CRÍTICA



  • Los "braceros" de Galindo
    Por Eduardo Sánchez Villagrán


    Las pinceladas artísticas con acertadas críticas sociales hacia temas "espinosos" y "comprometedores" dentro del cine mexicano tuvieron poca continuidad. El tema de los mexicanos que emigraban a Estados Unidos ha servido principalmente para enaltecer a estrellas meramente banales, manejándolos como héroes del pueblo o cómicos que se la pasan en el pachangueo por los "yunaites esteits". En 1953 el prolífico director Alejandro Galindo abordó la problemática de los braceros, de los "espaldas mojadas" que buscaban (y siguen buscando) una vida más digna para sufragar las carencias propias y de su familia.

    Rafael Améndola Campuzano (David Silva), de origen potosino, llega a Ciudad Juárez solicitando trabajar de operador de tractor en los Estados Unidos. Es destinado a la ciudad de Alabama, pero al no contar con sus papeles en regla le es negada la oportunidad. Al enterarse de la posibilidad de ser "pasado" al otro lado por medio de Frank Mendoza (José Elías Moreno), un corrupto personaje quien mantiene tratos con los rancheros norteamericanos, en especial con Mr. Sterling (Víctor Parra), no duda en aceptarla. Sin embargo, desde ese instante las vicisitudes para Rafael no se harán esperar en su peregrinar por "la tierra de la libertad".

    Galindo proyecta a un solitario mexicano que desde su país tiene que estar huyendo de la justicia porque peleó por una mujer con el hijo de un cacique, y ahora que pretende rehacer su vida al otro lado del Río Bravo, encuentra la tiranía con los patrones explotadores que ofrecen sueldos de hambre, pochos que lo hostigan y patrulleros gringos que lo persiguen entre alarmas y los gritos de "your papers". Cabe destacar el realismo que el director imprime a la película, pues los gringos que aparecen hablan inglés en su totalidad, los pochos utilizan el spanglish y por supuesto, los mexicanos ostentan toda su carga de identidad en la verborrea. El contraste también se asoma con los errores de los defectuosos back projections, stock shots y demás decorados, aunque esto no desmejora el filme en su conducción e intención de verosimilitud.

    Si bien este drama se escapa de los convencionalismos a los que nos tiene acostumbrado su director en buena parte de su filmografía, no duda en advertir los incidentes que ocurren en las fronteras de diferentes países, en su discurso -de ciertos tintes moralistas- recomienda no abandonar el país e incursionar en otro siendo ilegal, y con sus referencias por el brillo del dólar, lleva al personaje central a ubicarlo en la inexistencia total por estar en un país donde es ignorado y abrumado por la soledad. El humor no falta en la historia ya que Rafael encuentra a Louie Royalville o Luis Villarreal (Oscar Pulido) un vagabundo gorrón al que no le gusta trabajar, pero que tiene la cualidad de conocer el sistema ferroviario de Estados Unidos, por lo que enseña a Améndola a viajar de mosca en los trenes y así desplazarse con mayor rapidez.

    Espaldas mojadas exhibe la nostalgia y desencanto de los "braceros" que algún día desearon el sueño americano, representado en los trabajadores de Sterling, incluido Rafael, quienes bajo sus órdenes martillean las vías de sol a sol. Ahí vemos los rostros del desdén, la música como un escape de las frustraciones que acompañan la larga espera para recibir la paga y después desahogarlo con las prostitutas ofrecidas por el "rico", secuencia donde el realizador sale bien librado a pesar de la escasez técnica y visual que proyecta.

    Si la intención del filme fue la denuncia, tal vez lo haya logrado, pero Galindo no expone la manifestación de un nacionalismo demagógico, sino a un personaje que no es un trabajador típico, más bien un tipo orgulloso, pendenciero, muy identificado con una clase obrera desarraigada, pues su acercamiento con el pueblo ya había quedado constatado en obras anteriores como Campeón sin corona y Esquina bajan, entre otras, donde la crónica fílmica es la característica principal.

    Espaldas mojadas por momentos parece dar concesiones en su trama. Después de tener un altercado con Mr. Sterling por defender a un paisano, Rafael tiene que escapar de la policía y esconderse en una cafetería que atiende una mesera pocha de nombre Mary o María del Consuelo, a quien recuerda tras un breve encuentro en un desfile por las calles de la unión americana. El encuentro es amoroso y dramático, Rafael le propone irse con él a México y que se casen. Sí, el amor hace acto de presencia en un punto determinante de la historia, puede resultar cursi e incluso chocante, pero tal circunstancia desembocará en la parte más álgida del filme.

    El desenlace no podría ser mejor, Rafael regresa a México, pero es detenido en la frontera por la autoridad mexicana que cuestiona su origen, sin embargo, es liberado y acude al cabaret donde citó a Mary. Ahí se vuelven a ver las caras Rafael y Mr. Sterling quien paga cara su prepotencia al decirle: "Don't touch me, you mexican greaser". Ambos pelean y el gringo explotador es lanzado al río y baleado por los guardias norteamericanos, siendo confundido como un ilegal. Es ahí donde la crudeza se acentúa, qué mayor repunte cuando un paisano le dice a Campuzano: "Ni tú, ni nosotros lo matamos, él de tarugo que se echó a nadar". La indiferencia hacia la humanidad total de dos pueblos que históricamente han mantenido una guerra, si bien no abierta, sí con matices de desprecio, el invasor tiene como arma su cultura consumista que permea en la cultura del invadido, el oprimido que desea incursionar al primer mundo, el tercermundista que en apariencia no quiere que se trastoque su cosmovisión, pero al mismo tiempo desea el billete verde como su vehículo de salvación.

    En la actualidad el tema de los inmigrantes indocumentados es tan cotidiano en nuestras vidas que ya es insoslayable para una sociedad mexicana incapaz de entender tal fenómeno; históricamente el imperialismo yanqui ha desarrollado "programas de ayuda" para los vecinos urgidos de trabajar en su territorio, implementando en 1942 el Programa Bracero que permitía a los mexicanos desarrollar su mano de obra en la agricultura, pero en 1964 fue cancelado. También han existido paliativos que sólo funcionan en una administración y amenizan las tensiones, en la actualidad existe la propuesta del plan migratorio del presidente George W. Bush para trabajadores temporales, pero esto no resuelve el problema de fondo. En 1953 se estableció la Operación Mojado del Servicio de Inmigración y Naturalización, donde el objetivo era que la vigilancia fronteriza capturaba al extranjero ilegal, pero en la práctica sólo los mexicanos eran el verdadero objetivo para deportar.

    Galindo aprovechó con su largometraje el momento político coyuntural para crear una ficción que representó al fenómeno de aquellos años y que hoy el Gobierno Federal intenta resolver cada sexenio obteniendo poco éxito.



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