No creo que ningún movimiento artístico, y tampoco el Nuevo Cine Latinoamericano tenga, puedan o deban consolidarse; Viña del Mar nos permitió reconocernos, descubrir el múltiple rostro de un mismo movimiento; pero, Movimiento ante todo. Diversos grupos de cineastas, cineastas aislados, realizaban o aspiraban a realizar una obra culturalmente significativa, de rescate de la identidad y que, en consecuencia calculada u objetivamente, se inscribía en los combates por la liberación que, en aquellos años, cobraron formas extremas y cambiaron para siempre, y hoy lo sabemos bien, la faz de Nuestra América. Descubrirnos, reconocernos, encontrarnos, diseñar estrategias, discutir diferencias, anotar experiencias, pudiera ser eso a Lo que se llama "consolidación". Si así fuera, pese a la inexactitud, pudiera aceptarse. Pero consolidar suele andar más cerca de ese otro horrible concepto que se resume en cristalización, y que veo siempre como la muerte o su anticipo. La expresión no puede ser sino constante búsqueda, permanente estallido de la estructura y el lenguaje ayer logrados, e incesante superación de éste sea por sustitución, decantamiento, enriquecimiento o por la aparición de esa otra maravillosa exquisitez que el artista esgrime, el matiz. Un matiz, un tono, un guiño, un toque, una nota, una ruptura, un encadenamiento, un contraste, una ironía, un rictus pueden transformar una imagen y convertirla en otra; y hasta en su antítesis. Esta riqueza inagotable, que resulta de la infinitud de lo posible, es, para el arte, y para sus protagonistas, irrenunciable. Y por su esencia niega toda supuesta consolidación.
Habrá que tener cuidado día a día, obra a obra, de que lo Nuevo no termine en Vejestorio con afeites; o en rutina tan tan tan rutinaria que no se reconozca cristalizada y medio muerta de tan acostumbrada a considerarse sin tregua juvenil y por repetición renovada. Ese es el riesgo. Sólo conozco un antídoto: la belleza, la poesía. Sólo ellas imperecederamente jóvenes; sólo ellas saben renovarse sin tregua. Pero, como se sabe, he ahí el problema, son inaccesibles a los demasiado tontos y a los demasiado sabios. Se dan en cambio, y también inagotables, a quienes esquivan, cuando menos a veces, el tumultuoso, farragoso mundo que hemos inventado, miran al cielo, o a la montaña o al mar, o a la obra del hombre, y se abandonan a la reflexión o al sueño, y mejor a ambos. Para la "Consolidación" del Nuevo Cine Latinoamericano recomendaría propiciar el ejercicio de esa sabia práctica de la Iglesia, los retiros espirituales. Ya no basta el testimonio, aquel recurso válido de los primeros años, acorde además con aquellos años primeros. Y tampoco basta una buena anécdota, que no sobra y puede servir siempre a otros objetivos. Cuestión de gustos, de tendencias, de apreciación. Sólo un cine develador incesante, pantagruélico devorador de belleza y poesía, puede llamarse Nuevo, puede llamarse arte, puede llamarse Movimiento. Viña del Mar abrió un camino. Ahora se trata de provocar que no se detenga, consolidado, el Movimiento. Tal vez ya se hace urgente que otro Viña del Mar continúe aquella tarea. Acaso este Festival y Seminario puedan servir a desestabilizar las consolidaciones renovando y promoviendo inseguridades necesarias.
Alfredo Guevara (Cuba)
Fundador del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC)
Embajador de Cuba ante la UNESCO
Agosto/1987