CRÍTICA

  • Una bella dama vestida con pedacería
    Por José Martín Sulaimán


    Día tras día nos enfrentamos al problema de cómo decir las cosas. Hay mensajes maravillosos, imágenes expresivas e ideas fantásticas, que en su recorrido desde el cerebro hasta el ojo, la lengua o la pluma tropiezan y se descomponen, quizá no pierden su esencia, pero no salen como debe ser. Nadie te oye es sin duda una buena película a nivel argumental, la historia parte de la realidad (de esto hablaremos en breve) que parece que es la única forma de vivir en este país. El cinéfilo Pedroza dice: “Estamos viviendo una época fatalista en el cine mexicano” y tiene toda la razón.

    Si Amores perros es una mona vestida con las mejores sedas, Perfume de violetas es lo contrario, una bella dama vestida con pedacería. Entiendo cómo es que el fatalismo es lo interesante porque lo he usado, es lo de hoy, es lo que llama la atención y vende,  pero hay formas más interesantes de entregarlo a la gente. Discusiones bizantinas entre amigos nos ha llevado a entender el quehacer de todos y en nuestro caso muy particular, preferimos enfrentar la realidad con un toque especial, con un sello personal, a veces con esperanza, con ideales o bien, todo lo contrario, totalmente fatalista, pero en un estuche que tenga búsqueda, que tenga idea, aunque sea pobre.

    Perfume de violetas más parece documental que ficción. Es como un graffitti en el Boulevard Aeropuerto, bueno de contenido, pero mal pintado. La película surge de una nota en el periódico, fuente inagotable de historias de todo tipo. Tiene momentos interesantes, escenas encantadoras, como cuando las jóvenes Yessica (Ximena Ayala) y Miriam (Nancy Gutiérrez) se bañan en la tina de la segunda, en un juego infantil casi seductor. Pero la película está plagada de lugares comunes, para citar de nuevo a Pedroza, el chavo que se compra tenis con el dinerito que le cae por vender a su hermanastra al microbusero patán que la viola en dos ocasiones; el microbusero patán; buscar refugio abajo de una escalera después de esperar todo el día la llegada de su amiga; la mamá (Arcelia Ramírez), que tiene un amante secreto; en fin, para qué sigo.

    Las escuelas de gobiernos son más violentas. Las violaciones a jovencitas son peores de como las presentan. La película tiene una visión marcadamente feminista. Las actuaciones me parecen malas, incluso las de buenas actrices como María Rojo y Arcelia Ramírez, mujeres con carrera y oficio. Qué extraño.

    Nadie sabe exactamente qué es arte, nadie dice tampoco que el arte tiene que ser bonito ni placentero, pero uno sale deprimido de la sala. Hay cosas que se hacen para desagradar, hay obras que están “intencionalmente” para reforzar un punto de vista, para dar a entender un estado de ánimo o la postura del creador ante tal o cual tema. Perfume de violetas no llega a tanto, disculpen pero no.

    La idea final es buena, la chica pobre, desafortunada y olvidada hasta por Dios, entra en la vida de la amiga que tiene mejores condiciones y más suerte que ella para robarle todo, desde lo físico hasta su identidad y finalmente, después de matarla, toma su lugar en su cama. Aquí podría empezar una mejor película. Yo comparto mejor esta postura: “He preferido hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado”. Silvio Rodríguez

    Mexicanos, véanla porque es cine mexicano, pero no se tienen que matar para llegar al cine.


    (Fuente: Cineencanto.com)



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