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  • Segundo y poderoso aire en la carrera del cubano Arturo Sotto

    Aunque no se lo he preguntado directamente, no necesito hacerlo para saber que durante los casi diez años que estuvo Arturo Sotto sin realizar un largometraje de ficción, debe haber habido muchos momentos de impaciencia, obsesión, furor, escepticismo, incertidumbre y susceptibilidad. Pero ahora le ha llegado el momento del triunfo ganado a fuerza de trabajo, estudio, rigor, y de no dejar pasar ninguna oportunidad de conseguir productores, mecenas que apoyen los numerosos proyectos que ha preparado en estos años de supuesta inactividad.

    Después de terminar su segundo largometraje, la comedia acre y simbolista que fue Amor vertical (1997), pasaría toda una década antes de congregar a un plantel de actores de primera a escenificar un guión también escrito por el cineasta. Ello ocurrió con La noche de los inocentes (2007), un filme con notable éxito de taquilla en Cuba y que combina elementos del cine policíaco con los del melodrama y la comedia de enredos, a partir de personajes y situaciones extraídos de la contemporaneidad cubana. Mediante la dirección certera de un elenco numeroso, encabezado por Jorge Perugorría, Silvia Águila y Susana Pérez (los tres tenían papeles importantes en la anterior Amor Vertical), Arturo ha regresado, y en su come back viene armado hasta los dientes, dispuesto a no perder ni la más pequeña oportunidad para hacer, en primer lugar, cine, pero también televisión, documental, video clip… Tal parece que el cineasta, egresado del Instituto Superior de Arte y de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, de ninguna manera aceptará la distancia, la espera y las prórrogas como opciones viables para su carrera.

    Me refiero en el titular de este artículo a un segundo aire para el cineasta. Allá van los argumentos que lo explican: Además del triunfo en la taquilla nacional de La noche de los inocentes, ha comenzado con buen paso su recorrido por los encuentros internacionales de cine, pues el jurado del Festival de Biarritz de Cines y Culturas de América Latina, que se celebra en Francia, le otorgó su Premio Especial del Jurado, algo así como el segundo premio del certamen (el premio principal Abrazo se reservó para la venezolana Postales de Leningrado, de Mariana Rondón) e incluso, según algunos profesionales, en todos los festivales el Premio Especial del Jurado suele ser un galardón que implica la muy especial distinción de un grupo de profesionales decididos a destacar, por encima de todos los demás en competencia, la obra mencionada. El jurado de esta edición, presidido por el prestigioso cineasta francés Benoît Jacquot, estuvo integrado por Mima Fleurent, Jerry Carlson, Jean-François Stevenin y Maurice Bernar. El festival de Biarritz, junto con los de Huelva y Trieste, constituyen los principales eventos especializados en cine latinoamericano en el Viejo Continente.

    Según un reporte de AFP desde Biarritz, “Cuba entró en liza en el Festival con una obra atípica en la cinematografía del país, La noche de los inocentes, película negra en la que, en palabras del propio director, la trama policial es un ‘pretexto’ para hablar de la sociedad cubana.

    "Se trataba de encontrar una manera atractiva de contar otra cosa. El espectador sigue una trama policíaca pero estoy hablando de la sociedad cubana, de la familia, de la mentira y de la violencia", declaró el director tras la presentación de su película, recibida con fuertes aplausos. "Traté de seguir las reglas del género negro, pero es un ardid", insistió. Respecto al calificativo de atípico para su obra, comentó: "es verdad que no hay en Cuba tradición de películas que utilicen los elementos del cine negro, pero sí hay una tradición de novela negra".

