CRÍTICA



  • Jauja, cuando el pasado se desvanece y el futuro carece de sentido
    Por José Luis García


    Al margen de que Lisandro Alonso es un cineasta que prioriza la construcción visual por encima del ensamblaje de los puntos del guión para que todo fluya en cadena, Jauja, premiada por la FIPRESCI en la sección Un Certain Regard de Cannes, sigue la línea trazada en sus anteriores filmes pero también incorpora elementos novedosos en su filmografía, como puede ser la aparición de actores con experiencia, con Viggo Mortensen a la cabeza, y una mayor variedad de locaciones distantes.

    Para dotarle de una estructura formal, el inicio de la película está ambientado en un remoto puesto militar en la Patagonia argentina de 1882 durante la agresiva y genocida “conquista del desierto”, feroz campaña contra la población aborigen de la región donde los actos de salvajismo por parte de los militares abundaban por todos lados. El capitán Gunnar Dinesen (Mortensen) proviene de Dinamarca con su hija de quince años ya que se le ha encargado un trabajo de ingeniería para el ejército argentino. Ingeborg, la chica, crea un gran revuelo entre los hombres del destacamento, y llegado un momento determinado del film desaparece sin dejar rastro. A partir de ahí, su padre inicia una búsqueda a través de la que irá haciendo distintos descubrimientos.

    Aunque el film comienza en un ámbito bastante realista, poco a poco va transitando otros terrenos a medida de que las cosas parecen írsele de las manos al protagonista, pues cada vez se va a ir encontrando con un mundo que progresa hacia la hostilidad más irracional posible e incluso, en algún momento concreto, también hacia lo onírico y el misticismo.

    El cine de Lisandro Alonso nunca se quiere enredar demasiado dentro de su artificio y tampoco en esta ocasión abandona su veta contemplativa. Claro está que lo hace para pasar a otorgarle mucha más importancia al plano estético de la fotografía donde ni siquiera se está cuestionando el rigor histórico de lo que cuenta, pues estamos ante una historia completamente inventada en la que el realizador argentino no ha hecho demasiados esfuerzos por acercarse a cuál era la situación de esa zona en esa época tardía del siglo XIX. Por descontado que la fotografía es exquisita, como siempre en su cine, no sólo en los planos a plena luz del día sino también en los nocturnos cuando combina la iluminación lunar con la que provendría del fuego.

    Jauja es una película convertida en una fábula sobre la soledad y el shock, que viaja entre diferentes formas de hacer cine y en la que parece que Alonso se ha planteado la historia que retrata como una excusa para mostrarnos lugares bellos, abruptos, rocosos e inhóspitos, dando un salto hasta Dinamarca en la última parte de la película. Por otro lado, el director argentino sigue queriendo que los espectadores mantengamos en todo momento una cierta distancia con sus personajes, que no nos identifiquemos con ellos sino que los sigamos o tratemos de juzgar desde una perspectiva alejada.

    “Pierdo lo que encuentro, no encuentro lo que busco”, menciona Dinesen en algún momento del film dentro de esa búsqueda que en pocos momentos es desesperada porque en la película, como bien sabrá el espectador mientras la ve, el misterio no es la desaparición de la hija ni el motivo de la misma, sino el tránsito que emprende el protagonista principal que es el propio de aquellas personas que parten con la finalidad, sin saberlo, de encontrarse a sí mismos y donde cada momento y cada día parecen tener una verdad distinta. A los personajes de “Jauja” les gusta simular que son héroes y villanos, pero en realidad no lo son, y en su flaqueza y debilidad están también otros de los ingredientes principales del film. Ellos creen que los afectos y el confort debilitan y que el paisaje representa la individualidad para evadirse de un mundo de relaciones hostiles en el que viven.


    (Fuente: Cinestel.com)


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