ARTÍCULO

  • Mundo sumergido


    Mundo sumergido: un enigma plástico
    Por Dean Luis Reyes


    Probablemente el mayor reto en la construcción del relato de animación consista en urdir la especial sensación de verosimilitud para su mundo, personajes y tema. La mayoría de las piezas que tenemos en mente, cuando pensamos un canon del cine de animación (Disney y sus semejantes), resuelven tal desafío invocando la confianza inmediata que provee la risa, la simpatía, el candor. Así se instaura un entorno de identificación expedito y fácil. El espectador acepta el gesto de seducción y se deja llevar, no importa cuán inverosímil sea aquello que se nos propone.

    En el caso de Mundo sumergido, de Alien Ma, la tarea pasa por fabricar un universo. Un mundo creíble, con una historicidad y ritmo propios, que parezca en absoluto pre-existente a nuestra mirada. Pero un mundo fantástico y extraño al fin. No es sencillo conseguir algo de semejante naturaleza, aunque se explique rápido. Se trata de una tarea narrativa pero -como estamos ante una pieza de animación- sobre todo plástica.

    La dirección de arte de Mundo sumergido es por ello todo aquí. El trabajo de la imaginación hizo su tarea para conseguir fundar una civilización de aves antropomórficas organizadas social y económicamente. El protagonista de la historia, Avernis, es una suerte de científico que visita a su maestro, un individuo respetado por haber traído incontables mejoras tecnológicas a su mundo, pero que yace moribundo. Avernis está llamado a ser su sucesor, pero la demanda que en el lecho de muerte hace el maestro le acarrea un dilema moral.

    El relato que explicará cómo el sabio tuvo acceso a tales invenciones se despliega como largo flashback en la forma justa del relato que refiere Mundo sumergido. Aparentemente, esta civilización de aves bípedas ha prosperado sobre las ruinas de una más antigua, desaparecida. Bajo el océano de este planeta, el patriarca moribundo ha hallado ciudades, antiguas tecnologías, toda clase de portentos que lleva a su mundo, pero después de varias inmersiones, descubre la razón que provocara la desaparición de la antigua vida. La cultura autodestruida que encuentra este científico no es otra que la nuestra: la civilización humana.

    El tono y tema de esta pieza es el de la ciencia ficción. O sea, una parábola del presente que usa como coartada un relato ambientado en el futuro. El director y guionista administra con prudencia los elementos de esta fábula, cuyo peso demostrativo acaso sea el principal hándicap del conjunto. Lo breve del formato elegido por Alien Ma lo obliga a ir al grano, a revelar con premura varias de sus claves, y a hacer sobrevenir esa moraleja definitiva. Pero ninguno de tales atributos es pecado terrible.

    La belleza visual de Mundo sumergido colabora a favor de su misterio sobrecogedor. La elaboración de la puesta en escena es cuidadosa al sugerir detalles y rasgos de un universo construido en animación bidimensional con detalles tridimensionales. Ello respeta la calidad de los diseños de personajes y ambientes, concebidos bajo el atractivo de las líneas sinuosas y los colores tendientes a lo mate.

    Todo viene acompañado por una elaboración sonora sencilla, pero apropiada: la partitura original de sabor céltico de la banda Quidam Pilgrim. La música de toda la banda sonora se contenta con cadencias de sintetizador digital, muy ajustadas a la producción de ambientes recónditos y extraños.

    Alien Ma tenía un reto mayor en dotar de verosimilitud a estos personajes insólitos, pero optó por una constitución realista de sus caracteres. La caracterización de las voces fue un peligro bien sorteado –los susurros imitativos de un murmullo de palomas resultan inquietantes en una primera escucha, aunque enseguida se vuelven admisibles. Asimismo, por momentos el exceso de textos sobre pantalla supone una conducción innecesaria del rumbo del relato. Dejar volar las imágenes, hacerlas elevarse sin tanto peso literal, habría supuesto un punto a favor del poder evocador general de la pieza.

    Mundo sumergido es renovado ejemplo de los conflictos con el texto fílmico presentes en la animación cubana de hoy. Tratándose del debut como director de Alien Ma en los Estudios de Animación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), pone en evidencia el desproporcionado didactismo de las dramaturgias y la literalidad de los guiones que allí se exige. No se trata este de un caso donde semejante marca eche por la borda el resultado estético; pero sí de la puesta en evidencia de un problema recurrente a la hora de emplear el potencial plástico de la animación en nuestro medio.

    Lo anterior entra en conflicto con la obra precedente del director. Sus cortos Tic tac (2009) y Niños imaginarios (2011) son un ejemplo de cómo elaborar un relato con lo mínimo, pero bajo la autoridad de un puñado de principios rectores. El básico: la capacidad para visualizar el centro dramático de cada plano. En el primero, elaborando una metáfora irónica acerca de la trascendencia dentro de una historia de persecución; en el segundo, proponiendo una alegoría sobre el final de la niñez a través de muy breves escenas cargadas de detalles clave.

    Este poder de síntesis se manifiesta incluso en detrimento de la diafanidad. Por ejemplo, en Niños imaginarios la clave narrativa que expresaba el desenlace del relato reposaba en un detalle visual nimio, difícil de detectar en una primera mirada. Alien corrió el riesgo y optó por una economía visual que implicaba un tratamiento de la puesta más riguroso y enjuto, sin los detalles decorativos del caso que me ocupa. He aquí una solución posible a la cuestión que arriba planteo como reto: evitar que la obligación de contar no hipotecara la capacidad de insinuar e invocar que a la animación cabe.

    Alien Ma posee esa extraña virtud del realizador de animación para "esconder" las claves de la textualidad, de lo puramente retórico, en los pliegues de una puesta en escena adensada por el enigma. Es probablemente el animador cubano que mejor discierne las claves del suspenso, que maneja con sabiduría los hilos del deseo del espectador por conectarse con algo secreto que está allí. Que no necesita epatar o lanzar guiños amables fingiendo candor.

    Mundo sumergido es, como quiera que se ponga, su obra más ambiciosa. Por eso mismo aquí se crispa su capacidad para dosificar el valor evocador de las imágenes y atmósferas y sus dotes congénitas de contador de historias. Es decir, la cuestión clave que debe resolver cualquier animador. Con este problema planteado, comprendido e instrumentado sobre el texto mismo de la obra, no puede sino suponerse que Alien se transforme en lo que ya es: un realizador con un mundo secreto que revelarnos.

    Y es que Mundo sumergido alienta en sí mismo algo más que este breve corto que deja con la miel en los labios. En verdad, oculta el germen de un largometraje rico en texturas metafísicas, en ideas que asaeteen el presente desde la imaginación, en una sonoridad de fondo cargada de presagios que no se resuelven en la obra acabada, sino que subsisten rebotando dentro de la cabeza del espectador.

    (Fuente: www.ipscuba.net)


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