CRÍTICA



  • Algo más allá de las “vacaciones”

    Mauro (Michel Joelsas) es un muchacho de Minas Gerais de 12 años, que adora el fútbol y el fútbol de mesa. Un día su vida cambia completamente ya que los padres salen de vacaciones de manera inesperada y sin motivo aparente. La realidad es que los padres de Mauro fueron obligados a huir por que son perseguidos por la dictadura militar brasilera, y tienen que dejarlo con el abuelo paterno (Paulo Autran). Sin embargo, el abuelo tiene ciertos problemas, lo que hace que Mauro tenga que quedarse con Shlomo (Germano Haiut), un judío viejo y solitario del barrio. Mientras espera una llamada telefónica de sus padres, Mauro necesita lidiar con su nueva realidad, que mezcla la inseguridad de su situación con la alegría de disfrutar del Mundial de 1970, en que Brasil sería tricampeón de fútbol.

    A lo largo de El año en que mis padres se fueron de vacaciones, del brasilero Cao Hamburger, hay un desorden que se manifiesta en el comportamiento de Mauro y Shlomo. Cada uno a su manera tuvo su rutina invadida: el muchacho por haber sido dejado a los cuidados del abuelo, con el cual no logró establecer contacto, y el viejo Shlomo por no saber, al final, quién es el niño. Los dos se abrazan a lo largo de varias escenas, hasta que se dan cuenta que son víctimas de algo que sucede alrededor de ellos, sin que puedan definir de qué se trata. Eran las marcas que la dictadura militar brasilera (1964-1985) iba dejando presente en las reacciones, en la soledad, en la privación y en la desconfianza entre las personas.

    El año en que mis padres se fueron de vacaciones trata de la opresión que no se manifiesta en actos, sólo en pinceladas, revelados por la búsqueda de contacto que Mauro trata de establecer con el mundo exterior a través del Volkswagen azul que Daniel, el padre, manejaba cuando lo dejó en la vereda del edificio donde vivía el abuelo. A él, la espera le genera angustia e inquietud frente a desconocidos mientras ocupa el espacio -el departamento del abuelo-, donde se siente un extraño.

    Este fue el camino elegido por el director Cao Hamburger para mostrar la tortura sin marcas dejada por la dictadura de los generales, a través de sus sutilezas, de su omnipresencia. No está explícita en la tortura física, ni en las ametralladoras y en los cuarteles, sino en la desorganización de la vida del muchacho, obligado a vivir confinado en un departamento desconocido. El fantasma del opresor se mantiene sumergido, oculto en los pasillos, en las llegadas y salidas extrañas de Shlomo y en las miradas de la muchacha Hanna (Daniela Piepszyk). De a poco el fantasma invade también la vida de los habitantes del edificio, la conversación de los vecinos, sin que ellos jamás pronuncien la palabra “dictadura militar”.

    Así como también hacen los que la combatían: surgen astutamente por medio de un graffiti y desaparecen. Se percibe que se llevaba a cabo una lucha subterránea que emergía a través de las vidas de Mauro y de Shlomo. La ausencia de los padres, la indefinición sobre si regresarían y cuándo, denuncia los horrores de la dictadura mejor de lo que lo harían secuencias explícitas de prisión, tortura y muerte. Muestra que el día a día de las personas, principalmente el de los niños, podía verse inexorablemente afectado. Las vidas de muchos niños fueron marcadas de manera indeleble: perdieron padres, hermanos, familias enteras, sin saber por qué. Muchos desaparecieron torturados y jamás llegaron a sus entierros, dejando sepulturas que permanecen abiertas hasta hoy en la memoria de Brasil.

    Cicatrices expuestas
    Cuando la madre (Simone Spoladore) finalmente vuelve para abrazar a Mauro, el espectador sabe, sin que sea necesario explicitarlo, que alguien precioso para ambos se quedó en el pasado. En ese momento, el muchacho se transforma en una de las muchas víctimas que la represión política dejó en Brasil. Él va a crecer esperando que las vacaciones de los padres terminen –el código usado por los militantes de izquierda para designar a aquellos que permanecían presos en las mazmorras de la dictadura. El padre de Mauro nunca volvió.

