CRÍTICA

  • Historias de maduración y desencanto
    Por Manuel Zozaya


    Dos de las películas mexicanas de exhibición más reciente (y exitosa) abordan el tema de la sexualidad juvenil, sin embargo, tanto por sus tramas y personajes, como por el abordaje del tema, (drama una, comedia la otra), se sitúan en sus respectivas antípodas. Se trata de Perfume de violetas, de Maryse Sistach (guión de José Buil), y de Y tu mamá también, de Alfonso Cuarón (guión de Carlos Cuarón).

    Perfume de violetas penetra en el tránsito a la adolescencia de dos niñas de secundaria, Jessica y Myriam (interpretadas magistralmente por Ximena Ayala y Nancy Gutiérrez). Apoyada en una historia real, un estupendo guión y una aguda visión de género, Maryse Sistach construye en el personaje de Jessica Avendaño, chica proletaria que encarna todos los conflictos del pasaje de la niñez a la pubertad, uno de los más complejos y profundos retratos de la juventud actual. Jessica padece una sed de afecto y soledad vital, que la llevan a refugiarse en la recién hallada amistad de Myriam, una chavita que, si bien vive con limitaciones económicas, parece poseer todo lo que Jessica anhela: estabilidad emocional, madre amorosa y un hogar ordenado. En contraste, el entorno familiar de Jessica está sembrado de carencias y agresividad. El hijo de su padrastro y su madre no se dirigen a ella sin insultarla. Jorge, su hermanastro, con la complicidad de la madre, practica sistemáticamente una dominación de género sobre ella, "lava el plato, plánchame la camisa", llegando al extremo de "venderla" o propiciar su violación a cambio del dinero para unos tennis. Cuando, tras haber sido violada, aparece una mancha de sangre en su falda blanca, es objeto del escarnio generalizado de sus compañeras y hasta la directora del plantel la interroga "¿Qué no sabes de los padecimientos de nosotras las mujeres?" Los mitos y prejuicios que dominan a la sexualidad femenina, presentes a lo largo del filme contribuyen, en gran medida, a la miseria afectiva de los personajes, propiciando el aislamiento emocional de la protagonista, además de reflejar fielmente la realidad de una gran cantidad de jóvenes mujeres que, en nuestro país, inician su vida sexual contra su voluntad, bajo el yugo de las presiones, el abuso y la violencia.

    Sin embargo, Jessica está muy lejos del estereotipo de sumisión femenina que prevalece en los personajes que la rodean. Mientras los y las demás se coluden para someterla, ella se presenta retadora desde su entrada al salón de clases de su nueva escuela secundaria: "Me expulsaron de la otra escuela porque le di una cachetada a la prefecta." Cuando dos chavos le arrebatan las fotos que se acaba de tomar con Myriam, Jessica pelea con uno de ellos a golpes, sin embargo, a pesar de no haber sido ella quien inició el pleito, es la única castigada; como dice la directora del plantel: "No importa quién empezó, lo que estamos discutiendo es tu actitud", comportamiento inconcebible para una muchacha. 

    Lejos del doloroso realismo del filme de Systach, los hermanos Cuarón nos sumergen en el mundo desmadroso de dos jóvenes de clase alta (Tenoch, interpretado por Diego Luna), y media (Julio, caracterizado por Gael García Bernal), a punto de entrar a la universidad, entre quienes reina una amistad trenzada de complicidades. Y tu mamá también, tiene en común con Perfume de violetas un empleo sumamente natural del lenguaje juvenil (lo cual contribuye en gran medida a la eficacia de ambos filmes), sin embargo, tanto los personajes como la trama se sitúan en el terreno de las fantasías puñeteras masculinas.

    Un acierto de Y tu mamá también es jugar con la inseguridad masculina de los jóvenes en proceso de hacerse hombres. Subidos en una carcacha que habrá de llevarlos a una playa ficticia de Oaxaca, los tres personajes van revelando (y adornando) sus vidas sexuales; ellos con la fanfarronería misógina propia de una masculinidad no acabada de cuajar; ella, con una sinceridad más acorde con el estereotipo de la europea de costumbres liberadas.

    El relato conduce a un juego de revelaciones y competencias machistas por ver quién se tira primero a la española, más como deporte que como placer, como si se tratara de anotarse otra conquista sexual en el marcador de la carrera por demostrar quién es más hombre, lo de menos es su pobre desempeño erótico como eyaculadores precoces, lo de más es anotarse tantos: me tire a tu prima, a tu hermana, a tu novia, y a tu mamá también. Sin embargo, la competencia acaba por enfrentar a los machos violentados por la infidelidad propia y la de sus novias. El viaje pasa del relajo, a la amargura de una relación a punto de estallar en pedazos. Sin embargo, acaba por imponerse la sensatez de la española, que en una borrachera los reconcilia y, en el menage à trois climático se revela lo que ya Luisa había adelantado en una discusión previa: "Lo único que les gustaría a vosotros, es follar el uno con el otro."

    En Perfume de violetas, la soledad de Jessica -después de la violación reiterada, del rechazo materno: "debería ponerte a trabajar en una esquina pidiendo dinero"; el de su presunto novio, quien se aleja de ella al no conseguir sus pretensiones sexuales; el de sus compañeras, que como en un coro griego la acusan de "marimacha" y "sucia" (en un doble sentido, sexual y físico)- llega al colmo cuando la amiga traicionada por los hurtos cometidos por Jessica, acaba por hacerse eco de las palabras de su madre, quien justifica la violación porque eso le pasa a las mujeres que no se dan a respetar: "Eres una puta", le grita.

    Dice la sexóloga Susan Pick que no hay palabra más eficaz para controlar la conducta femenina que "puta". Y puta es toda aquella que no se somete al orden patriarcal vigente, que "no se da a respetar". En este filme, "puta" es el adjetivo que desencadena la tragedia. En el caso de los chavos de Y tu mamá también, el develamiento de la homosexualidad latente en su relación de cómplices provoca lo que sus infidelidades mutuas no habían logrado del todo, la ruptura de esa amistad que se había planteado como "un núcleo sólido e inseparable".

    Ambos filmes son sin duda dos excelentes ejemplos de abordar de manera fresca y directa la sexualidad juvenil, que si se les mira desde la perspectiva del discurso del género, es decir, desde la crítica a las normas y valores dominantes que dictan cómo deben ser y comportarse el hombre y la mujer, el resultado es muy enriquecedor y digno de ser proyectado en las escuelas secundarias y preparatorias como herramientas de apoyo en la educación sexual de las nuevas generaciones, basada en la equidad de género y el respeto a la integridad de las personas.




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