publicación No. 7

  ISSN 2218-0915
Cometario sobre “Cine centroamericano contemporáneo: memoria histórica, condiciones de realización y producción”, de Andrea Cabezas Vargas
Ángel Ernesto Pérez
Sin dudas, uno de los méritos del ensayo de Andrea Cabezas Vargas: “Cine centroamericano contemporáneo: memoria histórica, condiciones de realización y producción”, es ofrecer una visión de conjunto y articulada del crecimiento y devenir histórico de la producción fílmica de la región. Con un análisis muy bien documentado, Cabezas Varga consigue un ensayo en el que se puede constatar los aspectos que hacen comunes, en términos de identidad cultural, a las creaciones nacionales que conforman el territorio centroamericano; para ello, establece los lazos entre las temáticas abordadas, el crecimiento de la producción y las variaciones estéticas y estilísticas experimentadas, así como las condiciones de realización a que se ha enfrentado el área en el curso de su historia reciente.

Desde las décadas del 70 y 80, período en que la autora detecta los inicios de los movimientos de cine nacionales, hasta la actualidad, se desgranan aquí lucidas valoraciones que reconocen el papel determinante del cine en los “procesos históricos de crisis, de urgencia política y social”; tal es así que se dice, por ejemplo:

Por el carácter independiente del que todavía goza el cine regional, parte de los cineastas centroamericanos se han dedicado a revelar justamente esa parte de la historia escondida, invisibilizada u omitida, tanto por la historia oficial como por todos los mecanismos que la construyen, entre estos, el imaginario social vehiculado por los medios de comunicación; esto rompe con estereotipos y con imaginarios edulcorados. Así, el cine centroamericano transpone en la pantalla grande la complejidad de las realidades y las problemáticas que transcienden las fronteras nacionales, subrayando los aspectos transnacionales de orden político, económico, social y cultural.

Centrada ya en el saldo arrojado por las películas, anota la autora: “El cine latinoamericano, así como el cine centroamericano contemporáneo, se ha dado a la tarea de llenar los vacíos de la historia, de rectificar las tergiversaciones, de aportar “respuestas” y de aumentar las interrogantes, así como los debates con respecto a un periodo histórico que había sido durante largo tiempo un tema tabú.” Tomando lo anterior como premisa, desarrolla aquí un abordaje puntual de las cintas, tanto documentales como de ficción, que en los respectivos países —Panamá, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras— constituyen acercamientos medulares al nervio vibrante de una tradición y de una memoria cultural e histórica. Y en ese sentido, se lee:

El conjunto de películas mencionadas anteriormente representa una ventana al pasado de una realidad que todavía está presente en la sociedad centroamericana y que testifica cómo el peso de la historia es tenaz. Las heridas psicológicas de sus naciones aún no han sido sanadas y de eso certifican los testimonios de los documentales, así como las reconstrucciones de la historia a través de la ficción. La necesidad de dar voz a quienes durante años estuvieron silenciados permite la liberación de la palabra y con ella la reconstrucción de una memoria colectiva. Efectivamente el cine centroamericano parece haber lanzado una batalla contra la desmemoria. No obstante, esta preocupación por preservar la memoria histórica se hace latente igualmente en la historia en construcción, y es que la edificación de la memoria no se forja solamente a partir del pasado, sino también del presente. Del mismo modo, el cine de los años 2000 también inmortaliza fenómenos actuales que son o serán historia y que afectan particularmente a sus sociedades. En este acercamiento a la historia, el cine centroamericano de las dos últimas décadas también ha enfatizado en las principales problemáticas de sus sociedades, destaca particularmente las temáticas de la violencia y la inseguridad, las desigualdades tanto socioeconómicas como étnico-raciales, la migración y las cuestiones de género.

