La cineasta brasileña Teté Morães es, sin dudas,
una de las documentalistas más relevantes de América Latina. Su trabajo
en el cine comenzó en la década de 1970 y se ha extendido hasta nuestros
días con nuevas propuestas. La cineasta visitó la isla invitada al XI
Festival Internacional de Documentales Santiago Álvarez in Memoriam
-que se celebra cada marzo en la ciudad de Santiago de Cuba-, para
competir con su última producción. En esta ocasión mostraba su obra Nací para bailar,
que recoge las experiencias del músico brasileño João Donato en
intercambios con músicos cubanos en La Habana y Río de Janeiro.
Sonriente
y espontánea, tras el estreno de su documental en el cine Rialto, Teté
aceptó responder algunas preguntas sobre sus experiencias como cineasta
para ser publicadas, más tarde, en nuestra Revista.
Usted es
abogada de formación y trabajó como periodista durante muchos años.
¿Cómo llega a convertirse en realizadora de documentales?
Yo
creo que el cine documental tiene su relación con el periodismo. No es
que sea lo mismo pero tiene que ver también con la investigación de los
temas que uno quiera tratar. Yo pienso siempre que cuando uno empieza a
hacer un documental sobre un tema, normalmente sabe poco sobre el tema,
pero cuando termina ya sabe bastante más. El mismo proceso de hacer un
documental lleva, necesariamente, a un trabajo de investigación y a un
periodismo más profundo -no solo el de las noticias de los noticieros de
cada día. Los documentales tienen su base también en una curiosidad, en
una necesidad de descubrir y saber lo que pasa con determinada cuestión
o con determinadas personas. En el periodismo yo he estado bastante
tiempo con esa necesidad de investigar y de saber lo que pasa, estudiar a
la gente y contar historias, descubrir historias interesantes que
serían buenas para ser compartidas con otros.
Después de mucho
tiempo de trabajar en periodismo me interesé por el cine. Hace mucho yo
hice un documental, por el año ’77, cuando vivía en Portugal. Fue una
película muy sencilla con Súper 8 pero ya incluía mi interés por contar
una historia a través de la imagen, del audiovisual. En esa época yo
estaba exiliada allá. Después, cuando volví a vivir en Brasil, después
de que empezó a cambiar la situación y que los exiliados podíamos
volver, -eso fue en el ’79- poco a poco me interesé más por el cine
documental y ahí empecé a hacerlo. Así, paralelamente, hice un poco de
periodismo y después me moví más al cine documental.
En sus
películas hay una marcada motivación por reflexionar sobre la identidad
de los personajes a partir de un estrecho vínculo con el espacio físico,
con la tierra, con el entorno ambiental donde ellos se mueven. ¿Qué la
motiva a escoger este tipo de representación tan topológica?
Yo
creo que donde viven las personas, su medio ambiente cultural,
climático, geográfico tiene mucho que ver con su personalidad y con su
forma de ser. Yo creo que es por eso, pero no había nunca pensado que
era sí. Esta primera película que hice en Portugal tiene que ver con la
tierra. Tiene que ver con una finca que en aquel momento en Portugal
-año '74 o '75- durante la Revolución de los Claveles, como muchas otras
fincas, fue desapropiada para ser compartida en propiedades más
colectivas. Se filmó en Alentejo que es al sur de Portugal, una región
agraria muy grande donde están los olivos de donde salen las aceitunas
para hacer el aceite, es una región muy rica y de grandes propiedades y
latifundios. Cuando la Revolución de los Claveles se han hecho algunas
experiencias colectivas y esta historia es la de unos profesores de una
escuela de enseñanza media que ocuparon una finca que estaba abandonada
porque los propietarios habían salido para utilizarla para clases con
los estudiantes de agricultura y de matemática. Entonces, yo seguí esta
historia, con el grupo de profesores y jóvenes que han tenido esta
experiencia en esta finca que ya no existe más. Después, todo fue
cambiando, yo creo que incluso fue retomada por los propietarios
antiguos.
Tierra para Rose es, sin dudas, su obra más
laureada. Ganó muchos premios, entre ellos el Premio Coral al Mejor
Documental durante el Festival Internacional del Nuevo Cine
Latinoamericano en 1986. ¿Por qué usted decide regresar 10 años más
tarde al reencuentro con los protagonistas de esa historia y hacer una
segunda parte de la película?
