CRÍTICA



  • Elisas del mundo, uníos
    Por Manuel Rey


    Quizá, la primera gran diferencia que podemos encontrar entre En la puta vida y otros films uruguayos es que éste no es un ensayo, ni un experimento, ni un capricho –en el buen sentido– llevado por la fuerza de la voluntad. Aquí hay una película con historia, reparto y fotografía. Basado en el libro de investigación periodístico de María Urruzola El huevo de la serpiente, el film de Beatriz Flores Silva cuenta la historia de una tal Elisa Sánchez que, pese a todo, tiene un sueño.

    Elisa comienza el relato y lo cierra, en una historia que está claro que empezó hace rato, cosa que el film se encarga de aclarar explícitamente antes de los títulos finales. Su desventura se muestra por primera vez al ser echada con sus dos hijos de la casa de su madre y llevada a vivir por un amante viejo a una habitación indigna. García, además de ser su amante, es su patrón en el montevideano Mercado del Puerto y había prometido colaborar para que su sueño se haga realidad: poner una peluquería. Ni García ni su trabajo gastronómico le aproximan el sueño a esa realidad, así que Elisa decide, como ella aclara, trabajar de prostituta para forzarla. En el burdel conoce a Plácido, un capanga del rubro, que echa leña al deseo: es buen mozo, posee poder y riqueza y, tal cual él lo dice, es un hombre de negocios. Parte de éstos los tiene en Barcelona y Elisa, abriendo bien los ojos, le dice: “Eso es lo que yo quiero”. Viajan y allí, en Barcelona, comienza la segunda parte de la película que vuelve más cruel, más oscura, más asfixiante la vida de la simple uruguayita que tenía un sueño: la ilegalidad, la prostitución callejera, la competencia a brazo partido con los travestis brasileros, la dependencia total de Plácido –por dinero, por documentación, por la fuerza–; pero sobre todo, la nueva realidad le trae la distancia con sus hijos que quedaron en Montevideo esperando la vuelta de la mamá. En toda esta segunda parte, En la puta vida vira hacia el género policial, incluyendo disparos, juicios, coartadas, delaciones, muertes y conferencias de prensa.

    Elisa convive con un sueño que vocifera en todo el relato: tener una peluquería en Pocitos, la zona exclusiva de Montevideo. Pero sumado a éste, otro par de sueños y un precepto constituyen una perfecta constelación imaginaria: conocer el glamour del primer mundo y, por supuesto, casarse. Por otra parte, mantiene vivo un precepto ancestral, que dirá sin tapujos y hará acción en todo el film: lo primero es la familia.

    En la puta vida es una película uruguaya. Tanto sustantivo como gentilicio son términos válidos para subrayar. Está protagonizada por Mariana Santángelo, que interpreta a Elisa, por Silvestre, el cantante y actor argentino furor de las revistas del corazón en décadas pasadas, como Plácido, y Laura Fantoni, la actriz uruguaya radicada en Cataluña que compone el personaje más almodovariano, la amiga inseparable Loulou.
    Comienzo y final de este film arman una estructura circular, que, a su vez, enmarca el derrotero de Elisa. Sin dudas, esto no puede dejar indemne el rostro con el que ella partió pero, sí, quizá, su sueño y el de todas las Elisas.


    (Fuente: Revista otrocampo)


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