CRÍTICA



  • Nostalgia de la luz y de la vida
    Por María José Bello N.


    El quiebre de una utopía, la llegada de la dictadura chilena, el dolor que se instala en los familiares de las víctimas para siempre, la búsqueda persistente de los cuerpos de los desaparecidos, son algunos de los motivos que están nuevamente presentes en Nostalgia de la luz, documental de Patricio Guzmán, que introducirá en esta ocasión un nuevo elemento temático y narrativo: la astronomía, una de sus pasiones de juventud.

    La batalla de Chile (1975), Chile, la memoria obstinada (1996), Salvador Allende (2004) y Nostalgia de la luz (estrenada en el Festival de Cannes 2010) son cuatro monumentos erigidos por Guzmán para preservar la memoria histórica de una sociedad que por mucho tiempo no quiso —o no supo— recordar ni asumir su pasado.

    El cine de Guzmán ha ido desde el gran gesto hacia la reflexión histórica. De los movimientos populares capturados a través del cine directo en La batalla de Chile —bajo la excelente dirección de fotografía de Jorge Müller (detenido desaparecido en 1975)— el director deriva hacia un cine personal, reflexivo, casi metafísico, en su última obra La nostalgia de la luz. Con la meticulosidad de un arqueólogo, Guzmán explora los suelos —y los cielos— del desierto de Atacama, para encontrar pistas sobre el tiempo y la trascendencia. Todo es pasado y el pasado permite un lento renacer. Pertenecen al pasado los astros que estudian los astrónomos en los límpidos cielos del norte chileno, porque la imagen de estas constelaciones llega con años de desfase al telescopio, y son del pasado también los muertos de la dictadura. Pero este pasado tiene manifestaciones en nuestro presente, y el realizador se encarga de leer e interpretar estas señales, para lograr asumir el dolor y sanar a través del recuerdo.

    Pese a la repetición de sus temáticas —muy necesarias en todo caso— las películas de Patricio Guzmán trasmiten una emoción profunda, que nace de la empatía hacia el ser que sufre. En este último filme, los testimonios de las mujeres que exploran los yermos suelos del desierto en búsqueda de una mínima pista de los cuerpos de sus maridos —o de sus hijos— aquellas mujeres que conservan como reliquia un trozo de vestimenta, que rearman huesos astillados, son símbolos de una lucha que probablemente se extinguirá con ellas, a no ser que el cine siga dando vida a sus reivindicaciones.

    En términos audiovisuales, los planos de entrevistas —un tanto estáticos— se alternan con poéticas imágenes estelares. La plácida voz del director y una música instrumental a cargo de José Miguel Miranda y José Miguel Tobar acompañan este viaje cósmico hacia el interior del alma humana y de la tierra.


    (Fuente: blogdecinelatino.blogspot.com)


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