CRÍTICA



  • Jauja, en el corazón de las tinieblas
    Por Fabien Lemercier


    Una coproducción entre siete países: menos no era suficiente para un director tan radical como el argentino Lisandro Alonso, que ha desvelado Jauja en el Un Certain Regard del 67º Festival de Cannes. Y si le añadimos al notable finlandés Timo Salminen en la dirección de la fotografía, la carismática estrella internacional americano-danesa Viggo Mortensen a la cabeza del reparto y una historia críptica en los desnudos espacios de la Patagonia de 1882, podemos imaginar la extrañeza de la aventura.

    Junto a todo esto, una puesta en escena en largos planos fijos con infinita profundidad de campo, en donde entran y salen los escasos personajes a ritmo real, ligeras panorámicas y una naturaleza de una potencia visual desmedida, no se harán más que una idea relativa del implacable rigor de una película devastadora.

    Perteneciendo a una expedición de soldados daneses enviados al fin del mundo a la conquista del desierto, el capitán ingeniero Gunnar Dinesen (Viggo Mortensen) ve cómo su hija Ingeborg pone los pies en polvorosa junto a un joven recluta. El clima general era el de la exterminación de los indígenas de la región, y los rumores corren sobre un oficial desaparecido que se ha vuelto loco (lo que hace recordar en el coronel Kurtz de El corazón de los tinieblas de Joseph Conrad); el capitán se lanza a la búsqueda de su hija, carabina, sable y pistola preparados. Desde las olas del mar rompen al pie de un acantilado pasando por las llanuras de un verde resplandeciente, hasta las colinas salpicadas de pequeños ríos, contrafuertes montañosos con lagos bajo ellos, de caóticos peñascos y un espacio mineralizado y petrificado, la solitaria batida del capitán, primero a caballo, luego a pie, en un agotamiento cada vez más pronunciado, avanza en su evidencia hacia los infiernos, una parada sanguinaria y un encuentro intemporal (sobre las huellas de un perro a la imagen de cancerbero y de una mujer salida de la nada), que realza una epopeya en donde la rueda del tiempo gira lentamente antes de oscurecerse, haciendo de Jauja una experiencia muy particular y un western ocultista en donde los hombres solo son peones de intenciones más vastas e insondables. Una inmersión en el gran mito universal en el que Lisandro Alonso restituye una perfección aplastante.


    (Fuente: Cineuropa.org)


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