CRÍTICA



  • Ausente, desearte duele
    Por Juan Pablo Russo


    Ausente (2011) es una película tan ambigua como su título. Lo que empieza siendo un thriller erótico entre un profesor acosado sexualmente por un alumno menor de edad se transforma en una tragedia shakesperiana con un desenlace inesperado.

    Contar detalles de Ausente sería casi una falta de respeto hacia el espectador y a quienes concibieron con suma maestría una de las obras más interesantes y complejas que dio el cine argentino en los últimos años. Vale simplemente decir que Martín (Javier De Pietro) manipulará a su profesor de gimnasia (Carlos Echevarría) para terminar pasando una noche en su casa. De ahí en más los roles se invertirán y será Martín quien pase a tener el poder, desestabilizando la vida emocional de un personaje que parece inmutable ante cualquier estímulo.

    Marco Berger ya había demostrado en Plan B (2009) un interesante manejo de la tensión dramática a partir de situaciones simples y de generar erotismo sin necesidad de mostrar demasiado, o mejor dicho casi nada. Ambos elementos vuelven a ser dos de las puntas fundamentales en la construcción de Ausente, permitiéndole a Berger definir un estilo personal a su cine.

    Durante los primeros minutos del film, la cámara se posa sobre las diferentes partes del cuerpo de un muchacho semidesnudo. Pero no encuadra sobre lo que podría considerarse obvio, sino sobre algunas partes del cuerpo que en la cotidianidad resultarían invisibles. La forma con la que Berger crea tensión sexual en los primeros minutos de Ausente definirá el tramo inicial de una obra que respira a sexo sin la necesidad de que lo haya. Con una fuerte presencia protagónica de Javier De Pietro –un actor a tener en cuenta-, como el gran titiritero capaz de mover los hilos de su profesor cuan si fuera una marioneta, se redefinirá la pedofilia ante la inversión de los roles, provocando un debate cuasi sociológico.

    Durante el segundo tramo, el film vira hacia otro ángulo y convierte en figura casi excluyente al profesor interpretado por un solvente Carlos Echevarría. La apatía e inexpresividad de ese hombre confundido en sus sentimientos, al que se lo ve agonizar por dentro sin poder expresar el dolor, es sin duda la columna vertebral de Ausente. Nivelando la balanza entre ambos personajes vemos a una Antonella Costa interpretando a la novia del profesor, personaje que sirve para romper la tensión que ocupa la mayor parte de la trama.

    Un rol importante es el que juega la música compuesta por Pedro Irusta. Resulta interesante cómo cada uno de los temas elegidos lleva por diferentes estados, creando suspenso y una tensión dramática incrementada por el fuera del campo y los primeros planos. El mismo recurso que Berger había utilizado en Plan B , pero ahora lo hace más eficazmente.

    Ausente es ambigua. Uno puede asociar el título a la relación alumno-profesor, pero va mucho más allá. Habla de las ausencias y las pérdidas, de lo que no volverá, de aquello que no es posible vivir, habla del amor, del deseo, de la confusión, de los mandatos, de la amistad, de la vida que de repente nos da sorpresas. Ausente es una película difícil que habla del presente. Un obra con mayúsculas.

    (Fuente: EscribiendoCine.com)


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