CRÍTICA



  • Los olvidados de siempre
    Por Gabriel Quispe


    Al igual que en su ópera prima Como el gato y el ratón (2002), el colombiano Rodrigo Triana coloca en Soñar no cuesta nada a personajes populares, humildes, necesitados, ante una situación extraordinaria que debería cambiarles favorablemente la vida. Pero no. Lo que ocurre es la descomposición de un grupo humano al no poder controlar los ímpetus desatados ni evitar los conflictos.

    En el primer filme, la llegada de la energía eléctrica a un pequeño pueblo, inicialmente motivo de jolgorio, terminaba en una tragedia mayúscula, en un contexto de pugnas barriales fratricidas.

    En Soñar no cuesta nada el azar convierte a un batallón del Ejército, compuesto por soldados hambreados y mal pagados, en una célula de nuevos ricos, con la previsible actitud que el término conlleva. El hallazgo de 46 millones de dólares, abandonados por las FARC en un paraje de la selva, es la puerta de entrada a una serie de matices alegóricos y surrealistas que aportan densidad a más de la mitad del relato, atrapados por la geografía agreste, la explosión de un puente que los incomunica, la exigencia de los superiores a seguir ahí y la desesperación colectiva de tener las mochilas repletas de un futuro diferente y no poder saborearlo, con el riesgo de ser descubiertos o de morir en combate.

    El detalle que se trate de la recreación de unos hechos increíblemente reales, predispone a la película a despojarse de esa atmósfera que le venía muy bien, para pasar a contar las andanzas de los flamantes millonarios ya lejos de la selva, entregados al despilfarro pedestre y la ostentación insensata. Es cuando en el relato escasean las sorpresas, y el encuentro inexorable con la justicia se da luego de una sucesión de situaciones predecibles que, desprovistas de profundidad, se inclinan más por lo pintoresco.

    En balance, Soñar no cuesta nada se deja ver, como una mirada desenfadada, sin moralina, de los contrastes que experimentan los olvidados de siempre en un conflicto que roza el medio siglo, y cuyo elenco de jóvenes actores sostiene de modo coral buena parte de la verosimilitud de la historia.


    (Fuente: www.cinencuentro.com)


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