CRÍTICA



  • Un amor, regreso a las emociones de la adolescencia
    Por Fabiana Montenegro


    Ese primer amor que nos marca para toda la vida porque jamás se olvida en un momento fundamental como es la adolescencia en el que la curiosidad, el deseo y el desconocimiento se mezclan en un triángulo explosivo, forma el punto de partida de esta emotiva historia que nos muestra la manera en que establecemos vínculos afectivos y cómo su recuerdo perdura a lo largo de toda nuestra existencia.

    Si alguna vez hemos pensado qué sucedería si muchos años después hubiésemos retomado aquellos momentos tan inolvidables, una de esas posibilidades podría ser la que propone Paula Hernández en Un amor.
    En la película Lalo y Bruno son dos adolescentes que pasan el verano haciendo nada en medio de la nada hasta que al balneario en el que se encuentran llega Lisa arrasando la monotonía del pueblo.

    Treinta años más tarde, lejos de esa inocencia engañosa propia de la adolescencia, Lisa vuelve a irrumpir en esas dos vidas adultas con la misma impronta que a los catorce, produciendo un temor nuevo e inmanejable, aunque teñido por la huella que el tiempo deja en cada uno de los seres vivos.

    Tanto la parte inicial como el desenlace provienen del cuento de Sergio Bizzio Un amor para toda la vida y Diego Peretti, Elena Roger y Luis Ziembrowski son sus protagonistas…. ¿adultos? mientras que los más jóvenes, los que hacen el papel de adolescentes, Denise Groesman, Agustín Pardella y Alan Daicz tienen a su cargo la línea narrativa que corresponde al pasado en la que se puede notar una menor fluidez interpretativa que la de los actores adultos.

    Hernández logra plasmar muy bien en esta película los contrastes y contradicciones que nos acechan a todos los seres humanos pues muchas veces parece que quisiéramos retener el tiempo, especialmente en aquellos momentos que nos dejan excelentes recuerdos. Sin embargo, el devenir de los recuerdos es casi siempre traicionero y, sin quererlo, por aquello de que la memoria se mantiene oculta en el subconsciente pero imborrable, solemos cometer los mismos errores aunque hayan transcurrido varias décadas. Eso es lo que les ocurre a los tres personajes que vuelven a retomar los mismos celos y desesperos que antaño.

    Un amor juega con unos componentes que nos son comunes a todos los espectadores: la nostalgia y las emociones. Decía la directora que sus tres personajes sienten esa necesidad casi existencial de revisar algo que los marcó en un momento de su vida y que ahora necesitan entender. Esas marcas del pasado siguen con nosotros y muchas veces nos hacen pensar y preguntarnos si realmente hemos llegado a la adultez desde un presente sobre el que comúnmente se tiende a pensar que no ha acabado de ir del todo bien.


    (Fuente: Cinestel.com)


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