    De acuerdo con este reporte de la Agencia Francesa de Prensa, Arturo Sotto evocó las razones de ese largo lapso entre dos películas y las dificultades de cine cubano. "En Cuba, seguimos estando en una etapa de crisis de la producción, de la cual no sabemos cuándo vamos a salir. Ahora se están haciendo más películas gracias al video, pero sigue siendo muy caro el proceso de conversión a 35 milímetros, por lo que seguimos dependiendo básicamente de las coproducciones", dijo. Pero negó que hubiera crisis creativa en el cine de su país. "La única carencia es de fondos", estimó, señalando que algunas de "las películas cubanas más importantes, como Fresa y chocolate, de Tomás Gutiérrez Alea, o las obras de Fernando Pérez (Madagascar, La vida es silbar) se hicieron en los años 90, que fueron los años más duros. Paradójicamente, la crisis financiera hace que la imaginación vuele un poco más alto", consideró.

    Además del triunfo en Biarritz, debemos recordar que en la pasada edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, Arturo Sotto se alzó con el Coral al mejor guión inédito con Peter Pan Kids, un proyecto que el propio cineasta reconoce mucho más complejo y caro que La noche de los inocentes.

    Como si tales triunfos no constituyeran auspicios bien notables para los dos filmes, uno terminado y otro en embrión, Sotto acaba de ser reconocido como el ganador del concurso para dirigir el segmento cubano de la serie documental de televisión titulada Los latinoamericanos, la primera producida por Televisión América Latina (TAL) en alianza con productores independientes de América Latina, e incentivada por el Ministerio de Cultura de Brasil, la empresa brasileña de Petróleo Brasileiro S. A., Petrobrás, con apoyo de la Organización de los Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

    En la primera fase de este concurso, cinco documentales buscaron explorar la diversidad cultural de cinco países —Argentina, Colombia, México, Paraguay y Uruguay— a través de la particular mirada de un director reconocido en cada uno de estos países. En esta segunda sección, donde fue seleccionado el proyecto de Arturo Sotto se inicia la realización de otros cinco documentales de 52´ (cincuenta y dos) minutos de duración en cinco países más —Cuba, Bolivia, Ecuador, Perú y Venezuela. Estos documentales se proponen retratar la identidad cultural del país participante, de modo que al final de la serie titulada Los latinoamericanos habrá un mosaico vivo de la riqueza histórica y cultural de América Latina, debidamente representada y fielmente retratada por un director de renombre de cada país participante.

    Los reconocimientos y elogios se agolpan ante la puerta de Arturo Sotto, incluso algunos referidos a ese período cuando estuvo sin realizar largometrajes de ficción. Debe tenerse en cuenta que en ese periplo acometió varios documentales, entre los cuales el más significativo resultó, sin duda, Habana abierta (2003) codirigido con Jorge Perugorría. Buscando información en internet sobre lo más reciente del inquieto cineasta cubano llegamos a un texto muy sagaz de Laura Redruello, doctorada en la Universidad de Vanderbilt (EE.UU.), con la tesis Transgresiones discursivas: poder y cultura en el Período Especial cubano y que trabaja actualmente como profesora de Cultura y Literatura latinoamericanas en Manhattan College y forma parte del comité organizador del Havana Film Festival que se celebra anualmente en New York. Me pareció tan provocador y sugerente el enfoque de este texto, titulado Habana abierta: el reencuentro en el documental cubano, que me permito reproducir unos fragmentos ilustrativos del mismo:

    “El documental propone una visión muy diferente con respecto al reencuentro con una generación que se marchó, y rompe con la idea del exilio como pérdida y desarraigo. El distanciamiento no implica una irremediable desarticulación del yo, ni como ser individual, ni social. La partida se plantea ahora como una subversión potencial de la nacionalidad; un modo de mantener conexiones con más de un lugar al tiempo que se practican formas no absolutistas de ciudadanía que posibilitan y enriquecen el reencuentro con la patria.

