta en América Latina en cuanto al cine. ¿Ves alguna necesidad en lo político y en lo económico de una integración de nuestros países?

    Los productores de cine, los directores de cine pueden hacer mucho. Pero muchísimo más se puede hacer desde los estados. Creo que los roles de los estados son vitales, y en ese sentido espero, es mi deseo y creo de verdad que va a ser así, que tanto los gobiernos de Cuba —que lo ha hecho siempre— como los de Venezuela, Brasil, Uruguay, Argentina van a desarrollar esto. Pero te vuelvo a decir que pongo la responsabilidad primera en nosotros mismos, los que estamos presentes en estos congresos y en tantos otros, y que no nos quedemos en las ideas o encerrados en nosotros mismos, sino que salgamos como volcanes hacia afuera.

    Muchas gracias por tus palabras y muchas gracias por tu cine que realmente es más que una bocanada de aire para América Latina.

    Gracias a ustedes.

    (Tomado del libro "Por la izquierda. Dieciséis testimonios a Contracorriente. Tomo III". Selección y prólogo: Julio César Guanche y Ailynn Torres Santana. Ediciones ICAIC, 2013).



    (Fuente: Videoteca Contracorriente, Cubacine.cult.cu)


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