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  • La Sinfónica de los Andes, de Marta Rodríguez, homenaje a los niños muertos en el conflcito armado de Colombia

    El conflicto armado en Colombia dejó como saldo más de siete millones de desplazados forzados, alrededor de 215.000 homicidios y cerca de 80.000 desapariciones forzadas durante más de 50 años. La documentalista colombiana Marta Rodríguez llegó al departamento de Cauca en los años setenta, cuando se conformó el primer Consejo Regional Indígena, cuando la guerra “no era tan brava”, recuerda. A medida que la situación se fue agudizando en el norte de esa región, la realizadora vio como la contienda bélica y la llegada del narcotráfico se cobró la vida de sus habitantes, miles de infantes entre ellos. De las cenizas y el dolor, nació una orquesta de música tradicional, conformada por jóvenes indígenas Nasa, con el objetivo de rendir homenaje a los niños fallecidos.

    Así nació La Sinfónica de los Andes, el más reciente trabajo de Rodríguez, considerada como la madre del documental colombiano. El filme se empezó a gestar hace cinco años, pero no fue hasta 2014, durante el homenaje que recibió en el Festival de Cine a Cielo Abierto –en Cochabamba, Bolivia–, cuando pudo conseguir los fondos para realizar la película. Fue a través de Julio Weiss y la casa de producción Visual Arts Factory, que obtuvieron 50.000 dólares del Fondo Ibermedia para empezar con el rodaje. “Aquí en Colombia hay una censura a los que estamos denunciando los atropellos a los derechos humanos. Tienen millones para la ficción, pero al documental le están cerrando las puertas”, cuenta Rodríguez vía Skype.

    En 2016, el equipo de Rodríguez empezó con el trabajo de campo. El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, ya había firmado el acuerdo de paz final con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). A pesar de ese detalle, la realizadora y su equipo contaron siempre con el resguardo de los indígenas de Cauca -donde se resguarda la mayoría de culturas indígenas del país y donde el conflicto armado ha tenido mayor intensidad durante los últimos 60 años-. Documentó cerca de 20 historias de niños que murieron durante la guerra, de las cuales eligió tres. Una de ellas fue la de una niña de 11 años que murió a causa de la esquirla de un tatuco (explosivo artesanal) que le atravesó el corazón. Otra sobre una pareja, Armando y Jimena. Ella perdió a su hijo en gestación y a su otro pequeño, al que tenía en brazos, debido a la granada que un guerrillero tiró por su ventana. La última es sobre otra pequeña, de ocho años, que falleció después de pisar una mina sembrada por las FARC.

    A lo largo de todo el metraje, instrumentos de cuerda y de viento, como flautas, quenas, además de percusión proveniente de la tambora, le ponen la banda sonora al filme. Es esta música, interpretada por los niños, adolescentes y jóvenes que conforman la Sinfónica de los Andes, la que rinde homenaje al renacimiento de la niñez después del conflicto. El docente, proveniente de la ciudad de Pasto, musicaliza los poemas escritos por los mismos jóvenes, dedicados a su familia, amigos y conocidos que han muerto y se han visto afectados por la guerra. Muchos de los integrantes del conjunto, gracias a la iniciativa, se salvaron de ser conquistados por la guerrilla o el narcotráfico. “Él (el docente) ha hecho una labor enorme con su orquesta de instrumentos andinos. Realmente son chicos maravillosos, que no quieren caer en manos de la guerra y le dan toda sus energía en creer en su grupo musical”, precisa Rodríguez.

    El documental también hace hincapié en el “vivir sabroso”, termino acotado por una joven Nasa, que tiene que ver con la importancia del derecho de poder vivir tranquilo en su tierra de origen, sin el miedo a ser víctima del ejército, de los narcos o los grupos disidentes de las FARC. “Para los indígenas la tierra es la madre y ella [la joven] dice que vivir sabroso es no encontrar un retén, no pisar una mina, que no estén bombardeando, porque cuando la guerra estaba más brava, se oían los combates todo el tiempo. Es como el sueño que el territorio sea autónomo y sea de ellos”, explica Rodríguez.

    Toda la violencia en la región de Cauca se explica, según cuenta Rodríguez, debido a que es un “sitio estratégico” por su salida al océano Pacífico para el tráfico de droga, sus minas de oro y uranio; además de ser zona de cultivo de amapola y hoja de coca. Ante estos factores, los campesinos e indígenas de la zona sufrieron “muchísima violencia” por intereses privados, gubernamentales y del conflicto armado, entre otros. “La Sinfónica de los Andes retrata el etnocidio sistemático de poblaciones indígenas que ocupan territorios con grandes reservas petrolíferas y minerales. Espero que con una memoria tan actual como la que nos transmite el documental de Marta, podamos reflexionar en Bolivia hacia dónde queremos que vaya el desarrollo y la modernidad en nuestro territorio”, afirma Julio Weiss, uno de los coproductores del filme.

    El documental también utiliza recursos de animación, para ilustrar algunas partes de la narrativa. El trabajo de ilustración corrió a cargo de la artista visual colombiana conocida como Bastardilla, mientras que la labor de animación lo realizó Visual Arts Factory en Bolivia. La colaboración entre ambos países fue fundamental. “Creo que es algo muy necesario, y que haya más coproducción entre países. No es fácil, pero si es necesario para que empiece a haber una soberanía latinoamericana en nuestro cine”, dice Weiss.

    El documental tuvo una proyección en Colombia y otra en Bolivia. A partir del segundo semestre comenzará con su recorrido por festivales internacionales, además de proyecciones en salas alternativas en ambos países, que todavía deben ser coordinadas. De ese modo, el registro histórico de Rodríguez puede llegar como música que homenajea, recuerda y revive la niñez perdida de las víctimas y sus familiares después del horror de la guerra.


    (Fuente: Elpais.com)


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