ARTÍCULO



  • Ese artista ciudadano
    Por Alfredo Guevara


    Un manantial de luz desde sus ojos inundó las pantallas de la tierra; cada imagen se irguió desde la forma para tocar más hondo y más distante; la magia del artista tiene imanes que apresan lo que oculta el horizonte; imanes que quebrando superficies nos entregan la esencia de las cosas. Santiago era un imán, cien mil imanes, con milenios del ser, de la cultura toda sobre sus hombros irradiando. Sus hombros peregrinos, peregrinos si por el mundo andaba, entonces doblemente, y cuando se quedaba, peregrinos también porque el artista, eterno buscador debe ser siempre, y era.

    De este modo, Santiago hizo aflorar la flor de los capullos, aflorar las esencias que definen el perfil verdadero de “esas cosas” vivientes que ya en la sucesión de aconteceres descubren dimensiones bien distintas. Santiago fue ese imán que la envoltura  deshace con su genio y se apodera de la más dura almendra, del diamante que solo liberado de maleza su brillantez puede entregarnos, transparencia.

    Porque ese gran artista ciudadano, ejemplar por su amor al semejante, socialista no porque ideología cristalizara en lupa, socialista de veras porque daba lo mejor de su ser para los otros; a los otros vivientes, carne y hueso, esa carne ese hueso que hoy nos deja, pero que en vida exige se le entregue, más allá de la frase, la ternura. En su cine esa ternura emerge, de cada fotograma, de secuencias, de cada reflexión que la trascienda, de cada esencia que su andar revele.

    Santiago fue en su curso por la vida ese ejemplar de intelectual que busco y su ejemplo quisiera entregar a los jóvenes artistas, artista que en su arte encuentra el medio de transformar lenguaje y desplegarlo, de ejercerse en su hacer como se puede, revolucionando revolucionariamente el cine,  para que el cine mejor pueda, y pudo, expresar y apresar en la imagen-sonido esta revolución que impregna nuestras vidas.

    Mujeres, hombres, jóvenes, artistas, de toda edad y sexo hay en las filas, en que Santiago militó y dio ejemplo. No son los “sacerdotes” del fracaso, los añorantes del ukase que mata la creación intelectual aquellos, que acompañar a la vanguardia revolucionaria pueden. En nuestras filas viven los que saben, los que depositarios de este ejemplo exaltante que Santiago nos deja , podrán, porque saben hacerlo, y porque quieren, salvar la patria, la libertad, la revolución y el socialismo, nuestra identidad martiana hasta raíz profunda, inarrancable.

    That civic artist
    By Alfredo Guevara

    A spring of light out flowing from his eyes flooded the screens of the earth; each image rose up from its form to touch deeper and more distant; the artist’s enchantment has magnets which capture what the horizon hides; magnets shattering surfaces and rendering the essence of things. Santiago was a magnet, a hundred thousand magnets, with thousands of years of the being, the whole of culture irradiating from his shoulders.  His shoulders of wanderer, a traveler when he was wandering around the world, two times wonderer then, and also wonderer when he stayed here, because the artist an eternal seeker should be, and he was one.
    Thus, Santiago made flowers emerge from the buds, he made the essence which define the real profile of “those living things” emerged, those which discover very different dimensions in the sequence of happenings. Santiago was that magnet that takes apart the wrapping with his genius and takes hold of the hardest almond, the diamond which can only give us its brightness, its transparency once it is freed from the weeds.
    Because this great civic artist, who was exemplary in his love to his fellowmen, a socialist not because ideology crystallized in magnifying glass, a true socialist because he gave the best of him to others; to other living beings, flesh and blood, the same flesh and blood that is gone today, but whose life demands to be given, beyond the phrase, the tenderness. That tenderness arises in his films, in each photogram, each sequence, in each transcending reflection, in each essence that his walk reveals.
    Santiago was, through the course of his life, the exemplary intellectual I look for, whose example I would like to pass to the young artists, and artist who finds in his art the means to transform and display language, who exercises his task the way he can, revolutionarily revolutionizing the cinema, so that the cinema could and can better express and capture in image-sound this revolution that impregnates our lives.
    There are women, men, youngsters, artists, people of all ages and sex in the ranks where Santiago was politically active and set an example. It is not the “clergymen” of failure, those who long for the ukase that kills intellectual creation, the ones that can come along with the revolutionary vanguard. In our ranks there live those who know; the depositories of the inspiring example left by Santiago, they will be able to, because they know how to do it and because they want to, save the motherland, freedom, the revolution and socialism, our identity united to José Martí to the deepest root, the one that cannot be broken off.

    (Fuente: Publicado en Cine Cubano. Número 140)


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