CRÍTICA



  • Heli, y los atributos que le valieron el Coral en La Habana
    Por Marilyn Garbey


    La Habana. A juzgar por los noticieros, la violencia es pan cotidiano en México. "Heli", la película de Amat Escalante, es un retrato descarnado de tal estado de cosas. Para alcanzar su objetivo, el cineasta instaló su cámara en la intimidad de una familia para registrar su cotidianidad, apacible hasta que el terror se impone.

    Durante la introducción nada presagia lo que vendrá, porque es un pueblo de ambiente áspero, donde impera el silencio, que pareciera dejado de la mano de Dios. Y la familia de Heli solo trabaja para sobrevivir.

    La película va bordeando diferentes aristas de la violencia, y lo hace sutilmente, pero in crescendo. La dura rutina del entrenamiento militar. La manera en que Heli impone a su esposa la relación sexual. La presión que ejerce el chico sobre la novia para forzarla a esconder la droga. Hasta llegar a escenas de explícita violencia, como aquella de la tortura al joven recluta, a quien descubrieron robando la cocaína escondida por sus jefes superiores, de una crudeza inenarrable. Desgraciadamente, el gesto de cubrir los ojos durante esa secuencia no detiene a los sicarios.

    Uno de los grandes valores del filme es la forma en que subraya los contrastes. La fábrica donde trabaja el protagonista se ubica en un pueblo casi fantasma. El amor de los personajes más jóvenes, que parecía tan puro, concluye en tragedia. El gesto de Heli al destruir la droga para alejar a su familia de ese flagelo, solo provoca dolor y muerte.

    Tras el estreno se alzaron voces para cuestionar la responsabilidad del arte al representar las zonas más oscuras de la sociedad y, en particular, la manera de reflejar la violencia. Aquí hay mucha tela por donde cortar, pero lo cierto es que solo puedo aplaudir el acto de venganza de Heli y ese final casi feliz tras recuperar, Dios sabe hasta cuándo, la tranquilidad familiar.

    Heli tiene la virtud de avivar la polémica sobre el entorno en el cual se inspira, porque el paralelo trazado entre la historia familiar y la historia del país no deja a nadie incólume.

    El Coral que el director recibió en La Habana, entre otros lauros cosechados por la cinta, ratifica su talento para indagar en la realidad a través de su cámara. Y confirma el compromiso de cineastas de la región con los sueños de justicia y de inclusión social.


    (Fuente: CorreCamara.com)


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