«El imaginario colectivo está ahí, nuestras películas son parte de nuestra historia y al final se convierten en antropología», afirmó Carlos Azpúrua, recientemente galardonado con el Premio Nacional de Cine, quien sentencia que el séptimo arte «es un medio que nos afianza y nos dice quiénes somos».
El cineasta aplaude el impulso que el Gobierno Nacional le ha brindado a este medio de comunicación, en especial con la reforma a la Ley de Cinematografía Nacional, en el año 2005, de la cual el director de Disparen a matar y Amaneció de Golpe fue uno de sus principales promotores.
«Es extraordinario que se haya dado una Villa del Cine. Así como lo es la Ley de Responsabilidad en Radio y Televisión, que establece criterios para la exhibición de Producción Nacional Independiente», señaló en una visita a la Agencia Bolivariana de Noticias (ABN).
«También es extraordinaria la reforma a la Ley de Cinematografía Nacional y que se esté caminado en la creación de una red de salas alternativas que nos permita la diversidad, porque tenemos derecho de ver cine chileno, paraguayo, chino o árabe, así como cine norteamericano», comentó.
Azpúrua subrayó que con las herramientas jurídicas de que se disponen, los cineastas noveles tienen la posibilidad de crear.
«Yo creo que se está avanzando en ese proceso. ¿Cómo formamos a nuestra gente sino realizando cine, confrontándolos con el fracaso y con el éxito y aplicando políticas serias de Estado?», apuntó.
«Hay una conciencia que comienza a dar frutos, la lucha ha sido muy árida pero hoy nos sentimos orgullosos, porque independientemente de las diferencias políticas, los cineastas nos hemos respetado, somos quizás un ejemplo de pluralidad», señaló.
«Podemos o no compartir criterios ideológicos, pero sí entendemos nuestra responsabilidad como sector; porque si el cine es hecho con el corazón, el compromiso y la dignidad de un creador; esos problemas no le pertenecen a ninguna ideología, sino a un país», dijo.
Azpúrua relató que la Ley de Cine fue sancionada en 1992, «desde entonces somos un sector cultural que tiene una ley, lo que se logró en 2005 fue su primera reforma», explicó.
«Tenemos claro que era en este proceso y con la mayoría del Parlamento que pudimos avanzar sobre la corresponsabilidad que tiene el sector privado en el desarrollo de la industria cinematográfica. En el año 92 las televisoras comerciales se negaron. Todavía hay mucho camino que andar y muchas posibilidades, pero es importante destacar que fue en este proceso cuando lo logramos», declaró.
Azpúrua, quien inició su carrera realizando los documentales Yo hablo a Caracas y Amazonas, el negocio de este mundo, ambos relacionados con el tema indígena, calificó como «un mosaico de sentimientos» su designación como Premio Nacional de Cine 2004-2005.
«Me lleva a lo que ha sido mi experiencia, mi relación y mi compromiso como realizador, como venezolano y como ser humano, sintiendo las posibilidades que me ha dado el cine de tocar temas que tradicionalmente no eran abordados», señaló.
Al respecto, comentó: «En ese momento, el cine era una herramienta de lucha y de reflexión profunda, de darle la palabra a quien no la tenía y de convertirse en el apoyo a denuncias reiteradas».
«Era como picarle adelante a la historia, entender que sí podemos cambiar las cosas y que el cine puede servir a la conciencia, a la organización social y a la dignidad colectiva de nuestro país», dijo.
Según comentó el cineasta un tema como las nuevas tribus protestantes norteamericanas, el cual es ahondado en su trabajo, no tuvo cabida en los medios de comunicación durante muchos años.
«La cuarta República no tuvo conciencia de lo que significaba una penetración religiosa que iba mucho más allá, era un acto de espionaje industrial y biológico y una violación de nuestra soberanía», recalcó.
«No se trata de una pelea contra los evangélicos, sino de una institución de la cual se ha probado en la historia de toda América Latina cómo ha sido utilizada para realizar trabajos de penetración cultural, de captación de indígenas, de utilizar sus lenguas como códigos en guerras como Vietnam y Korea y abrirle un territorio al estudio de la biodiversidad del Amazonas», resaltó.
«Pero nunca es tarde cuando la dicha es buena, llegó y bienvenida sea. Uno se siente vinculado a esa lucha, pero yo soy simplemente un grano de arena que ha cumplido con su compromiso comunicacional a que esa realidad sea entendida», dijo.
Para el cineasta, la decisión de expulsar a las nuevas tribus del territorio nacional fue una reivindicación de su trabajo. «Yo esperé y sabía que esto tenía que venir, ahora siento que sí hay una política y creo que vamos en la dirección correcta».
En tal sentido, señaló que se sintió conmovido al saber que el aeropuerto de La Esmeralda, en el Alto Orinoco, lleva como nombre Barné Yavarí, el Chamán Yekuana, protagonista de Yo hablo a Caracas, quien a la postre se convirtió en símbolo de la resistencia indígena.
Carlos Azpúrua espera estrenar el 12 de octubre de 2006 su más reciente producción, llamada Mi Vida por Sharon o ¿Qué te pasa a ti?, protagonizada por Mimí Lazo y Carlos Mata y con la cual salta del cine de denuncia, al manejo del humor y la sátira.
«Originalmente la película se llamaba sólo Mi Vida por Sharon, pero el nombre que yo siento es ¿Qué te pasa a ti? No hay expresión más venezolana que ésa y siempre quise ponérselo a una película», comentó.
«Esta idea avanzó sobre un acontecimiento que a mí me sucedió. Me da mucho placer porque me dio la oportunidad de ser irónico, de soltar la posibilidad de entenderme en lo picaresco, en lo absurdo y en la sátira», dijo.
Azpúrua consideró que su trabajo no ha dado vuelco alguno, «lo que soy es un cineasta en proceso de disfrutar el cine como posibilidad narrativa».
«El documental es un género; luego salté a la ficción con Disparen a Matar, pero seguí denunciando; luego vino Amaneció de golpe, donde me atreví a rodar un historia compleja, no para hacer una apología de la insurrección, sino para hacer sentir y despertar a la gente en cómo la política incide sobre su vida», refirió.
«Estábamos en una sociedad intoxicada a la cual se le movió el piso. A partir de allí, comienzan las grandes señales que decantarían este proceso de cambio», expresó.
Por otro lado, Azpúrua señaló que la película contó con la música del zuliano Huáscar Barradas, quien se estrenó en el séptimo arte. Igualmente, indicó que hasta ahora ha invertido en el filme cerca de un millardo y medio de bolívares provenientes del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y el fondo Ibermedia.
Asimismo, expresó que la película fue rodada en formato digital. «Ya el problema de la tecnología no es un problema. Me siento profundamente emocionado por lo que hemos logrado desde el punto de vista técnico, tanto en sonido como en imagen. El asunto está ahora en profundizar en los guiones, en los buenos directores de fotografía, y en el dominio de la tecnología», acotó.