ARTÍCULO



  • El final abierto de XXY
    Por Rubén Padrón Astorga


    Una de las rarezas de este Festival es XXY, cinta argentina de Lucía Puenzo, basada en la historia de Alex. Se trata de una joven intersexual, cuyos padres, que han decidido operarla, le dejan a ella elegir su sexo. Basta con este argumento para hacer atractiva a esta película. Para quienes no la hayan visto, trataré de hacer este comentario sin revelar la decisión de Alex.

    La intersexualidad se define como un estado biológico intermedio entre el macho y la hembra. Aquí la psiquis no interviene, pues de ella no se ocupa la biología. El tratamiento médico para este fenómeno es la operación, en la cual se elimina la expresión de uno de los dos sexos, y en función de ello el individuo hace vida de hombre o de mujer. Pero XXY  va más allá y se cuestiona si solo hay dos soluciones posibles para el conflicto. En este punto se me traba la película.

    Una de las virtudes del cine es que tiene la inalienable obligación de ser convincente. No importa si lo que dice es errado o no, porque a fin de cuentas lo que ofrece es la opinión de un creador, y en tanto opinión, lo único lícito es exponerla y defenderla. Ya tendrá tiempo el creador de saber si tenía o no razón. Pero si no quiere ser ignorado, el creador tiene que convencer al espectador de lo que dice, de lo que cree, porque en este trabajo de convencimiento el realizador se juega su prestigio, la vida de su obra y el futuro de la opinión que defiende.

    Y es que la película XXY, absorbente desde el comienzo, segura en cada paso, opta por un desenlace que hubiera, al menos, exigido otra película. Casi todos los desenlaces dramáticos que se practican en el cine lo son, precisamente, porque se explican por sí mismos. Por eso los finales abiertos son como venas abiertas. Uno ve que algo se escapa por ellos y uno se pregunta si vivirá para ver la continuación. Uno se decepciona.

    No es que XXY decepcione. Para nada. Lucía Puenzo ha alumbrado este Festival con su película. Y es solo su ópera prima, por lo que no ha hecho más que empezar. Pero la salud de XXY se debilita al final.

    Como decía antes, la operación médica solo puede arrojar dos resultados. Macho o hembra, son dos formas de vida que todo el mundo conoce y que a nadie hay que explicar. Recuérdese que esta dualidad incluye la homosexualidad. Se es hombre homosexual o se es mujer homosexual, porque la homosexualidad no es una abstracción. Macho o hembra, decía, sabemos lo que ocurre con cada uno de ellos, cómo se comportan, más allá de los matices individuales, que definen a las personas, pero que no clasifican a los géneros. ¿Pero qué ocurre cuando se nos presenta un género, una forma de vida desconocida? Un espectador no necesita saber qué fue de la vida de un personaje después de que acaba una película, cuando esta ha previsto el futuro del personaje. Igual que no nos hace falta saber que el final de la casa está en la puerta, cada vez que queramos salir a la calle.

    ¿Cual es el futuro de la chica de XXY? No se nos dice. Tal vez otras películas nos lo digan. La historia del arte nos enseña que el final de una obra a veces no viene con ella, sino con las que le siguen. Solo entonces acabará XXY. De momento, tenemos una gran película inconclusa y una joven directora que es toda una promesa.



Copyright © 2024 Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Todos los derechos reservados.
©Bootstrap, Copyright 2013 Twitter, Inc under the Apache 2.0 license.