Así, algunas de las interrogantes que la investigadora se plantea para iniciar su abordajes, plantean: “¿qué papel ha desempeñado el séptimo arte en la construcción de la memoria histórica de los países centroamericanos?, ¿en qué medida este medio artístico puede estar relacionado con la sociedad y con la historia de sus naciones?, ¿qué dice la cinematografía centroamericana sobre la historia de sus países, sobre las sociedades que la conforman, sobre las diferentes transformaciones que estas han vivido a través de las últimas décadas y sobre el vínculo que ellas establecen con la región?”. Tales preguntan establecen las líneas fundamentales que son argumentadas en el ensayo. De hecho, Cabezas Vargas señala que las discusiones más comunes tienden a evidenciar “un desconocimiento de la historia del cine centroamericano en la esfera internacional y, en particular, de la estrecha relación que ha tenido el cine con la historia común de los países centroamericanos y de los vínculos de producción entre estos.”

En el coherente y lúcido balance que Cabezas Vargas propone se constatan las circunstancias históricas que han incidido directamente en el curso tomado por la realización fílmica, tomando en cuenta, asimismo, los conflictos enfrentados por la región a nivel internacional y señalando los esfuerzos emprendidos en cada momento para potenciar la creación. Hacia las conclusiones, apunta:

El cine y el audiovisual centroamericanos han permitido en los últimos cuarenta años captar la “realidad material” de los principales hechos históricos acontecidos en la región en una verdadera polifonía de la memoria. Del mismo modo, han hecho visible su “realidad psíquica”, es decir, el sentir de sus sociedades grabando, como lo hicieron particularmente los cineastas de los años 70 y 80, o bien, revelando, como lo han hecho principalmente los cineastas de los años 2000: la Historia memoria […], la Historia general […] la Historia experimental […] y la Historia ficción […] que emergen de la memoria colectiva de la región. Por ende, se puede afirmar que es posible hablar de un cine centroamericano en la medida en que el cine y la producción audiovisual centroamericanos se han desarrollado paralelamente y consecuentemente a los acontecimientos histórico-sociales nacionales. Sus temáticas, así como las formas técnicas y estéticas, testifican de las ideologías predominantes de la época.

Cabezas Vargas también se ocupa de ir precisando cronológicamente, como señalé antes de algún modo, las particularidades, variaciones, ganancias, del cine de la región en cada una de las décadas o períodos enmarcados en el arco temporal por ella abordado. Y en ese sentido, no solo indexa las preocupaciones temáticas y políticas y su relación con el tratamiento de la Historia, ni solo las particularidades de los contextos que propiciaban las obras, ni tampoco las condiciones fácticas que motivaron e influyeron en el rumbo de las producciones, también es valorado el plano estético, el grado de innovación que asistió a cada época en virtud de los intereses de los cineastas. Ya para concluir resume cómo:

En los 70 y los 80 se destaca una visión que prima lo colectivo por encima de lo individual, visión que acompaña las ideas revolucionarias de unificación. En los años 90 se constata una ruptura dentro de las formas narrativas el discurso fílmico, la cual corta con el discurso narrativo del “nosotros” y se impone un silencio frente a lo referente a los conflictos bélicos, silencio que puede ser interpretado como el volver a una “estabilidad política”, dejando de lado los traumas de la guerra. Sin embargo, en las dos primeras décadas del siglo XXI se vuelven a abordar temas del pasado, testificando así de la lucha contra la desmemoria que han emprendido los grupos sociales más afectados por los conflictos, pero esta vez desde una ruptura contundente en la narración y el discurso fílmico. De este modo, se introduce el “yo” de una visión más subjetiva de la historia y las realidades sociales, este particularmente introducido por mujeres. Se recurre a las metáforas, a lo simbólico y lo onírico como expresión de lo subjetivo.

O sea, “Cine centroamericano contemporáneo: memoria histórica, condiciones de realización y producción” es una muestra de esa inteligente mirada que necesitamos; constituye una valiosa aportación al reconocimiento de una cinematografía que ha sido fundamental —y esto no lo demerita en términos estrictamente fílmicos, como demuestra Cabezas Vargas— por su vínculo estrecho con las coyunturas sociales y políticas de esa geografía.

Andrea Cabezas Vargas: “Cine centroamericano contemporáneo: memoria histórica, condiciones de realización y producción”, Anuario de Estudios Centroamericanos, Universidad de Costa Rica, 44: 17-41, 2018, EISSN: 2215-4175 / DOI: 10.15517/AECA. V44I0.34984


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