    Con El año en que mis padres se fueron de vacaciones, Cao Hamburger penetra en otro mundo generalmente ignorado por la cinematografía brasilera, el de la comunidad judía. Un mundo en que el ritual hebreo deja prever preocupaciones con los conflictos políticos y tiene su propia forma de enfrentarlos. No se abre al exterior, tal como lo hace Shlomo que trata sus problemas con los rabinos, pero que está abierto a la solidaridad. Son ellos los que se trasforman en la familia de Mauro y le dan cobijo para soportar el castigo impuesto por la dictadura militar. El mundo judaico brasilero, con sus comidas, música e indumentarias típicas, se revela rico y lleno de sutilezas que sirven de protección durante un período de excepción.

    País del fútbol
    Difícil evitar las lágrimas en las secuencias finales, cuando Mauro, en plena final de la Copa del Mundo de 1970, sale en búsqueda de los padres. Es como si nada más le interesara al muchacho fanático por el fútbol, sólo el reencuentro con la familia que un día partió en un Volkswagen azul. La alienación cede espacio a la conciencia de que existe algo más allá de las “vacaciones” y que no se trata de descanso. Cao Hamburger contagia a la platea con emoción, sin que la música teja comentarios o un diálogo interfiera. No se habla de política durante la película, tampoco sobre revolución o tortura.

    Y, sin embargo están presentes en cada silencio de Shlomo y en el desorden psicológico de Mauro. Cada personaje, incluso los niños con sus juegos nada infantiles, está sumergido en el universo opresivo, por entender que algo diferente sucede, sin que se manifieste en su cotidianeidad de forma explícita. Los reflejos de la opresión frustran sueños y perspectivas, marcando las vidas para siempre.

    Cao Hamburger, el director, tiene 43 años. Tenía 7 en 1970. Según investigaciones, otros 18 millones de brasileros eran niños en aquel período convulsionado de la historia de Brasil, todos preocupados de coleccionar las láminas de la selección canarinho. Es imposible no ver la película con un nudo en la garganta y una sensación de logro retroactiva. Mientras los inocentes jugaban fútbol de mesa y saltaban ante cada gol de la selección en México, muchos padres, hermanos, primos eran torturados hasta la muerte en lugares ocultos.

    Mostrar la oscuridad de aquellos tiempos, por medio de la pureza y perplejidad de los ojos de un niño, fue uno de los logros de Cao Hamburger. Igualmente acertada fue la decisión de escoger actores desconocidos. Michel Joelsas en el papel de Mauro Germano llena la pantalla de talento y frescura, dejando claro que existe vida en el arte dramático más allá de la mediocridad de las telenovelas brasileras que el mundo se acostumbró a ver.
     