    “Los protagonistas son un grupo de músicos que vivieron en Cuba hasta comienzos de los años 90. El origen de esta agrupación está en lo que se conoció como 13 y 8, una esquina del barrio del Vedado en La Habana donde la mayoría de estos músicos se dieron a conocer como creadores, junto con otros intelectuales y artistas. El fin de la década del 80 y fundamentalmente los primeros años de los 90 no fueron los mejores para estos jóvenes trovadores en Cuba, ya que la música bailable invadía escenarios y disqueras. (…)

    “En el mes de enero del año 2003 y gracias a la iniciativa de todo un grupo de trovadores, directores e intelectuales cubanos compañeros de generación de la banda, se organiza el primer concierto de Habana Abierta en la capital habanera, tras más de siete años de ausencia en sus escenarios. Aunque durante esos días los componentes del grupo se presentan de manera individual en diferentes escenarios de La Habana, es la agrupación completa la que consigue reunir en los jardines de La Tropical a más de diez mil personas, convirtiendo el acto, según palabras del músico Boris Larramendi, ‘en un acontecimiento más social que musical y una gran fiesta en la que todos se sentían parte de Habana Abierta por todo lo que nuestra música ha simbolizado para muchísima gente que vive en Cuba, y aspiran, igual que todos nosotros, simplemente a una Habana que sea “a todo color”. De la visita y de este concierto final que ofrece la banda, los directores Arturo Sotto y Jorge Perugorría graban un documental con el mismo título que el nombre del grupo, Habana abierta, que más allá de ser un simple video musical, se convierte en una nueva crónica del regreso.

    (…)

    “Los directores se alejan del discurso del melodrama y la nostalgia sustituyendo la lágrima, el desgarramiento y el trauma por el humor y las bromas de una generación que se enfrenta al pasado con conexiones emocionales, pero sin resentimiento. Arturo Sotto y Jorge Perugorría enfatizan en el documental que estos chicos no han abandonado los hábitos que los identifican con el resto de los cubanos: siguen bebiendo Ron Paticruzado, guarachean en el Parque Lennon, no se preparan para el concierto en un hotel, sino que lo organizan con espontaneidad en una casa del Vedado y, además, después de su actuación, dejan claro que no irán a ningún hotel a “parrandear”, sino que “beberán un ron en el muro del Malecón”. Ninguno de ellos se representa como “turistas en su propio país”. No hay maletas, ni regalos, ni taxis. El regreso tampoco es amargo, ni problemático, ni irreal.

    “El concierto que ofrece Habana Abierta en La Tropical ocupa una gran parte del documental y constituye la prueba definitiva de que este encuentro es algo más que una “fabulación”. Todo reconocimiento necesariamente implica la aceptación de los demás, que en este caso acudirán a expresar su “reconocimiento” al Salón Benny Moré. Así lo asume David Torrens, uno de los músicos que participa en el documental y explica que “lo más importante es ser reconocido en tu tierra, que te reciban, que La Habana se abra. Hay una sola Cuba, la que se lleva en el corazón y nos merecemos que la patria nos abrace”.

    (…)

    “El documental reproduce una Habana que como dice el nombre del grupo y del documental, se muestra “abierta”. La nada y el vacío fruto de la distancia se sustituyen por el redimensionamiento de la propia cubanidad que ahora se muestra con el regreso. La partida se convierte en una vía para indagar en nuevas zonas de conformación de la identidad individual y el que regresa deja de representarse como el “otro” para considerarse uno más del “nosotros”.

    “Habana abierta logra transmitir que Cuba está viva, sana y salva en la diáspora, y que la diáspora está viva, sana y salva en los cubanos; que el encuentro siempre es posible, abriendo así la esperanza, como dice el músico Carlos Varela en el propio audiovisual, 'de que a partir de ahora esto se repita; que podamos cantar todos juntos y grabar juntos, los que están aquí, allí, en cualquier parte del mundo, mezclarnos y crecer juntos'”.

    Felicitaciones sinceras a Arturo Sotto, por sus merecidos premios, por sus obras recientes, y por no haber desmayado a lo largo de casi una década sin poder acometer lo que mejor sabe y más quiere hacer. Gracias también a él por haber realizado en ese tiempo documentales como Habana abierta, motivador de trabajos tan esenciales como el anterior.


    (Fuente: la jiribilla)


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