REPORTAJE



  • Pablo Trapero en pleno rodaje de Leonera
    Por Claudio D. Minghetti


    Pasaron casi diez años del momento en que Pablo Trapero presentó Mundo grúa, su ópera prima en blanco y negro, con la que cosechó el premio máximo para el cine local del primer Bafici. Desde aquel acontecimiento, han pasado también otras tres películas —El bonaerense, Familia rodante y Nacido y criado—, todas aplaudidas aquí y en su paso por muestras y salas del exterior.

    Trapero, que tiene 36 años y está al frente de Matanza Cine, coproduce su quinto largometraje con VideoFilmes, la empresa de su colega brasileño Walter Salles, y el aporte de Cineclick Asia, de Corea (la misma del ya clásico de culto Oldboy), con un presupuesto que ronda el millón de dólares. En la trama de Leonera, Julia (Martina Guzmán) amanece en su departamento, rodeada de los cuerpos ensangrentados de dos hombres. Uno de ellos aún vive; el otro ha muerto. Ambos, de un modo confuso y simultáneo, han sido sus amantes. Julia está embarazada de uno de ellos.

    Julia se entrega a la policía y es enviada a la unidad penitenciaria 31 de Ezeiza, donde se alojan las reclusas madres o embarazadas. Allí pasa los días iniciales abstraída y ajena, como si el hombre que asesinó y el hijo que espera fueran cosas irreales, cosas de otro.

    Dos personajes se incorporan a su vida. Uno es Marta (Lola García), una compañera de reclusión que ya crió dos hijos adentro de la cárcel y que se convierte en guía y consejera; el otro es Sofía (Elli Medeiros), su propia madre, un personaje ambiguo con el que Julia se reencuentra después de muchos años.

    El filme cuenta con guión el mismo director junto a Martín Mauregui, Santiago Mitre y Alejandro Fadel. El productor es Pablo Trapero, la productora ejecutiva Martina Gusman, la fotografía y cámara son de Guillermo Nieto, el sonido de Federico Esquerro, el arte de Graciela Oderigo y el vestuario de Marisa Urruti.

    El elenco está encabezado por su esposa, Martina Gusmán, hasta ahora encargada del rubro producción ejecutiva de sus tres anteriores películas, a quien secundan la uruguaya Elli Medeiros, que viene de trabajar a las órdenes de directores de culto como Philippe Garrel y Olivier Assayas, y Lola García, conocida por su participación en las recientes producciones de Pedro Almodóvar, así como el brasileño Rodrigo Santoro, que fue uno de los misteriosos perdidos en la tercera temporada de la serie Lost y el villano Jerjes en 300 . Como viene ocurriendo en los últimos tiempos, Trapero produce, además, La rabia, de Albertina Carri, y Mundo Caito, que marcará el debut del actor Guillermo Pfening (Nacido y criado) como director.

    El viernes pasado, el equipo registró las principales escenas de la película en la nueva cárcel de mujeres de seguridad intermedia en San Martín, en uno de los varios pabellones que restan aún inaugurar de la institución. El grupo venía de filmar en las unidades de San Isidro y Olmos, y esta semana terminará en el penal de Los Hornos, todos en la provincia de Buenos Aires. Trapero piensa que su nueva película abrirá la temporada de estrenos locales, en marzo próximo.

    Las celdas vacías del penal de San Martín, todavía impecables y, no obstante, ya aterradoras, se convirtieron en camarines. En uno de ellos, a oscuras, el director encendió su notebook para mostrar a La Nación las primeras imágenes editadas del film con forma de videoclip, al ritmo de Bombón asesino , la cumbia popularizada por el grupo Los Palmeras.

    Un patio interno se vuelve gran sala con acopio de vestuario. En aquellos sectores que son usados como sets hay incluso algún pequeño santuario donde aparecen estampitas e imágenes de santos, incluso alguna del Gauchito Gil. La estética elegida por el director recuerda a la de El bonaerense, pero el dramatismo es sustancialmente más contundente. Cada imagen suena a golpe en el mentón y para nada pueden ser asociadas a las que se vieron en títulos carcelarios y femeninos del cine nacional como Deshonra, de Daniel Tinayre, hace medio siglo, o la sensacionalista Atrapadas, de Aníbal Di Salvo, hace poco mas de dos décadas.

    "Venimos cumpliendo en fecha con lo planeado", asegura Trapero, sentado en uno de los inmóviles y rústicos taburetes de cemento que luce la celda elegida para la entrevista, pensada para dos reclusas, exactamente igual que aquella en la que se filma una escena con Gusmán. Allí todo es gris y los colchones tienen tres centímetros de espesor.

    "Comencé a pensar en la película durante el rodaje de Nacido y criado", señala el director, que compartió la escritura del guión con Martín Mauregui, Santiago Mitre y Alejandro Fadel. "Es la historia de Julia, una chica de clase media y universitaria que de un día para el otro se encuentra con una vida que no tiene nada que ver con la suya. No es mujer que está presa por traficar droga o provenir del mundo del crimen, nada que ver. Es una situación confusa, casi accidentada, que desata una tragedia: termina con ella en una prisión, embarazada de uno de los dos hombres que aparecieron ensangrentados junto a ella. De golpe, será acusada de un crimen que seguramente no cometió", explica. "Para Julia, la historia comienza cuando ingresa en la cárcel, el proceso judicial que va llevando su causa en paralelo a su embarazo y el dilema de criar a su hijo en la prisión o no. Es el retrato de mundos contrastados y de cómo en la medida en que van pasando los años mientras el proceso judicial va pegando giros ella misma cambia. Julia es una mujer que tiene que entender lo que ocurrió antes de ir a prisión y cómo se dio este proceso."

    Si bien en Familia rodante los protagonistas eran los miembros de una familia, un papel decisivo era el interpretado por su propia madre. Esta vez se trata de una historia con eje en una mujer. "Tenía ganas de hacer una película en la cual poder recrear un mundo femenino. Si bien este lugar es un poco contrastante, casi todos los personajes son mujeres", dice.

    Durante la preproducción fueron entregadas diez cámaras descartables a distintas reclusas ("de las que volvieron ocho", dice, con una sonrisa, Gusmán), cuyas fotos sirvieron de inspiración a los encargados de arte y vestuario. "Son sorprendentes. Seguramente cuando se estrene la película haremos una exposición con muchas de ellas", dice la protagonista.

    "La película ocupa cinco años en la vida de Julia, algo que implica muchos cambios: el embarazo, tener a su hijo dentro de la cárcel, que le saquen a su hijo —dice Gusmán-. La construcción la hice basándome en casos reales y, como la película se divide en épocas, más allá de sus cambios externos fui pensando en sus cambios físicos y emocionales. Si bien no deja de ser una chica de clase media que entra con todas en contra, nada después de esos cinco años será igual: es joven, es linda, tiene plata, es decir, tiene todo para perder. Pero se supone que mató a un tipo, por lo que no es tan «tranquilita»: por un lado se defiende, pero por otro necesita de una «madre tumbera», una líder guía dentro de la cárcel", concluye la actriz.


    (Fuente: La Nación)



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