La película viene a completar una trilogía sobre la incomunicación humana que Cao Guimarães inició en el año 2004 con A alma do osso (El alma del hueso) y continuó en 2007 con Andarilho (Andador). Ambos eran documentales, terreno en el que había desarrollado hasta ahora la mayor parte de su carrera, y quizá para evitar caer en modos y formas propias de ese género, propuso a Marcelo Gomes, más forjado en el terreno de la ficción, la codirección de este drama libremente inspirado en un título homónimo de Edgar Alan Poe y protagonizado por los actores Paulo André, Sílvia Lourenço y Jean-Claude Bernadet.
Todo el filme se muestra de principio a fin en un formato al que no estamos acostumbrados a ver en el cine, casi cuadrado y que Gomes definía como “una mezcla de las estéticas de Instagram y de una Polaroid”. Aunque sus lados son de idéntica longitud, 3×3, los espectadores tendremos la sensación de que es una imagen vertical, como si estuviésemos mirando a través de una ventana. Esta disposición nos va a hacer contemplar la historia como un observador que pretende comprenderla desde la distancia y sin necesidad de empatizar o identificarse con unos personajes que comparten un mundo esquivo y ofuscado socialmente.
El hombre de las multitudes nos presenta a Juvenal, un maquinista del ferrocarril metropolitano de Belo Horizonte quien fuera de su trabajo vive encerrado en sí mismo y se dedica a observar y ver el tiempo pasar. Margô es una compañera de trabajo que tiene la misión de controlar el funcionamiento del flujo de trenes que van y vienen entre las distintas estaciones. Ambos viven en un estado de profunda soledad, pero cada uno a su manera. Él se recluye en su apartamento donde vive con lo mínimo, incluso por debajo de lo imprescindible, y ella vive con su padre y solo mantiene contactos con otras personas a través del mundo virtual de Internet. Juvenal es muy poco hablador y Margô es algo más comunicativa. Una propuesta sorprendente que le hará ella a él desencadenará toda una serie de impresiones nuevas en el maquinista y le enfrentará a los retos de lo imprevisible.
Estos dos personajes principales del filme parecen haber tenido problemas de calado desde su infancia que les hacen más complicada la tesitura de tener que elegir o tomar decisiones importantes en la vida. Sus escasas habilidades para conectar socialmente con los demás les hacen padecer un gran sufrimiento interior y guardan sus emociones a través de los silencios. Es ahí donde ambos directores construyen su dramaturgia y lo hacen de una manera muy eficaz que consigue mantener nuestro hilo de interés hasta el final de la película. Juvenal va de casa al trabajo y del trabajo para casa pero cada vez su compañera va apareciendo más tanto como supervisora como para ir a comer juntos. Aquí lo que no es accesible o válido en el terreno personal, se transforma en posible cuando se trata de relaciones entre compañeros de trabajo. Y es que ambos han encontrado acomodo y estabilidad en su mundo laboral y no saben cómo construir cosas más allá de eso. Como añadido, el padre de ella tiene un comportamiento bastante parecido a Juvenal.
O homem das multidões es una historia sobre una relación inconstante que contiene algunas imágenes íntimas de ambos por separado y que está envuelta en un cierto patetismo de las actitudes de estas personas que no han sabido o no han dedicado su tiempo a conocer sus posibilidades en la vida para entregar y recibir afecto sincero. Ese desconocimiento provoca situaciones absurdas y una sensación de vacío interior que se asemeja al vacío de productos que tiene el refrigerador de Juvenal en un film que funciona a través de los detalles visuales que nos va proporcionando y que hacen un todo en el que destacan su sufrimiento, sus frustraciones sexuales y su lucha por relacionarse y encontrar un sentido a sus vidas personales.
La canción que escuchamos durante los créditos finales es Copo Vazio de Gilberto Gil y en ella se dice: “Es siempre bueno recordar que un vaso vacío está lleno de aire”. Porque el vacío total no existe y las posibilidades que nos da la vida son inmensas.