CRÍTICA



  • A memória que contam, la preservación de la memoria de una manera sensible
    Por Márcio Sallem


    "La desgracia de los otros es fatalidad, más la nuestra es injusticia", le dice Irene a su hijo Eduardo intentando, no solamente justificar las tragedias de la revolución y la lucha contra la dictadura, sino también aceptar que su amiga Ana, internada en la UTI, está al fin encontrado la paz deseada y buscada por la idílica playa desierta de su memoria. A través de las memorias que confrontan pasado y presente, Lúcia Murat ha creado con A memória que contam una obra sensible y melancólica, acerca de las cicatrices de la dictadura militar en Brasil.

    Así, un grupo de amigos reunidos en la sala de espera del hospital -integrado por Irene, Ricardo, Henrique, Zezé, el ministro de justicia  José Carlos y el revolucionario italiano Paolo, junto a sus respectivos hijos- recuerdan la presencia de Ana y la relación de la joven con importantes eventos de la historia brasileña, como el secuestro del embajador estadounidense en Brasil. Al mismo tiempo que viven la triste perspectiva de la muerte de su amiga. Pero los miembros del grupo tienen sus propios problemas particulares que afrontar, sobre todo Paolo, que fue apresado por la Policía Federal y está  amenazado de extradición, o José Carlos, con la instauración de la comisión de la verdad para aclarar crímenes ocurridos durante la dictadura. Y aquí reside el mayor problema de la narración: su incapacidad de conciliar de manera satisfactoria la multitud de historias que la directora quiere contar, algo que se evidencia, por ejemplo, en momentos como en el que un personaje es amnistiado de forma nada convincente.

    Pero por otra parte, la cineasta acierta en el tono más intimista, recurriendo a la presencia viva de una joven Ana, interpretada por la talentosa Simone Spoladore, en los recuerdos de los amigos, aún cuando las revelaciones existentes en el interior de cada uno de los personajes surgen de manera expositiva y no natural como cabría esperar. Como una fuerte presencia en la vida de los otros, Ana simboliza la omnipresencia de la dictadura, funcionando como la metáfora de la superación definitiva de los traumas del pasado. Por ello la paleta de colores escogida es la adecuada, ya que refleja el remordimiento y la culpa existente en una época marcada por el dolor.

    Utilizando a los personajes más jóvenes, principalmente los primos Eduardo y Chloe, se representa a la nueva generación que, aunque todavía vive las consecuencias del terrorismo y la lucha de sus padres durante la dictadura, han conocido ese período solo a través de los libros. Lúcia Murat aboga por la preservación de la memoria de una manera sensible y sencilla en este buen filme.

    A memória que contam, la preservación de la memoria de una manera sensible
    By Márcio Sallem

    "A desgraça dos outros é fatalidade, mas a nossa é injustiça" afirma Irene a seu filho Eduardo tentando não somente justificar as tragédias da revolução e luta contra a ditadura, como também aceitar que a sua amiga Ana, internada na UTI, está enfim encontrado a paz procurada buscada pela idílica praia deserta de sua memória. Através das memórias que confrontam passado com o presente, a cineasta Lúcia Murat criou uma obra sensível e melancólica acerca das cicatrizes da ditadura brasileira e o peso carregado nas costas dos homens e mulheres que combateram o regime opressor militar.

    Assim, o grupo de amigos reunido no saguão do hospital e composto por Irene, Ricardo, Henrique, Zezé, o ministro da justiça José Carlos e o revolucionário italiano Paolo, junto de seus respectivos filhos, recorda a presença de Ana e o envolvimento da moça em importantes eventos da história, como o rapto do embaixador norte-americano. Ao mesmo tempo em que vivem a triste expectativa da morte da amiga, aquelas pessoas têm problemas particulares para lidar, sobretudo Paolo que foi preso pela Polícia Federal e está ameaçado de extradição ou José Carlos com a instauração da comissão da verdade para apurar crimes ocorridos na ditadura. E esse é o maior problema da narrativa: sua incapacidade de conciliar de maneira satisfatória a multitude de histórias que Lúcia Murat deseja contar, o que fica claro no instante em que um personagem é anistiado de forma nada convincente.

    Por outro lado, a cineasta acerta no tom mais intimista recorrendo à presença viva de uma jovem Ana, interpretada pela talentosa Simone Spoladore, nas memórias dos amigos ainda que as revelações existentes no íntimo de cada um venham de maneira expositiva e não natural como poderia se esperar. Presença intensa na vida dos outros, Ana ainda simboliza a onipresente ditadura, funcionando como a metáfora da superação definitiva de traumas do passado. Dessa maneira, a escolha da paleta de cores é apropriada vindo a refletir o remorso e a culpa existente em uma época marcada por dor.

    Apropriando-se dos personagens mais jovens, principalmente os primos Eduardo e Chloe, para refletir a nova geração que, embora viva as consequências do terrorismo e lutas dos pais durante a ditadura, conviveu com o período só através de livros, Lúcia Murat advoga a preservação das memórias de uma maneira tocante e simples neste bom filme.

    Resumen por: Fidel Jesús Quirós (traducido)

    (Fuente: Cinemacomcritica.com.br)


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