Muchos realizadores, después de
hacer una película, cuando establecen una relación afectiva con los
protagonistas tienen la curiosidad de saber lo que les pasa. La
experiencia de hacer Terra para Rose fue muy fuerte porque fue el
inicio del movimiento de los “sin tierra”, cuando nadie sabía muy bien
en Brasil qué es lo que era aquello, qué es lo que iba a dar. Entonces,
todo empezó en el sur de Brasil que fue algo muy sorprendente porque
justo el sur de Brasil es la región más rica, más desarrollada. Era
difícil imaginar que había “sin tierras” allá. Pero había varios, eran
pequeños agricultores que estaban sin tierra para sembrar. Incluso, por
tener un nivel de organización, de instrucción más elevada yo creo que
por ahí fue que surgió una consciencia social más fuerte. Fue ahí que se
organizaron las primeras ocupaciones de tierras, de haciendas que
estaban improductivas y fueron desapropiadas por el estado para que
pudieran ser transformadas en asentamientos de pequeños grupos de
agricultores. Así es la reforma agraria, que está bastante atrasada en
Brasil en realidad. Se ha hecho mucho pero todavía queda bastante por
hacer. Entonces, por eso sigue con ese movimiento que hoy ya está
disperso por todo el país. Se alargó por todo el país porque en todo
Brasil hay problemas de tierra. Especialmente, ahora en el centro-este. Y
entonces cuando yo fui allá a filmar este documental fue una cosa
completamente nueva. Yo busqué a un grupo de agricultores que había
ocupado esta hacienda allá en un campamento y era muy organizado todo.
Además
de Rose, yo conocí a muchas mujeres y familias y establecí una estrecha
relación con muchos de ellos. Hasta hoy tengo contacto con algunos de
ellos. Entonces, después de haber terminado la película, seguí haciendo
mi vida y otras cosas pero siempre me preguntaba qué había pasado con
ellos. Porque después de la ocupación, que finalmente fue bien porque
realizaron la división de esta hacienda y de otras haciendas en pedazos
de tierra para trabajar, yo quería saber qué era lo que pasaba después,
si realmente se producía, si realmente esto cambiaba sus vidas. Es por
eso que volví allá diez años después de haber filmado Tierra para Rose. Regresé en el año '96 para buscar donde estaban algunos de los personajes que yo había filmado y qué les había pasado.
La música parece ser un aspecto importante en sus dos últimas producciones O sol … y Nací para bailar. ¿Por qué este interés?
En realidad, O sol…
es una película de carácter político que cuenta historias de personas.
Su temática general, el corazón de la película, es la generación del
’68. Los sucesos de los años ‘67 y ’68, lo que ocurrió en mayo del ‘68
en Francia, el movimiento contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos,
un movimiento que explotó, eclosionó por todo el mundo. Brasil ha
tenido también el movimiento Cinema novo, la bossa nova, el tropicalismo
después. La música en Brasil en ese momento va a tener un empuje muy
grande. Es una época de festivales de la canción y aparecen muchos
compositores y cantantes muy buenos que son revelados al público como
Chico Buarque, Gilberto Gil, etc. Toda una generación que en aquel
momento está haciendo poesía, música, literatura.
Entonces, es
un panorama cultural muy creativo paralelo al movimiento estudiantil. Y
hay una dictadura en el país, así que es un problema de sobrevivencia
personal y cultural. Yo creo que esa es la temática de El sol… y la
música está ahí por eso, porque era muy fuerte. El mismo diario El sol
era un diario distinto, alternativo. Tenía creatividad gráfica, estaba
hecho por gente joven que acababa de salir de la universidad. El sol... era
un periódico-escuela que salía todos los días a la calle. Yo empecé
como periodista trabajando ahí. Entonces también la temática de El sol...
tiene que ver con mi propia historia porque yo pertenezco a esa
generación del '68 en Brasil.
Pero ahora este documental sobre
João Donato en La Habana tiene que ver con que me interesa mucho, adoro
la música en general, la brasileña y otras músicas latinoamericanas.
