“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Mamá, mamá, mamá, pequeña, íntima y delicada ópera prima
    Por Diego Batlle

    Tras ganar la Mención Especial del Jurado de la sección Generation Kplus de la Berlinale 2020, se presenta en la plataforma de streaming Puentes de Cine esta  de la joven directora argentina.

    No hay grandes impactos ni revelaciones en Mamá, mamá, mamá, debut en el largometraje de la joven (21 años cuando ganó el concurso de óperas primas del INCAA en 2017, 24 ahora) Sol Berruezo Pichon-Rivière. El suyo es un cine sensorial, de climas, de detalles, de estados de ánimo, que continúa los pasos de una camada de realizadoras que la han precedido e influido: Lucrecia Martel, Celina Murga, Milagros Mumenthaler, María Alché y siguen las firmas.

    Esa introducción no significa que -como algunos detractores de este tipo de cine suelen cuestionar- en Mamá, mamá, mamá “no pase nada” y se quede en la mera contemplación. En el film se construye un universo (pequeño, cerrado, autosuficiente) en el que se analizan las inseguridades, las relaciones, los códigos y las búsquedas de niñas y adolescentes durante una jornada de verano.

    Pese al calor, los mosquitos y el incesante ruido del ventilador, la piscina parece vedada para Cleo (Agustina Milstein) y sus primas Nerina (Chloé Cherchyk), Manuela (Camila Zolezzi) y Leoncia (Matilde Creimer Chiabrando). Es que Cleo, a sus 12 años, afronta como puede (sin demasiada contención de los adultos) la reciente pérdida de su hermana, que se ha ahogado en una pileta.

    Presente en lo físico pero al mismo tiempo ausente por su angustia, Cleo vomitará, tendrá su primera menstruación en un ambiente donde impera la confusión y cierto caos. Sí, Mamá, mamá, mamá es un relato de iniciación, pero también de duelo y de construcción de la identidad. Habrá un funeral imaginario, conejos que deambulan, besos imaginarios, coreografías infantiles a partir de canciones favoritas y adultos (tía, madre, abuela) que están ocasionalmente y siempre en un segundo plano. Porque lo que a la guionista y directora le interesa es ese mundo tan contradictorio, desconcertante e inasible de la pubertad. Con esos sutiles elementos está concebida esta austera, modesta (dura 59 minutos sin los créditos finales) pero valiosa carta de presentación de Sol Berruezo Pichon-Rivière.

    (Fuente: Otroscines.com)


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