Bruno (Manuel Vignau) se entera de que Laura (Mercedes Quinteros), su ex novia, está saliendo con alguien e intenta recuperarla sin éxito, hasta que descubre que Pablo (Lucas Ferraro) —el nuevo novio de Laura— tuvo en el pasado un encuentro fugaz con un hombre. Bruno decide poner en marcha, entonces, un arriesgado plan B: seducirlo a él para que deje a su chica y así poder volver con ella. La premisa daría para una típica comedia de enredos más propia del cine indie norteamericano, pero Berger se toma el asunto muy en serio.
Gracias al invalorable aporte de los dos protagonistas (verdaderas revelaciones), a una puesta en escena bastante rigurosa (por lo menos hasta los últimos veinte minutos) y a un minucioso trabajo en los diálogos, Berger logra credibilidad en las situaciones —siempre al borde del ridículo— para una historia inquietante y provocativa, especialmente porque no se trata de una simple historia de amor gay edulcorada y previsible.
Algunas situaciones que ya habían sido planteadas en El reloj son aquí retomadas, ampliadas y profundizadas por Berger, que trabajó con una economía de recursos (mínimo presupuesto, cámara HD, un equipo técnico limitado), pero sin por eso resentir el interés de su historia.
El guión tiene sus puntos flojos (no se sabe, por ejemplo, de qué viven, qué hacen todo el día los personajes) y el interesante relato se resiente por una resolución (tan indecisa como los personajes) que termina alargándose demasiado. De todas maneras, quedó dicho, hay en Berger un gran director en potencia. Habrá, por lo tanto, que seguir muy de cerca su evolución.