Tengo una relación también bastante antigua y frecuente con Cuba. De
tener varios amigos cubanos, conocer a los cubanos, la cultura cubana y
el país. Yo siento un gran cariño por el pueblo cubano. Siento mucho
respeto por su cultura, por su lucha, por todo lo que ha logrado. Yo he
venido aquí desde el año '83 siempre para el Festival de la Habana y
ahora dos veces para este Festival. He tenido la oportunidad de conocer
más, de viajar un poco en el país, de hablar con distintas personas. Y
eso ha hecho que me interese más por ese vínculo cultural y afectivo que
hay entre Brasil y Cuba. Yo creo que esta relación se da mucho a través
de los artistas, del arte y la cultura, mucho más que de los políticos.
Porque eso es eterno: los políticos pueden cambiar pero la cultura, el
arte, la música, la literatura, las artes plásticas, los artistas son
eternos aunque están siempre renovándose. Entonces, hay toda una
relación muy fuerte cultural, afectiva entre Cuba y Brasil.
João
Donato tiene esta relación con Cuba y con músicos cubanos. Y yo estoy
también trabajando en hacer un documental sobre João Donato. Sobre toda
su vida y obra que tiene que ver con toda la historia reciente de la
música brasileña. Él es un artista especial con una personalidad
realmente muy interesante. Estoy trabajando en este documental y espero
terminarlo un día porque todavía tengo que escoger patrocinios y cosas
así. Pero he hecho, entonces, este otro documental, específicamente
sobre su relación musical con Cuba y entre músicos brasileños y cubanos.
Es un documental muy amoroso, sobre un encuentro de creatividad, de
alegría, de felicidad y de un real y verdadero intercambio.
Sin
demasiadas pretensiones formales, Nací para bailar es, de principio a
fin, una gran “descarga” musical que reporta la visita de João Donato a
Cuba y luego la de varios músicos cubanos a Río. Tiene un carácter muy
natural vinculado a la precisión del momento ¿Por qué usted lo concibió
así, tan espontáneamente?
Porque fue así que pasaron las
cosas. João Donato es un artista especializado en descargas. Yo nunca
lo he visto tocar una música de la misma forma. Siempre está cambiando.
Cada presentación suya, aunque sea con el mismo repertorio, siempre es
distinta. Porque a él le gusta tocar con distintas personas o solo, con
tríos, con orquestas grandes, en distintos ritmos, hacer una
presentación más intimista o más bailable. Es un gran compositor y un
músico que tiene la improvisación, la descarga, la creatividad
momentánea y espontánea en su alma. Es un maestro. No tiene nada que ver
con una cosa bien preparada. Tiene solo la técnica, por supuesto, para
poder hacerlo bien. Pero a mí me gustó mostrar eso. Fue un encuentro de
espontaneidad y lo que me parece increíble es cómo ellos tocan cosas tan
maravillosas si no se conocían antes, si no hubo ensayos ni grandes
preparativos. Esa es la forma como hace Donato muchas veces y fue la
forma como se comunicó con sus músicos y como todos se comunicaron con
los cubanos. A través de la música hubo un diálogo.
¿Ahora mismo, cómo encuentra usted la salud del documental latinoamericano?
Muy
bien. Creo que el documental latinoamericano está en un momento muy
bueno. He podido ver cosas buenas. En Brasil, incluso, hay un momento ya
desde hace varios años de un gran empuje en el documental. Se están
haciendo muchos documentales muy buenos, muy importantes, que van a
salas de cine, a DVD, a la televisión. Y se han hecho muchos de temas
musicales. Hay una nueva ola de documentales musicales.
Es su segunda vez en el Festival Internacional de documentales Santiago Álvarez in Memoriam. ¿Qué opinión le merece el evento?
Es
un evento muy importante. Todo lo que yo quiero es que pueda seguir
perfeccionándose con mejores condiciones de difusión, de público, de
proyección, de organización. Esto tiene que suceder. Ya el evento tiene
una gran importancia por el encuentro y se puede transformar con más
organización, más apoyo, mejores condiciones técnicas en un gran
encuentro internacional de documentalistas. Yo creo que eso tendría que
pasar.
Yo quiero agregar mis respetos y mi reconocimiento al
trabajo hecho por todo el equipo de este Festival que, en condiciones
muy difíciles, lo está llevando hacia adelante. Especialmente a Lázara
Herrera que lo ha empujado.
Para descargar: tete.doc