Si trascender es una de las metas más preciadas del ser humano, Armando Robles Godoy la ha logrado con creces y de modo tal que con él no cabe despedida sin la convicción de que sigue con nosotros.

Tierno buscador del sentido de la vida y de la muerte, de la belleza y su expresión, no guardaba sus inquietudes para sí mismo sino que las expandía con la vocación de maestro que ejerció en todo momento de su aventura en la tierra. Escritor y poeta, su gran pasión fue el cine y con el mismo abierto y generoso que lo caracterizaba, no se contentó con ser el más importante pionero del cine peruano dedicándose a la vez a formar nuevos cineastas y a luchar por una legislación cinematográfica que auspiciará el desarrollo del cine nacional.

Armando, yo fui una de las alumnas que encontró el cine de tu mano y con él me hiciste invaluable obsequio para toda la vida. En los años en que trabajamos juntos pude describir tu bondadoso corazón que con tanto empeño intentabas ocultar. Ahora te digo: Gracias, gracias por todo. Y estoy segura de que conmigo, innumerables personas te dan también las gracias.