CRÍTICA



  • O céu de Suely, Love for Sale
    Por Stephen Holden


    Iguatu, el desolado pueblo rural del nordeste brasileño al que llega Hermila (Hermila Guedes) —una madre soltera de 21 años, proveniente de São Paulo con su hijo pequeño— es el típico escenario opresivo del que todo joven  sueña con escapar a la primera oportunidad. Sin embargo, Hermila quien creció allí, vuelve a él llena de confusas ilusiones para quedarse a vivir para siempre con su amado. Su novio Matheus, quien  engendró al bebé, le ha prometido casarse,  y debe llegar en cualquier momento. Mientras tanto Hermila vive con su tía María (María Menezes) y abuela Zezita (Zezita Matos).

    Poco a poco Hermila comienza a concebir la posibilidad de que Matheus la haya  abandonado, después de esperar su llegada en cada autobús proveniente de São Paulo. Tampoco es posible localizarlo por el teléfono, o tener noticias de su paradero. La madre de Matheus le recuerda que, después de todo, es solo un muchacho de 20 años.

    Casi dos tercios de El Cielo de Suely, película dirigida por Karim Aïnouz, (Madame Sata, 2002) está dedicado ofrecer una visión  realista y descarnada de la vida en Iguatu; donde la única belleza que parece existir es la del brillante cielo azul del desierto; el cual, a través de la fotografía de Walter Carvalho, comunica un sentido épico del espacio. Después de intentar hacer algún dinero vendiendo números de rifa, Hermila —una mujer hermosa, de formas cinceladas— comprende que lo único que tiene para vender es su cuerpo. Entonces por qué no adoptar un pseudónimo y rifar boletos que  prometan al ganador una “noche romántica en el paraíso”. Hay muchos compradores potenciales, pero algunos se preguntan si no podrían probar la mercancía antes de pagar el precio de un boleto. Hablando con propiedad —como Hermila le dice a su mejor amiga, Georgina (Georgina Castro)— rifar una noche de sexo no es prostituirse. Tampoco resulta promiscuo, pues se acostará sólo con el ganador. Con lo recaudado Hermila sueña dejar Iguatu y comenzar una nueva vida con su hijo.

    El cielo de Suely no es ni tan exótica ni tan cautivante como la anterior película de Aïnouz, Madame Sata (2002), que examinaba la fantástica vida de un travesti prostituto y artista de cabaret en el Rio de los años 40 y 50 del pasado siglo. Pero ambos filmes comparten una simpatía profunda hacia los espíritus libres sexualmente, en una rígida sociedad machista.

    Después de renunciar a Matheus, Hermila reinicia una relación con un antiguo novio, João (João Miguel), pero cuando le plantea la rifa de su cuerpo como una posibilidad real, la toma por loca. A medida que Hermila recorre el pueblo vendiendo sus boletos, comienzan los comentarios y su reputación va en picada. Pero incluso cuando su abuela la golpea y amenaza con echarla de la casa, Hermila mantiene con firmeza su propósito.

    El cielo de Suely cuenta con una fuerte actuación de Hermila Guedes, cuyo personaje oculta su lado soñador y romántico, bajo una capa de arrogancia y determinación. Pero en su última parte, la película pierde un poco el pulso. En lugar de seguir  la rifa y la reacción de los lugareños, la atención se desplaza hacia el interior del personaje, al reino surrealista de los sueños y la imaginación de Hermila. Parece como si el director hubiera perdido el interés en examinar las consecuencias del decidido y arriesgado desafío de Hermila a las convenciones.


    (Fuente: Nytimes.com)


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