Un manantial de luz desde sus ojos inundó las pantallas de la tierra; cada imagen se irguió desde la forma para tocar más hondo y más distante; la magia del artista tiene imanes que apresan lo que oculta el horizonte; imanes que quebrando superficies nos entregan la esencia de las cosas. Santiago era un imán, cien mil imanes, con milenios del ser, de la cultura toda sobre sus hombros irradiando. Sus hombros peregrinos, peregrinos si por el mundo andaba, entonces doblemente, y cuando se quedaba, peregrinos también porque el artista, eterno buscador debe ser siempre, y era.
De este modo, Santiago hizo aflorar la flor de los capullos, aflorar las esencias que definen el perfil verdadero de “esas cosas” vivientes que ya en la sucesión de aconteceres descubren dimensiones bien distintas. Santiago fue ese imán que la envoltura deshace con su genio y se apodera de la más dura almendra, del diamante que solo liberado de maleza su brillantez puede entregarnos, transparencia.
Porque ese gran artista ciudadano, ejemplar por su amor al semejante, socialista no porque ideología cristalizara en lupa, socialista de veras porque daba lo mejor de su ser para los otros; a los otros vivientes, carne y hueso, esa carne ese hueso que hoy nos deja, pero que en vida exige se le entregue, más allá de la frase, la ternura. En su cine esa ternura emerge, de cada fotograma, de secuencias, de cada reflexión que la trascienda, de cada esencia que su andar revele.
Santiago fue en su curso por la vida ese ejemplar de intelectual que busco y su ejemplo quisiera entregar a los jóvenes artistas, artista que en su arte encuentra el medio de transformar lenguaje y desplegarlo, de ejercerse en su hacer como se puede, revolucionando revolucionariamente el cine, para que el cine mejor pueda, y pudo, expresar y apresar en la imagen-sonido esta revolución que impregna nuestras vidas.
Mujeres, hombres, jóvenes, artistas, de toda edad y sexo hay en las filas, en que Santiago militó y dio ejemplo. No son los “sacerdotes” del fracaso, los añorantes del ukase que mata la creación intelectual aquellos, que acompañar a la vanguardia revolucionaria pueden. En nuestras filas viven los que saben, los que depositarios de este ejemplo exaltante que Santiago nos deja , podrán, porque saben hacerlo, y porque quieren, salvar la patria, la libertad, la revolución y el socialismo, nuestra identidad martiana hasta raíz profunda, inarrancable.