La ficción novateó a Chico Teixeira. Y es que en su primer largometraje que no es documental, el brasileño no logró aportar algo más que una simple fotografía a una familia disfuncional brasileña, que a la vez bien puede ser cualquiera mexicana.
La casa de Alice, que fue proyectada ayer en el marco de la XLIX Muestra Internacional de Cine, nos transporta a un barrio de clase media en Sâo Paulo para contarnos la historia de Alice, una mujer de cuarenta años, que lleva 20 casada con un taxista y trabaja en un salón de belleza. Viven con la madre de Alice, que cocina, limpia y hace la colada escuchando todo el día su programa de radio favorito. Alicia y Lindomar tienen tres hijos que viven con ellos. El matrimonio de Alicia está en crisis y Lindomar no trata de ocultar aventuras con jovencitas. Ninguno de los tres hijos hace mucho caso a su madre y tratan a su abuela sin ningún respeto. La vida de Alicia en un mundo laboral femenino contrasta con la fuerte presencia masculina en su casa. Nada más.
Así, a pesar de la tensión que Chico Teixeira logra crear en algunas escenas donde recurre a la cámara en hombro, el brasileño no satisface del todo a los espectadores, quienes algunos, luego de salir de la sala del cine, comentaban que la película era un especie de telenovela llevada al cine.
Aunado a ello, La casa de Alice, a pesar de ser un trabajo de ficción, tiene un tufo a documental, ya que si Teixeira hubiese llevado su cámara a cualquier favela de Brasil o a cualquier colonia de Morelia, se hubiera encontrado a la misma familia retratada en su filme: con los mismos problemas, hartazgo, insatisfacción y una necesaria cotidianidad que les da un vago sentimiento de pertenencia y amor, aunque este último no exista.