Había acordado la cita con Eduardo Coutinho (1933), uno de los más reconocidos documentalistas brasileños, después de un debate sobre su última producción Edifício Máster (2002). El evento duró más de lo esperado y, a las 23h 30, justo antes de que yo prendiera la grabadora, me comentó que mejor charlar mientras comíamos algo en una cafetería. Allí comenzó la charla, de una manera bastante informal y relajada, con el director de algunas de las obras documentales que marcaron el cine en Brasil.
Su formación ecléctica, que abarca el cine, el teatro, el periodismo y el derecho, sin duda ha contribuido a agudizar la sensibilidad con la que trata los problemas y las aspiraciones de los anónimos y marginados. Su último documental es el retrato de un edificio de clase media en Rio de Janeiro, contado a través de las historias de vida de sus vecinos. Su mirada atenta y comprensiva da voz a los actores sociales que se disponen a compartir sus experiencias y participar del “juego” delante de las cámaras. Además, en su montaje, Coutinho garantiza el tiempo necesario en cada toma para que las “verdades de los personajes” puedan revelarse.
¿Concibe el documental como un posible registro histórico?
Cuando realizo un documental, intento que dure en el espacio y en el tiempo, que cinco o diez años después siga siendo actual. En relación al espacio, me importa que pueda ser entendido por cualquier persona en Brasil, culto o no culto, y que pueda ser entendido también en otros países. Esta es mi ambición para el documental, diferente de un reportaje que se hace viejo el día siguiente.
¿Se definiría como un documentalista con un alto grado de compromiso político en sus obras?
Hacer documentales es conocer poéticamente el mundo. Buscar historias del imaginario, historias del inconsciente. Algo que tarda siglos en cambiar y que es diferente de los relatos de coyunturas políticas momentáneas. El imaginario inmerso dentro del melodrama influye en los culebrones, es cierto, pero es principalmente el desvelamiento de la vida real quien trae consigo revelaciones sobre el mundo, el otro, la identidad. “¿Qué es ser brasileño?” Lo que yo hago es un retrato de Brasil a través de los personajes de mis documentales.
¿Cree que el documental es capaz de retratar con fidelidad la realidad?
Lo único que es real es el encuentro entre el documentalista y el personaje - el acto de rodar-, y esa realidad ya me basta. Yo registro ese encuentro. Es un filme. Mi cámara es visible y yo, como documentalista, estoy allí interactuando con las personas. Es un intercambio. Los propios personajes se refieren a ese acto. Un personaje de Edifício Máster dice: “Me gusta mi madre porque ella me salvó. Si no fuera por ella, yo no estaría aquí dando esta entrevista”. El documental es un meta-filme.
Entonces, ¿dónde está la verdad del documental?
El encuentro fue real: había un equipo, una cámara y un individuo delante de la lente. El documental es la representación fiel de ese encuentro, de aquella realidad del rodaje. Y solamente eso.
No le importa, por lo tanto, la veracidad de los testimonios de sus actores sociales…
No. Lo que me importa es el imaginario de la persona. No se trata de querer probar algo. Importante es la verdad que el personaje eligió transmitir en aquel momento. A veces, alguien puede ver uno de mis documentales y tener la sensación de que vio una ficción. Y lo que provoca esta sensación no es otra cosa sino el grado de invención de los propios personajes. Ellos inventan basados en su realidad, y lo que yo estimulo es que la persona cree un retrato propio que sea lo más interesante posible. Es un juego. Estimulo su imaginario.
¿Cómo funciona este juego?
La persona brilla en su memoria imaginaria. Se entrega a mí, pero al mismo tiempo sabe que dependo de ella para hacer un filme. Busco una posición confortable para la persona tanto en el rodaje como en la vida real. Comienzo a grabar de repente. Nunca digo: luz, cámara, acción. Lo que me interesa es el momento. Lo irrepetible. Los silencios pueden ser extraordinarios, y eso no se repite.
¿En qué proyecto está envuelto ahora?
Estoy grabando un documental sobre las huelgas del sector metalúrgico en el año 1979, en el estado de São Paulo, en las cuales el presidente Lula era líder sindical. Estamos buscando los metalúrgicos que participaron en las manifestaciones. Les damos libertad para hablar tanto de aquella época como sobre su vida hoy en día. Para comentar la vida pública es necesario tener en cuenta la privada. Quiero hacer un rescate de los metalúrgicos como seres humanos, y no solamente como profesionales.
¿Y qué más busca con esta película? ¿Crear un puente entre el pasado y el presente?
Te contesto con un ejemplo. Hace poco encontré un metalúrgico de aquella época que hoy es peluquero. Sorprendente, ¿verdad? Esto no está en los manuales. Quiero salir a las calles y encontrar personas interesantes, que me ofrezcan respuestas ambiguas y variadas. Gente que es militante progresista y, contradictoriamente, militante machista. Las personas son así. Quiero el elemento sorpresa.