    Something more than "vacations"
    In O ano em que meus pais saíram de férias by Brazilian Director Cao Hamburger, Mauro (Michael Joelsas) is a 12 years  young boy from  Minas Gerais, who loves soccer and table soccer. One day his life changes completely, since his parents suddenly go on vacation without a definite purpose. The true is that Mauro’s parents were forced to escape from the Brazilian military dictatorship and they had to leave him with his paternal grand father (Paulo Austran). However, the grand father has some problems and Mauro had to stay with Shlomo (Germano Haiut), and old and lonely Jewish of the neighborhood. While he waits for his parents’ telephone call, Mauro needs to face his new reality, in which mix his insecure position with the happiness of enjoying the World Football Championship of 1970, where Brazil would  be crowned as  three time world champion.
    Throughout this film there is a disturbance that is expressed in Mauro and Shlomo´s behavior. Each of them has seen the invasion of their routine. The young boy because he has been left to his grandfather’s cares, with whom he did not achieve to establish contact, and the old man Shlomo is also disturbed because he does not  know, at last, who the boy is. Both characters close each other in different scenes, until both realize that they are victims of something that is happening around them, without they could  define what is it. These were the marks that the Brazilian dictatorship (1964- 1985) was leaving in peoples conduct, in solitude, in the scarcity and in the distrust among the people.
    O ano em que meus pais saíram de férias, talks about the  oppression that is not showed in actions, only in brushstrokes, which is revealed by Mauro`s search of  contact with  the outside world through the blue Volkswagen that Daniel, his father,  drove when he  left him in  the building path of his grand father. The wait anguishes Mauro and makes him feel uneasy while he takes up the space of his grand father´s apartment where he feels himself a stranger.
    This was the way chosen by the filmmaker Cao Hamburger, to denounce the torture without trace left by the general dictatorship, through its subtleties and its omnipresence. It is no expressed through the physical torture, the machine guns and military quarters but through the disorganized life of the boy, who is obliged to be confined in an unknown department. The oppression ghost keeps himself hidden in corridors, in Shlomo´s odd comings and goings and in the glances of the young girl Hanna (Daniela Piepszyk). Slowly this ghost also overcomes the lives of the building inhabitants, the neighbors’ talks, even when they do not pronounce the word “military dictatorship”.
    So did the ones who fought against this dictatorship:  they smartly appear by means of graffiti and then disappear. It is perceived that a subterranean struggle is fought, which emerges through Mauro and Shlomo´s life. The parents’ absence and the doubts about their return and when, if so, denounce the dictatorship´s horror better than would do explicit sequences of prisons, tortures and death. It shows that people´s daily lives, mainly the children´s, were inexorably affected. Many children´s lives were marked in an indelible way. They lost their parents, brothers, their whole families, without know why. Some of them were disappeared, tortured and never were buried, leaving graves which remain open until the present in Brazil memory.
    Exposed Scars
    When the mother (Simone Spoladore) finally comes back to embrace Mauro, the spectator knows, without be necessary any explanation, that someone so dear for both was left in the past. In that moment, the young boy becomes one of the many victims that the political repression left in Brazil. He is going to grow waiting for the end of his father`s vacation - the code used by left-wing militant to refer to those which remain prisoner in the dictatorship´s dungeon. Mauro´s father never came back.
    With O ano em que meus pais saíram de ferias Cao Hamburger gets inside a world generally ignored by the Brazilian cinema, the world of the Jewish community; a world in which the Hebrew ritual foresees concerns about political conflicts and has its own way to face them. Hebrews does not completely open to all, just Shlomo who only shares his problems with the rabbis, but who is open to the solidarity. They are who become Mauro´s family and gave him shelter to endure the punishment imposed by the military dictatorship. The Brazilian Jewish world, with its foods, music and typical attires is revealed as rich and full of subtleties which may be use as protection in exceptional times.
    Soccer country
    It is difficult to avoid the tears in the final sequence, when Mauro in the middle of 1970 football world cup final, goes out in search of his parents. it is as nothing else matter to this young football fan, but the  reunion with the family that once left in a blue Volkswagen. His alienation is replaces by the consciousness that there is something else behind these vacations and that are not a simple rest. Hamburger transmits to the audience emotion without music comments or a dialogue meddling. There are not talks about politics during the film and neither about torture or revolution. And however they are present in each Shlomo´s silence and in Mauro´s psychological mess. Each character, even the children with their games are merged in the oppressive universe, since they know that something different is happening even without becoming apparent in their every day lives. The shine of oppression kills the dreams and hopes, leaving marks in people lives for ever.
    Cao Hamburger, the forty three years old director, was seven in 1970. According to researches 18 millions of Brazilian were children at that convulsed time of Brazilian history; all of them are busy collecting illustration of the Canarinho soccer team. It is impossible to see the picture without a lump in one’s throat with a retrospective feeling of achievement. While the innocents played table soccer and jumped with each goal of the Mexican selection, many parents, brothers, sisters, cousins and other relatives were tortured until death in hidden places.
    To show the darkness of that time, through the purity and perplexity of a child’s eyes was one of Cao Hamburger´s achievement. Also was very clever the decision to choose unknown actors. Michael Joelsas in the character of Mauro Germano fills the screen with talent and freshness, showing that there is life in the dramatic art beyond the   Brazilian soap operas mediocrity that the world has become  accustomed to see.

    (Fuente: www.miradaglobal.com)


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